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mayo 2023

La historia de la construcción de Milán

Italia es una nación dominada por dos grandes cadenas montañosas: los Apeninos que atraviesan el país de Norte a Sur como una columna vertebral, y los Alpes que conforman un límite geográfico septentrional tal, que terminan siendo también frontera con Suiza, Francia, Austria y Eslovenia. Esta orografía preponderante en toda Italia, que es la responsable de paisajes tan icónicos como la costa amalfitana o la región de Toscana, no deja mucho espacio para zonas planas. Tan es así, que uno de los pocos respiros se encuentra casualmente entre esas dos grandes cadenas montañosas.

La llanura Padana, es por lejos la más extensa región agrícola ganadera que podemos encontrar en Italia. Su nombre proviene del principal cauce fluvial que la atraviesa, llamado en latín Padus, y que hoy conocemos como río Po. En el medio de esa llanura, en el año 400 a.C., los celtas fundaron una ciudad con el nombre de “Medhelan”. Sin embargo, al poco tiempo fue conquistada por un imperio romano en expansión y dada su ubicación entre los Apeninos y los Alpes convenientemente rebautizada como “Mediolanum” o «tierra del medio». Pronto, la ciudad se convirtió en un importante centro comercial ya que numerosas carreteras romanas la atravesaban, sumado a que gracias al río Po se podía acceder con facilidad al Mar Adriático. Con el tiempo, esa ciudad fue modificando poco a poco su nombre hasta llegar a su actual: Milano.

Desde los comienzos del Imperio Romano, el límite norte fue conflictivo siendo continuamente atacado por los Bárbaros. Y con el objetivo de reforzar esta frontera, Marco Aurelio Valerio Maximiano Hercúleon, o simplemente Maximiano, siendo augusto decidió en el año 292 d.C. mudar la capital del Imperio, de Roma a Milán. Así, por más de cien años Mediolanum contó activamente con colosales construcciones como un circo, termas, un espectacular complejo palacial y un anfiteatro donde regularmente había luchas de gladiadores, animales y se llenaba de agua para dar lugar a batallas navales. Durante la época que Mediolanum fue capital del imperio romano, el emperador Constantino el Grande promulgó el Edicto de Milán, cambiando la historia al legalizar por primera vez el cristianismo. La misma presión de los Bárbaros hizo que posteriormente se llevase la capital del imperio a Rávena. Lamentablemente para la ciudad de Milán, se conservan muy pocos vestigios de aquellos poco más de 100 años como capital del Imperio y es por eso que hoy en día no es un destino arqueológico dentro de Italia.

Pasado el esplendor del Imperio Romano, en épocas medievales le llegó el turno a la región Norte de Italia de las ciudades estado. Y así como en Pisa, Florencia, Génova o Venecia, en Milán una familia controlaba la vida política de la ciudad y alrededores. Estas unidades políticas mantuvieron su independencia incluso hasta la Edad Moderna, y sólo avanzado el Siglo XIX se unificaron todas para conformar un estado.

A partir de mediados del Siglo XIV la familia Visconti gobernó Milán y construyó su propio castillo. Cien años después, la familia Sforza derrocó a la anterior y reformó su castillo. Esa edificación la encontramos hoy en el medio de la ciudad bajo el nombre de Castello Sforzesco. Un miembro de esa misma familia, Ludovico más conocido como “el moro”, creó en la ciudad una corte renacentista a la altura de los Medici en Florencia. Su fama fue tal, que contrató al mismísimo Leonardo Da Vinci para pintar algunos frescos en su castillo.

La relación entre Leonardo y la familia Sforza, dio origen también a una de sus más famosas pinturas murales cuando le solicitaron su arte en el convento dominico de Santa María de la Gracia. Allí durante tres años Leonardo trabajó sin ningún apuro en “La última cena”, obra que tal cual una foto, capta el momento justo posterior a que Jesús proclama “Yo os aseguro que uno de vosotros me traicionará”. Cuenta la historia, que Leonardo por entonces alternaba momentos de intenso trabajo pintando, con otros de pura contemplación de su obra que podía durar días. Tal actitud al parecer le disgustó al director del convento, y cuando se quejó con el pintor, Leonardo le contestó que no lo molestara ya que había decidido dejar para el final de su obra pintar la cara a Judas y andaba buscando una que lo representara.

