Quiénes ganan y quiénes pierden con un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea

Dos décadas de negociaciones están próximas a dar sus frutos y coronarse con la firma final de un acuerdo entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur. La inminencia de este logro, que se estima quedará estampado en abril y que pondrá al país a jugar en las grandes ligas del comercio internacional, obliga a fijar la vista sobre los distintos sectores de la economía local y discernir cuáles resultarían ganadores y cuáles perdedores. En el primer grupo se ubicarían, en principio, alimentos, carnes sin procesar, químicos y minerales; mientras que en el segundo se encolumnarían bienes de capital, insumos para la producción (como plásticos), metales y metalmecánica y textiles, calzados y marroquinería. En una posición intermedia aparecerían la industria automotriz y servicios profesionales.

Claro que cualquier análisis sobre el impacto que el tratado de libre comercio puede tener sobre los distintos sectores estaría incompleto si no se hiciera antes la salvedad de que, a nivel general, toda la economía local se verá beneficiada: en primer lugar, explican los analistas consultados, el país “compra” reglas de juego del Primer Mundo para dar señales a los inversores de que se está por el buen camino y favorecer la llegada de capitales europeos. Una sola comparación ilustra lo atrasado que está el país en este aspecto: Chile tiene acuerdos con 80% del PBI mundial, mientras que la Argentina solo con 9%.

Dante Sica, director de Abeceb y exsecretario de Industria de la Nación, afirma que claramente hoy hay sectores muy competitivos, como el de alimentos, que van a ganar con el acuerdo, y otros que tendrán que ver cuánto tiempo se les da para adecuarse a las nuevas reglas de juego, como el de autopartes. “La quita de aranceles para el ingreso de productos desde la Unión Europea no se da de un día para el otro; por lo tanto, muchas empresas que a priori son perdedoras, van a tener la posibilidad de reconvertirse y volverse más competitivas”, opina el economista.

Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI, define ganadores y perdedores, pero con una aclaración: su opinión actual es sobre la base de la “foto”, porque la “película” futura puede llegar a cambiar las cosas. “Por ejemplo, si se le quitan aranceles hoy a textiles y calzado, seguramente caen en el casillero de los perdedores; pero si se tiene en cuenta que la reducción de aranceles puede ser gradual y que la entrada en vigencia del tratado tardará dos años, se puede concluir que muchos tendrán aire para reconvertirse”, explica el especialista.

En tercer lugar estarían los químicos . “Hoy hay un gran intercambio de químicos, incluso algunos vinculados con la industria de combustibles, dentro de la cual se cuenta el famoso biodiésel”, señala Elizondo. “En ganadores de segundo orden yo colocaría a los granos (que incluye los porotos de soja y el maíz) y los minerales, dentro de los cuales están los combustibles minerales”, agrega.

Gustavo Idígoras participó durante 15 años en las negociaciones Mercosur-UE, cuando fue negociador agrícola argentino (entre 1996 y 2010). Su primera opinión, antes de escudriñar cada sector, es: “El gran ganador es el Mercosur, sin duda, porque ahora entra a un mercado de 500 millones de consumidores de muy buen poder adquisitivo”. ¿Por qué ahora se da el acuerdo? “Porque la UE tiene una gran presión geopolítica (con el Brexit a la cabeza y otra serie de conflictos) y porque está el efecto Trump, que la obliga a mirar al sur”, responde el hoy director del Centro de Estudios Agroalimentarios de la Universidad de Lomas de Zamora.

Al poner la lupa más cerca de la industria automotriz (que hoy solo exporta por US$200 millones a la UE), Idígoras vislumbra que, tal vez, algunos modelos de autos chicos y medianos se dejarán de fabricar localmente, porque no podrán competir con los importados europeos. “Pero habrá una especialización en otros productos, como camionetas, utilitarios, ómnibus y camiones. Claro que esa metamorfosis va a ser muy lenta”, estima.

