Excesos, armas y guerras entre bandas: así son las fiestas clandestinas en barrios populares porteños

La temporada de verano acentuó la falta de cuidados pese a que la curva de contagio marcha en alza, y una de las mayores expresiones de ello son las fiestas clandestinas. Si bien en los balnearios son más frecuentes, en las villas 21-24 y Zavaleta, en la Ciudad de Buenos Aires, se celebran con la particularidad de ostentar y desafiar al bando enemigo, y culminar en sangrientas batallas.

En la esquina de Luna y California nace todo. Allí un grupo de delincuentes, entre ellos muchos menores, se abalanzan como pirañas sobre camioneros, automovilistas e incluso peatones, principalmente mujeres, para alzarse con diferentes botines. Claro está que los transportistas son la presa más deseada por los maleantes, por el suculento cargamento de sus camiones. Puesto que lo “recaudado” es destinado a las fiestas clandestinas, organizadas por los mismos autores del atraco.

Cuanto mayor sea el valor de lo sustraído, más lujoso será el evento, lujo que se cristaliza en la diversidad y calidad de bebidas alcohólicas. Ello es motivo de ostentación no sólo para los propios, sino para los ajenos al barrio 21-24, es decir, para quienes residen en Zavaleta. Es el premio simbólico del ataque delictivo cometido días antes, dado que posiciona a un bando sobre el otro, en la escala del delito.

A fin que eso suceda, se emplean dos métodos de difusión: las redes sociales y el boca a boca, este mucho más eficaz para atraer al oponente. “Los organizadores ya saben a quién contarle para que se enteren los de la Zavaleta”, le dijo a Crónica un vecino de la zona donde se desarrollan las fiestas. Para los visitantes, en tanto, el desafío es ir al barrio del enemigo, que constituye en la principal atracción de asistencia. En ese sentido, una autoridad que se desempeña entre ambos asentamientos reconoció que “la idea es concurrir para enfrentarse con los anfitriones de las clandestinas”.

A las mismas asisten 400 personas, y además del cruce de Luna y California, otro de los puntos de encuentro es la calle Iriarte, entre Luna y Alvarado, también corredor delictivo.

Respecto a la excesiva concurrencia, un integrante de una fuerza de seguridad detalló que “es una movida de boliche, no hay distanciamiento y te cortan la calle. En este contexto, la única forma de intervenir es si hay detonaciones, si no no actuamos porque no tenemos apoyo ni sabemos la reacción de la gente”.

En consecuencia, los incidentes están a la orden del día, llegando a desenlaces sumamente violentos, que se resuelven a los tiros, reiteradamente, para que algunos defiendan el honor de su territorio y los otros mancillarlo, con el afán de retornar a su barrio como héroes. De eso se tratan las fiestas clandestinas en dos grandes barrios urbanos de la Ciudad de Buenos Aires.

Matías Resano (publicado por Crónica el 17/01/2021)

Fuente: Excesos, armas y guerras entre bandas: las fiestas clandestinas en barrios populares porteños | Crónica | Firme junto al pueblo (cronica.com.ar)