Ante el peligro de un bombardeo durante la segunda guerra mundial, la obra de Leonardo Da Vinci fue protegida con una cortina y tapada por una pared de sacos de arena. Cuando una bomba cayó sobre el convento, casi todas sus paredes colapsaron salvándose milagrosamente la que contenía “La última Cena”. Si algún día en el futuro viajamos a la capital mundial de la moda y queremos conocer esta obra, tengamos en cuenta que hace falta reservar con varios meses de anticipación.

Esteban Nigro (publicado por Perfil.com el 28/05/2023)

Fuente: Radio Perfil | La historia de la construcción de Milán

Qué pasó con el “Titanic” italiano que traería a la familia del papa Francisco a Buenos Aires

Esto contaba el papa Francisco a Jorge Fontevecchia, durante la entrevista que se realizó en el Vaticano, con motivo de sus diez años de papado en la Iglesia Católica, sobre la migración de sus padres a la Argentina, hace más de un siglo:

—Sus padres se salvaron de morir por no haber tomado un barco que salía de Italia con destino a Sudamérica, y que terminó hundiéndose en el océano. Usted mismo atravesó una dolencia que podría haber acabado con su vida, ¿cree en el destino, cuál es su relación respecto de cierta predeterminación de la vida? 

—Papá y los abuelos, porque mamá era argentina. Tenían billete para el Principessa Mafalda, en el 27 y no habían terminado de vender las propiedades que tenían en Italia, y lo pasaron para el “Giulio Cesare” en enero del 29, se salvaron de naufragar.

—No es una historia muy común, la mayoría de los barcos no se hunden.

—Lo del Principessa Mafalda fue una tragedia, no murieron todos, pero la mitad murió en las costas de Brasil. El destino, cada uno va caminando en la vida y Dios va eligiendo, a mí no me leyeron la mano, “acá vas a ser Papa”.

—¿Usted cree en el destino?

—El destino en cuanto previsión de Dios, sí, pero no como algo inmodificable, como algo que ya está destinado, no. El destino es el camino, es la vocación que Dios te da, pero que te deja libre. Y vos podés aceptar ese llamado de Dios o no aceptarlo.

—Existe el libre albedrío.

—Gracias a Dios que existe.

El destino del “Titanic” italiano

El Principessa Mafalda era el mejor barco de principios del siglo XX. Lo habían construido los genoveses, marinos de alma, para cubrir la ruta Génova – Buenos Aires. Con todos los honores, se botó al mar en 1909, cuando hizo su viaje inaugural cubriendo el inmenso Atlántico a 18 nudos por hora.

En la cima del movimiento futurista italiano, en la apoteosis de la velocidad, el Principessa Mafalda era una “bestia” portentosa de 141 metros de longitud, con 9.210 toneladas de registro, que tres máquinas de vapor de triple expansión propulsaban con el auxilio de dos hélices de doble tornillo.

No podía fallar. Sin embargo falló, contra todos los pronósticos. Y no hay peor cosa que no saber interpretar las señales.

Porque el Principessa Mafalda, que reinó en el Atlántico durante dos décadas, trayendo sangre xeneize a La Boca, tenía un buque gemelo, el Principessa Jolanda, que se había hundido en el mar apenas lanzado a la aventura el 22 de septiembre de 1907, cinco años antes del naufragio del Titanic.

Propiedad de la compañía naviera NGI (Navigazione Generale Italiana), fue bautizado en honor de la princesa Mafalda de Saboya, segunda hija del rey napolitano Vittorio Emanuele III, el monarca de las dos Guerras Mundiales y del fascismo, el que finalmente hizo arrestar a Mussolini.