Otro sector al que habría que ponerle una luz amarilla es el de los servicios profesionales, porque probablemente el acuerdo incluya una flexibilización que lo involucre. La Argentina tiene servicios vinculados a la tecnología del conocimiento (software), generación de contenidos audiovisuales, generación de contenidos para Internet y servicios profesionales (auditores, abogados). “Hoy no son muy competitivos, pero tal vez en un futuro sale una norma que los beneficia y se terminan exportando a Europa. Hoy el país le vende más esos servicios a América Latina y Estados Unidos”, indica Elizondo.

Una voz que emerge de un sector ganador es la de Raúl Roccatagliata, responsable del Área de Asuntos Internacionales de la Sociedad Rural Argentina (SRA). “A fines del año pasado se logró cerrar con ciertos sectores, como miel, frutas secas y frutas frescas, que tendrán arancel cero. Otros que se están negociando bien son lácteos, aceite de oliva y vinos. Estos sectores van a tener un beneficio importante, junto con carnes, arroz, pollos y porcinos”, destaca.

Más allá de casos específicos, para el integrante de la SRA no hay dudas de que en general el entendimiento es muy positivo para la Argentina y la región. “No solo por las ganancias cuantitativas, sino porque tiene otras ventajas, entre las que destaco una: el país entra a un esquema de comercio donde hay acuerdo con una de las economías más importantes del mundo, lo que nos lleva a un estatus superior”, comenta.

Ahora bien, más allá de que algunos encuentren un resquicio para poder reconvertirse y seguir en carrera, está claro que hay sectores que no miran con buenos ojos el inminente acuerdo entre los bloques. Uno es el de bienes de capital, que en términos arancelarios se llaman “máquinas, aparatos y material mecánico y eléctrico”, porque 40% de lo que la Argentina importa de la UE corresponde a estos rubros. “A priori, es un sector amenazado, pero eso no quiere decir que la economía en general no se vea beneficiada, porque, por ejemplo, una pyme puede importar una máquina de mejor precio y calidad”, concluye Elizondo.

Otro rubro que estará complicado será el de los insumos para la producción, como plásticos, por ejemplo, porque se puede incrementar la importación desde la UE, ya que los europeos allí son muy competitivos. También estaría en problemas el rubro de metales y metalmecánica, ya que hoy se importan desde la UE aun pagando arancel.

Desde la Unión Industrial Argentina (UIA), que agrupa a muchos sectores “sensibles”, dicen que, si bien saben que hay rubros que se pueden ver afectados en función a lo que se negocie, no cuentan con información para saber a ciencia cierta el impacto en cada uno. “Para aquellos que se vean afectados negativamente, el Gobierno deberá implementar las medidas necesarias para que ganen competitividad y se mantengan los puestos de trabajo creados por el entramado productivo nacional”, dice María Laura Bermúdez, jefa del Departamento de Comercio y Negociaciones Internacionales de la UIA.

Más allá de los sectores, hay un grupo de empresas que hoy miran de reojo el acuerdo: se trata de las pymes, que representan 96% del mapa empresarial argentino. Es que, cuando se abren los mercados, estas son las compañías que más sufren. Según los analistas consultados, si quieren sobrevivir, no les va a quedar más remedio que asociarse, generar agrupaciones, especializarse mucho en un producto de nicho o aliarse con alguna grande.

Otra cara de la moneda estará representada por empresas europeas que, a decir de Sica, vendrán a instalarse en el país para aprovechar el mercado local y poder exportarse ellas mismas a Europa. “Por ejemplo, una firma italiana de pastas puede venir y comprar un molino acá, instalarse, proveer al mercado interno y, a la vez, exportar a Europa. Eso también beneficia a la Argentina, porque para crecer necesitamos más inversión extranjera directa. Si hoy tuviéramos la inversión extranjera que tienen Chile, Brasil o Perú, no habría déficit”, subraya el economista.

Carlos Manzoni (publicado en La Nación el 25.03.2018)