La gran fantasía criolla: irse a vivir afuera

Lo certifica con brutalidad una encuesta realizada en abril por la consultora Taquion. En general, 6 de cada diez compatriotas dicen que se irían del país, lo cual es triste. Pero son entre 8 y 9 de cada diez los jóvenes que emigrarían, lo cual es aterrador.

Los argentinos menores de 25 años sienten en carne propia hoy el no future que propalaba el punk hace 45 años. El 85% de ellos ve el mañana con preocupación, miedo o desconfianza. Sólo el 6% le pediría plata prestada a un banco. El acceso al trabajo o a oportunidades de desarrollo, más la inseguridad, preocupa al 75%. No son datos que sorprendan.

Un país que no sólo no ha crecido en 50 años sino que profundiza su declive económico, con la pobreza estructural ya instalada en un tercio largo de la población, inflación indomable y a esta altura crónica (con su correspondiente y constante pérdida de poder adquisitivo), inseguridad creciente y presente, anomia perenne, corrupción impune, infraestructura deficiente, educación mediocre, con gestiones presidenciales que parecen competir entre ellas para ver cómo ser peores que la anterior; un país al que encima hay que sumarle 80.000 muertos por un virus maldito que acá pegó especialmente fuerte, entre otras cosas, por diversas incapacidades para estar a la altura que plantean desafíos mayúsculos, no puede generar otra cosa que desesperanza.

¿Cómo decirle a un chico que no sueñe con un lugar -cualquiera- donde conseguir trabajo sea fácil, la hamburguesa en un bar salga lo mismo este mes que el que viene y que pueda hablar por celular por la calle sin miedo a que se lo roben? Ese chico no está pidiendo demasiado para el mundo de hoy.

No hay números ciertos de cuántos argentinos se están yendo efectivamente, más allá del deseo generalizado. Según cifras disponibles de 2019, poquito más de un millón de compatriotas viven en el exterior. Un cuarto en España y un quinto en Estados Unidos. Después, Chile e Italia son los más elegidos.

Hubo una vez, hace un siglo y más, una Argentina que atraía. Según el censo de 1914, sobre 8 millones de habitantes, un tercio eran extranjeros. Ese país continuó siendo un imán por varios años: incluso en 1960, de 20 millones de habitantes, 2,6 millones habían nacido fuera de nuestras fronteras y vinieron acá porque, sencillamente, se vivía bien. Fueron nuestros padres, abuelos y bisabuelos. Tanos, gallegos, turcos, judíos, alemanes y muchos otros. Bajaban de los barcos. Urge actuar para que nuestros hijos no tengan tantas ganas de subirse a los aviones.

Fuente: La gran fantasía criolla: irse a vivir afuera (clarin.com)