Con comodidades para transportar a 180 pasajeros en primera clase, 150 en segunda y 1.200 en tercera, tenía un salón de baile de dos pisos y profusa decoración dorada estilo Luis XVI.

Principessa Mafalda, el “Titanic” italiano

El 11 de octubre de 1927, el Principessa Mafalda zarpó de Génova, al mando del capitán Simone Gulì, y debía llegar a Buenos Aires 14 días más tarde, luego de hacer escalas en Barcelona, Dakar, Río de Janeiro, Santos y Montevideo.

En ese viaje, transportaba un total de 971 pasajeros, atendidos por 281 tripulantes a bordo. En sus bodegas, abrazaba 300 toneladas de carga, 600 sacos de cartas de papel y un dato interesante: 250.000 liras de oro que debían llegar a manos del gobierno argentino, a la sazón a cargo de Marcelo Torcuato de Alvear, casado con la soprano Regina Pacini, hija de Pietro Pacini, el prolífico autor de 90 óperas italianas.

Luego de la primera escala en Barcelona, comenzaron los dolores de cabeza para el capitán Simone Gulì. Había fallas mecánicas que lo obligaron a zarpar del puerto de Barcelona 24 horas más tarde que lo previsto.

Con navegación de perezoso remontando una palmera, surcaba las aguas con tal lentitud que los pasajeros no podían distinguir si estaban avanzando o se habían detenido. A veces, incluso, echaban el ancla en alta mar durante extensas horas.

El sistema de refrigeración se rompió, hubo intoxicados y terminaron tirando a los peces toneladas de alimentos. En una escala imprevista en Cabo Verde, el capitán ordenó reparaciones de emergencia, reabasteció las heladeras y pidió a NGI un buque de reemplazo, pero la compañía le telegrafió “continúe hasta Río y espere instrucciones”.

El destino del Principessa Mafalda

Sin mayores novedades en el frente marino, el buque continuó con sus escalas y surcó el Atlántico mientras los alegres pasajeros, que habían creído que los percances ya se habían subsanado, disfrutaban del champagne, la vida opípara y los atardeceres en cubierta.

Hasta el 23 de octubre, cuando se hizo evidente que el buque navegaba ladeado, con una escora a babor. Al día siguiente, sin embargo, ya muy cerca de la costa de Brasil, la convocatoria a una fiesta “titánica” para celebrar el cruce de la Línea del Ecuador, con orquesta en vivo, cena especial y torta enorme, desdibujó el entrecejo fruncido de los escépticos. Nada había que temer.

Si hubieran escuchado a su correligionario, Luigi Pirandello, que sabía mejor que nadie que “nada de lo que parece es”…  El 25 de octubre, el barco se sacudió varias veces con estremecimientos que nacían de lo más hondo de su ser.

El capitán intentó disimular comunicando que se había roto una hélice y que, a 80 millas náuticas de Salvador de Bahía, no había nada que temer. Efectivamente, creyó que renga, su Principessa Mafalda se arrastraría hasta la costa brasileña. Vencido ante lo evidente, lanzó un SOS marítimo y, en breve, dos barcos que navegaban cerca, el Empire Star de Gran Bretaña y el neerlandés Alhena, se aproximaron.

El destino y el papa Francisco

Día soleado, ayuda próxima, botes salvavidas… todo parecía bajo control y con vuelta de tuerca. Sin embargo, las escenas de espanto que nos mostró James Cameron en la película Titanic (1997) podrían considerarse una revelación de lo que deben haber sido las últimas horas del Principessa Mafalda, su funesta secuela.

Camarotes llenándose de agua; pánico y descontrol; pasajeros armados que exigían prioridad revoleando sus armas; botes salvavidas que se hundían por el sobrepeso y la desesperación; los buques de auxilio a la distancia, temiendo que explotaran las calderas; los gritos desgarradores de las familias divididas; el capitán Simone Gulì muriendo ahogado, en el vientre de su Principessa, junto a sus dos fieles operadores de radio; el jefe de ingenieros, pegándose un tiro en la sien…

A las 10 de la noche, cinco horas más tarde de los estertores agónicos, el mar se tragaba al Principessa saboreándolo como si fuera un último bocado.

