Historias de clubes: Italiano de Rosario renació con orgullo y sentido de pertenencia
El Club Italiano de Rosario es un ícono de la ciudad, un faro de referencia a la hora de hablar de fraternidad. Allí los lazos de sangre fluyen entre las generaciones. La prestigiosa institución cumplió 107 años el 14 de diciembre pasado y, si bien estuvo al borde del colapso, lo cierto es que está renaciendo y poco a poco recupera el brillo que supo encandilar a las diversas familias que componen la comunidad italiana.
La actual conducción puso manos a la obra ni bien pudo tomar el control y, merced a tenacidad, orgullo y amor propio, está restaurando la emblemática sede fundacional de calle Buenos Aires al 1200, donde además hay un interesante proyecto para ejecutar en un futuro cercano. En tanto, el histórico camping de La Florida sigue latiendo a buen ritmo y también cuenta con un programado plan de obras.
Su presidente, Marcelo Castello, es uno de los tantos fieles que hicieron posible que el club no claudicara. “Estamos acá porque hay un orgullo de por medio, que es ser italiano. Hacemos esto porque nos gusta y apasiona. Es nuestro espacio desde hace un siglo y lo valoramos, respetamos y cuidamos”, exclamó con marcada claridad conceptual el dirigente.
Reseña histórica
La centenaria institución se creó en los albores del siglo 20. Fue tomando forma hasta que finalmente la fundación se materializó un 14 de diciembre de 1914. Se concretó una vez que se consiguió el edificio de calle Buenos Aires al 1200, que pertenecía a la familia del doctor Clemente Álvarez.
En la emblemática sede se construyó un teatro, que supo albergar grandes obras durante décadas, y un cine. Actualmente el edificio está en refacciones.
Mientras que el camping de La Florida, que está en Álvarez Thomas al 2500, se adquirió en la década de 1940 y abarcaba incluso hasta terrenos en las islas. “Cuando no existía la costanera ni la actual avenida Carrasco teníamos salida al río directo como el resto de los clubes de la costa”, remarcó Castello.
“A diferencia de otras instituciones, la nuestra cobró vida antes de la Primera Guerra Mundial. Es decir que ahí se produjo la primera gran oleada de inmigrantes. Como tenían la necesidad de reunirse y mantener ciertos hábitos, como jugar al billar y a las cartas, nuestros antecesores decidieron congregarse bajo un mismo espacio. Fue así que nació nuestro querido Club Italiano de Rosario”, remarcó emocionado el actual presidente.
El directivo de los azzurros además dijo: “En nuestra biblioteca de calle Buenos Aires encontramos documentos donde certifican grandes historias de patriotismo. Por ejemplo, hubo casos de inmigrantes que volvieron a Europa para alistarse al ejército italiano cuando estalló el primer conflicto bélico internacional. Incluso hasta muchos de sus hijos lucharon bajo la bandera italiana sin haber nacido en la península”.
“Hay una recopilación con datos precisos de donde vivían estos chicos que se fueron a luchar, y muchos no volvieron. Tenemos un libro de esta gran historia que nos llena de orgullo”, acotó.
Castello destacó que, tras la Segunda Guerra Mundial, el club explotó de gente porque llegó el aluvión de inmigrantes. “Los gringos ya se encontraron con todo esto armado. Fue como un renacer institucional ante tantos compatriotas. Incluso, en los salones de calle Buenos Aires se fundaron varias de las familias regionales que hoy en día funcionan en diversos lugares, como la Piemontesa, Abruzzesa, Calabresa, Siciliana, Veneta, Marchigiana, entre otras. Aunque eso generó que en los años 60, por otra parte, el club entrara en zona de decadencia porque los fundadores y grandes impulsores de unir a todos en un mismo techo ya no estaban más”, recordó con un dejo de nostalgia.
Tiempo de recuperación
Desde inicios del siglo 20 a la fecha, el club pasó por diversas realidades. Hace unos años cayó en un pozo. Desde comienzos de 2000 en adelante se profundizó la crisis. Pero se está reconstruyendo de raíz.
“Trabajamos para volver a poner de pie este lugar. Es una cuestión de orgullo y sentido de pertenencia. Queremos brindarle nuevamente el club a la colectividad y a la comunidad en general. Incluso hay socios que no tienen vínculos con Italia y, sin embargo, lo sienten como propio al lugar”, expresó Castello.