En el “Titanic” italiano murieron 314 personas y fue la mayor tragedia de la historia de la navegación italiana moderna que se estudió y volvió a analizar varias veces hasta dar un dato curioso: en el Principessa Mafalda murieron más pasajeros de primera clase (51,8%) que de tercera (27,8%).

Un “revés” del destino hizo que la familia de Jorge Bergoglio perdiera el viaje. De no haber sido así, hoy no tendríamos Papa Francisco.

Monica Martin (publicado por Perfil.com el 22/03/2023)

Fuente: Qué pasó con el “Titanic” italiano que traería a la familia del Papa a Buenos Aires | Perfil

El Falso “Made in Italy” provoca pérdidas millonarias a Italia

De los 129 mil millones de euros que cada año se facturan por exportaciones de productos agroalimentarios que se supone son italianos, apenas el 40 por ciento realmente lo son: el resto, por unos 77.400 millones de euros, son parte de la industria del “italian sound”, aquellos que “suenan” como italianos, pero no lo son.

La denuncia fue hecha hoy por la Confederación de Cooperativas Italianas durante la Fiesta de la Economía de Trento, en el norte del país.

“En Japón, Brasil y Alemania, por citar solo los tres países más afectados por el fenómeno del ‘italian sound’, siete de cada 10 productos agroalimentarios italianos no tienen nada que ver con el auténtico Made in Italy”, afirmó el presidente de la entidad, Mauricio Gardini.

Según él, esto provoca “un daño económico notable a los productores y a la imagen de toda la economía de nuestro país”.

Entre los productos más falsificados se encuentran el ragú de carne, el queso parmesano y el vinagre balsámico. (ANSA).

Fuente: El Falso “Made in Italy” provoca pérdidas millonarias a Italia – Economia – ANSA Latina

El Obelisco cumple 87 años

“Será con el correr del tiempo el documento más auténtico de este fasto del cuarto centenario de la ciudad. Dentro de las líneas clásicas en que se erige, es como una materialización del alma de Buenos Aires que va hacia la altura”, dijo el intendente porteño Mariano de Vedia y Mitre la tarde del sábado 23 de mayo de 1936, el día en que se inauguró un monumento insignia de la cuestión porteña que, desde entonces, cada 23 de mayo cumple años: el Obelisco ya celebra 87 años de historia.

Pero en la década del treinta, en las vísperas de los 400 años de la primera fundación de Buenos Aires, el intendente se encontró con un dilema: no sabía cómo homenajear semejante acontecimiento. Pensó en la construcción de una escultura. Algunos le habían propuesto colocar en la flamante avenida 9 de Julio que empezaba a trazarse, en su cruce con Corrientes, una estatua de Hipólito Yrigoyen, y otros pretendían homenajear a Carlos Gardel, fallecido trágicamente en junio del año anterior. Pero el alcalde, que había asumido en 1932 nombrado por el presidente Agustín P. Justo, no estaba convencido. Hasta que a su secretario de Hacienda y Administración Atilio Dell’Oro Maini se le ocurrió la idea de construir un obelisco. A Mariano de Vedia y Mitre le gustó y le propusieron al arquitecto Alberto Prebisch hacerse cargo del proyecto y de la obra, que aceptó complacido. Prebisch era un tucumano de 37 años autor, entre otros, del Teatro Gran Rex y de los cines Gran Rex de Rosario y el Atlas de Lavalle.

Suponía una obra “que señale al pueblo de la República la verdadera importancia de aquella efeméride, que no existe en la ciudad ningún monumento que simbolice el homenaje de la Capital de la Nación entera”, según afirma el decreto del 3 de febrero de 1936.

Mariano de Vedia y Mitre llevó adelante una obra importante en la ciudad. Impulsó la construcción de hospitales, como el Argerich, la reconstrucción del Fernández, el ensanche de la calle Corrientes, las trazas de la avenida Juan B. Justo y de la avenida 9 de julio, cuyo primer tramo de Bartolomé Mitre y Tucumán se inauguró en 1937. Construcciones coloniales fueron desapareciendo, como fue el caso de la famosa jabonería de Vieytes, donde los revolucionarios se reunían en esos días de mayo de 1810.

Pero con el Obelisco debió enfrentar a los que se oponían al proyecto, a los que consideraban que lo que pretendía construir era “un monumento estrafalario”, “adefesio”, “bodrio”, los que aseguraban que había un negociado detrás, los que creían que se trataba de una edificación anti estética.

Tenía, a su vez, una complicación de base. Hubo un juicio entre la municipalidad porteña y la curia porque lo que se interponía en el ensanche de la avenida Corrientes era la iglesia de San Nicolás de Bari, que se levantaba justo donde ahora está el obelisco. Había sido inaugurada en 1727 y allí se bautizaron, por ejemplo, Mariano Moreno, Manuel Dorrego y Bartolomé Mitre y fue sepultado el cura Manuel Alberti, el primer miembro de la Primera Junta en fallecer. En su torre se izó por primera vez la bandera argentina el 23 de agosto de 1812 y el nombre del barrio de San Nicolás se debe al santo de ese templo. La municipalidad ganó el juicio y el 16 de agosto de 1931 monseñor Figueroa celebró la última misa. La iglesia “desaparece demolida por la piqueta municipal”, escribía la revista Caras y Caretas. En 1935 se inauguró la iglesia en su ubicación actual, avenida Santa Fe al 1300.

La alemana GEOPE fue la empresa constructora. Los trabajos comenzaron el 20 de marzo de 1936 y el Obelisco, de 67,5 metros de altura, con una escalera con 206 escalones y siete descansos para llegar hasta su mirador, se inauguró el sábado 23 de mayo de ese mismo año a las 15 horas. Participaron 157 obreros, y hubo que lamentar la muerte de uno de ellos, el italiano José Cosentino. El total de la obra ascendió a 200.000 pesos. Su construcción demoró apenas dos meses y se cumplió la indicación del intendente, quien quería que estuviese terminado antes del 25 de mayo.

¿Por qué Prebisch eligió diseñar un obelisco? Dijo que “se adoptó esta simple y honesta forma geométrica porque es la forma de los obeliscos tradicionales”. Cada una de sus caras evoca un momento histórico: la primera fundación de Buenos Aires en 1536, la segunda en 1580, la primera vez que flameó la bandera argentina en 1812 y la federalización de Buenos Aires en 1880.

Demuelan el Obelisco

Pero no todo terminaría allí. Sus detractores, que se habían quedado con la sangre en el ojo porque decían que el proyecto no había sido discutido en el Concejo Deliberante, tuvieron el motivo para volver a la carga. El 21 de junio de 1938, un día después que se celebró el acto por el día de la bandera, se desplomaron losas que lo recubrían, presumiblemente por la vibración del subterráneo, ya que los cimientos del obelisco están sobre la línea B. De haberse caído un día antes, lo hubieran hecho sobre la multitud de chicos que se habían reunido allí.

En junio del año siguiente los concejales porteños, por 23 votos a favor y uno en contra, votaron la ordenanza 10.251 que establecía su demolición, argumentando razones de seguridad, estéticas y económicas, ya que no querían invertir más fondos.

Se fundamentó que la ley 8855 no autorizaba la construcción de monumento alguno en todo el trazado de la 9 de Julio, que la obra carecía de validez legal, que desde el punto de vista estético tenía un estilo funerario y que su revestimiento no garantizaba seguridad. En definitiva, había que demolerlo al nivel del suelo.

La Avenida 9 de Julio recién comenzaba a trazarse, y el Obelisco quedó encerrado entre edificios. “Es estéticamente feo”, lo criticaban aquellos que estaban acostumbrados a contemplar otra clase de arquitectura.