“El club se fue degradando con el paso del tiempo, pese a que hubo muchísimas personas que hicieron un esfuerzo muy grande para evitarlo. La realidad marca que este espacio comenzó a ser de nadie. Incluso en la sede de calle Buenos Aires sacaron el teatro y pusieron piso flotante para realizar actividades como patín, folclore artístico. Pero resulta que cuando asumimos el piso no estaba más. De no creer. Alguien se lo llevó”, apuntó.
Y agregó: “Se hizo un proyecto para hacer un edificio en ese mobiliario, más allá de que no se podía construir nada salvo que tuviera un peligro de derrumbe. Eso marca que el club iba a desaparecer, pese a que está declarado como patrimonio histórico de la ciudad por el invaluable vitraux del techo”.
“Hubo muchos juicios. La mayoría se pagaron con estatuas, que estaban en el hall central, eran muy valiosas y tenían un gran valor simbólico para la comunidad. Al menos eso es lo que nos informaron en su momento”, deslizó el presidente.
“Ingresamos al club a fines de noviembre de 2019 tras ganar las elecciones. Cuando fuimos a la sede nos encontramos con un agujero en el techo. Se desplomó por falta de mantenimiento. Pero desde entonces venimos trabajando de manera incansable para recuperarlo y devolver el recinto a los italianos”, aseguró.
De lleno a la dirigencia
Castello se dedica a la actividad privada de la rama de la industria metalúrgica. Pero gran parte de su vida se la cedió al voluntariado. “Después de mi trabajo siempre estuve ligado a las asociaciones. Soy presidente de la familia Abruzzesa desde hace 8 años pero de los 17 años que estoy ligado”.
“Lógico que solo no lo logra nadie. Debo agradecer a toda la colectividad por haber confiado en mí para estar al frente”, enfatizó antes de remarcar: “En 2014 enviamos al club una carta donde proponíamos hacer 50 socios. Veíamos que el espacio estaba muriendo. La entonces dirigencia nos agradeció pero respondió que no quería a la colectividad italiana, que no le interesaban los 50 socios y que no estaba abierta la inscripción, pese a que el presidente era de origen italiano y era un abogado importante de la colectividad. Luego dejó el cargo, asumió otra persona y en cinco años el club terminó como terminó”.
Y sostuvo con impotencia: “Decidí ser candidato a presidente porque así lo sentía. Y eso que no había libro de socios, ni estados contables, ni actas de asamblea. Había desaparecido todo”.
Hoy en día hay un grupo nutrido de colaboradores que le pone mucho amor a este espacio. Al menos es lo que se percibe a simple vista. “Cuando asumimos no teníamos un peso. No obstante, hicimos un gran esfuerzo y levantamos los embargos que tenía la institución, entre otros temas. Estamos al día. La última asamblea general ordinaria arrojó un saldo positivo”, expresó.
Lo que viene
Italiano cuenta con 850 socios. Hay mucho espacio verde. Los chicos disfrutan de la colonia al aire libre y de la pileta, que funciona todo el año y ofrece actividades puntuales como técnica de kayak, buceo, nado libre, natación y aquagym. También hay zumba, yoga, funcional y free rollers. En breve harán una cancha para múltiples actividades deportivas como futsal, vóley, etc.
En relación a los planes futuros, el presidente informó: “El ingeniero Gustavo Gutiérrez y el arquitecto Jorge Scarpin nos regalaron un plan director para calle Buenos Aires y uno para el camping de calle Álvarez Thomas”.
Según contó, “hay un proyecto innovador. Vamos a correr la pileta de lugar. La ubicaremos en otro sector del camping de calle Álvarez Thomas y quedará suspendida en una zona de la barranca. Es una obra hermosa”. Y amplió: “Otro proyecto es construir un restorán para 450 personas con entrada por Hernández. Y a la vez queremos hacer un telesférico que ascenderá en monorriel que vendrá desde la costanera y subirá hasta el club. Actualmente estamos construyendo nuevos baños. Italiano se está poniendo de pie nuevamente. Con orgullo y marcado sentido de pertenencia”.