Tuvo que terciar el propio presidente Roberto Marcelino Ortiz, al expresar que el Obelisco era un monumento para recordar un acontecimiento importante como fue la primera fundación de Buenos Aires, que el intendente porteño era sólo un delegado del gobierno nacional, y que el Ministerio de Obras Públicas se encargaría de costear las reparaciones. Y llegó el veto del intendente Arturo Goyeneche.

Se quitaron las losas y se las reemplazaron por mampostería. En el apuro, se eliminó la leyenda que indicaba que Presbisch había sido el arquitecto de la obra.

¿Por qué se llamó Obelisco? “Porque había que llamarlo de alguna manera”, respondió el arquitecto. De ahí en más sería testigo de alegrías y tristezas, de hechos memorables y desgraciados. La materialización del alma de Buenos Aires, como lo describieron cuando nació.

Adrian Pignatelli (publicado por Infobae.com el 23/05/2018)

Fuente: El Obelisco cumple 87 años: la historia del monumento que fue construido donde se izó por primera vez la bandera argentina – Infobae

Informe Feria del Libro

En el evento cultural más importante de esta temporada en la CABA, la 47° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, organizado por la Fundación El Libro, que tuvo a Chile como invitado de honor, se realizó el lunes 8/05/23 a las 17,30 hs, en el Predio Ferial La Rural, Sala Alfonsina Storni (Pabellón Blanco); la presentación del libro Ciencias Humanas, Sociales, Jurídicas y Políticas. Parentesco, filiación y doble ciudadanía. Cuestiones de familia y derecho de las personas, de Editorial Dunken.

Dicha obra fue presentada por Raúl Mattiozzi, su autor; el Dr. Andrés Febbraio, docente universitario (UMSA – UBA); autor de la nota presentación del libro, que no pudo estar presente por problemas ajenos a su voluntad y la participación de la Lic. Cristina Borruto, Periodista y relatora oficial de la embajada italiana.

En la primera parte el autor, descendiente de la única familia italiana que sobrevivió al hundimiento del Principessa Mafalda, en el año 1927, retoma la problemática de la inmigración, las políticas públicas y marco regulatorio; las consecuencias de la guerra, los testimonios, la dudosa traducción y trasmisión de las costumbres. En breve: el abordaje de las dos lenguas, el lenguaje, los dos idiomas, proponiendo que la doble patria debe ser pensada en la articulación de las cuatro ciencias; y dejó dos preguntas: porque aquel accidente naviero y sus sobrevivientes han quedado bajo el manto del olvido y a que se debe que los descendientes de italianos no hablan este idioma.

En la segunda parte la Lic. Cristina Borruto recordó cómo una bomba destruyó la casa de su abuelo paterno en Calabria, cómo sobrevivieron, las adversidades de la inmigración, y los esfuerzos para la adaptación en nuestro país, como esta nieta, madre de dos hijos: una nacida en Italia y el otro en Argentina; con destacada participación en el desarrollo y asesoramiento de las dos culturas, sus dos idiomas, la doble ciudadanía, que hoy representa un modelo, no sólo de una digna y respetable familia, sino a toda la comunidad italiana.

La Pascua ucraniana

El Domingo 23 de Abril a las 13 horas en la sede de la Asociacion Ucrania Prosvita calle Soler 5039 de esta Capital se llevó a cabo la celebración de la Pascua ortodoxa. La Federacion nacional de Asociaciones de Damas italo Argentinas que preside la Prof. Maria del Carmen Roni colaboró intensamente en la difusión de tal evento realizado para recaudar fondos a fin de comprar elementos necesarios para enviar a la Patria invadida y destruida por una guerra cruel con el propósito de anexarla a los territorios de Rusia .

Ya el 22 de Abril de 2021 la FADIA realizo un homenaje a esta Nación en el Salón Roma del Circulo Italiano a lleno completo contando con autoridades, funcionarios, miembros de la Iglesia católica, de la prensa y de otras colectividades. Ucrania aportó un coro de más de 30 personas y una orquesta de bandurrias que emocionaron a todos los presentes. Por su parte, FADIA presentó el Tango Argentino, y una exquisita soprano que entre varias interpretaciones de la ópera italiana, finalizó con el Ave Maria como oración por el alma de todos los difuntos, fueran del lado que fueran.

Este Domingo Pascual la FADIA se presentó con 25 invitados entre los cuales 9 presidentas de distintas instituciones testimoniando con su presencia el absoluto apoyo que tiene la colectividad ucraniana en nuestro país. Toda la reunión tuvo un episodio emotivo uno tras otro. Al inicio se encendió la vela de la vida acompañada por oraciones en el idioma original.

A continuación el obispo fue mesa por mesa arrojando agua bendita a todos los comensales En ese momento se encendieron las velas que estaban colocadas en el centro de grandes panettones A continuación en el escenario cantó el coro y ejecutó diversas canciones regionales la banda de bandurrias, constituída por grandes guitarrones.

El almuerzo también era absolutamente alusivo a la fecha con huevo, símbolo de la pascua, diversos fiambres autóctonos y pepinillos agrios, con elementos lácteos como queso tradicional y ricota. El plato principal fue costillitas de cerdo con chucrut. Todo casero.

El agregado cultural dirigió un saludo al publico, en nombre del Embajador, que hace solo dos meses se encuentra en nuestro país. Y el Presidente fue mesa por mesa agradeciendo la presencia de los invitados especiales los cuales ya habían sido nombrados y aplaudidos por el publico presente.

Una jornada inolvidable que merece ser destacada en estos momentos trágicos que esta viviendo ese hermoso pueblo , digno de todo nuestro amor al projimo y de nuestra solidaridad sin límites.

Prof. Maria del Carmen Roni

Práctica, indestructible e inspirada en una lavadora: así entró la cafetera italiana en el 90% de los hogares

“¡En casa, un espresso como el del bar!”. Con este eslogan se anunciaba la cafetera Moka Express de Bialetti hace 90 años, cuando salió al mercado. Como suele ocurrir con el marketing, nada en él era casualidad. Para una parte sustancial de la población de la Italia fascista de los años treinta, tomar un café en un establecimiento hostelero era un pequeño lujo que uno no se podía permitir todos los días. La opción de hacérselo uno mismo, antes de salir a la calle, resultaba más rápida y barata y aún conservaba un regusto aspiracional. Esta cafetera doméstica fue un éxito inmediato de ventas, pero la explosión llegó a mitad de siglo, al someterse a fabricación industrial. Se estima que en la Italia actual está presente en el 90% de los hogares. La Europa mediterránea es su principal feudo, pero, según la compañía, a día de hoy se han vendido más de 300 millones de unidades en todo el mundo. Y por su belleza y perfección funcional forma parte de prestigiosas colecciones de diseño. La moka ha sobrevivido a crisis financieras y a la proliferación de las máquinas de cápsulas. Porque, como el aluminio del que está hecha, es extraordinariamente dúctil y resistente.

El invento de la moka estuvo precedido de otro también magistral, el café exprés, o espresso por su nombre italiano. En 1884 el turinés Angelo Moriondo ya había presentado una patente en la Exposición General de la capital piamontesa, pero la primera máquina para preparar café espresso que llegó a comercializarse la registró Luigi Bezzera en Milán tras el cambio de siglo. Desde 1905, Desiderio Pavoni empleó esta patente para venderla bajo su marca La Pavoni.

Con anterioridad la bebida se preparaba de manera no muy distinta a la turca, como una larga infusión de agua hirviendo en café molido que generaba un brebaje amargo y algo terroso que debía endulzarse con azúcar. El nuevo método lograba un resultado más puro y delicado utilizando presión para que el agua caliente atravesara con rapidez una capa gruesa de café. La invención generó a su alrededor toda una cultura que para Italia se ha convertido en rasgo de identidad. Irónicamente, al principio se dispensaba sobre todo en los llamados bares americanos, como el Caffè Maranesi de Florencia, donde la clientela tomaba su bebida de pie en lugar de sentado en una mesa. Hasta que en 1933 Alfonso Bialetti (1888-1970), hombre de negocios italiano que había abierto una manufactura de objetos de aluminio al regresar de una década de trabajo en ese mismo sector en Francia, irrumpió con la moka.

El nombre era un homenaje a la ciudad portuaria de Yemen que había liderado el mercado cafetero entre los siglos XV y XVII, aunque en España se conozca sobre todo como “cafetera italiana”. Se fabricó en aluminio porque, en pleno periodo autárquico decretado por Mussolini, el país veía restringidas sus posibilidades de importar acero y, a cambio, acumulaba notables reservas de bauxita, de donde se obtenía aquel metal. Su diseño facetado octogonal característico de la época, dentro del repertorio art déco abrazado por la estética fascista, terminó resultando atemporal, o más bien de una modernidad perenne. Como lo es el propio objeto: una buena cafetera italiana resulta prácticamente indestructible, así que se le puede dar uso diario durante décadas sin más mantenimiento que la reposición periódica de la goma del filtro, su componente más perecedero.

Cuatro piezas principales componen el aparato: un hervidor donde se vierte el agua y que queda en contacto directo con la fuente de calor; un filtro extraíble donde se coloca el café molido; una cubeta superior a la que asciende el líquido una vez obtenida la presión suficiente gracias al vapor resultante del punto de ebullición, que además incorpora un segundo filtro sujeto con una goma circular y un mango exterior de baquelita u otro material termorresistente; y la tapa coronada por un tirador. Al parecer, Alfonso Bialetti se habría inspirado en la lessiveuse, una rudimentaria lavadora inventada en la Francia del siglo XIX de idéntico mecanismo, que para entonces ya estaba en desuso.

Durante su primera década de vida, la Moka Express de Bialetti se produjo de forma semiartesanal, lo que permitía que de su fábrica en Crusinallo di Omegna, cerca de Turín, salieran unas 70.000 unidades al año. Pero Renato Bialetti, hijo de Alfonso, tomó las riendas del negocio en 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, e industrializó el proceso, lo que propulsó el ritmo productivo, que acabaría llegando hasta los cuatro millones de cafeteras anuales. También por iniciativa de Renato, en 1953 apareció el omino coi baffi (hombrecillo con bigotes), obra del historietista Paul Campani, que caracterizaba al producto en las campañas visuales. Desde 1967 el omino –que alza un dedo, obviamente pidiendo un café- se hace estampar en las propias cafeteras para distinguirlas de la competencia, y reforzando la imagen de marca.

En Italia la moka reemplazó rápidamente a la vieja cafetera napolitana o cuccumella, que también permitía preparar el café en casa, aunque con algunas desventajas: era necesario darle la vuelta cuando el agua rompía a hervir, y la infusión no se obtenía gracias a la presión sino por efecto de la gravedad (el agua desciende en lugar de ascender), con lo que el proceso resultaba más lento. Sin embargo, aún se utiliza, sobre todo en algunas zonas del sur de Italia, en honor a cierta tradición.

El MoMA de Nueva York y el museo de la Trienal de Milán incorporaron la Moka Express de Alfonso Bialetti a sus colecciones de diseño. Aunque sus formas por fuerza tuvieron que fascinar a los futuristas italianos, siempre favorables a los diseños que sugirieran ligereza y modernidad, no ha sido hasta tiempos más recientes cuando un creador plástico de renombre internacional la ha adoptado como motivo característico. El artista multidisciplinar sudafricano William Kentridge (Johannesburgo, 67 años) la emplea de forma recurrente, atendiendo a sus líneas antropomórficas. En su serie documental Self-Portrait as a Coffee Pot (2022), traducible como Autorretrato como una cafetera, Kentridge se entrevista a sí mismo desde un prima visual cercano al cine de Dziga Vertov o Chaplin, autores en activo justamente en los tiempos en que la moka apareció en el mercado.

Sin embargo, es más que un objeto bello y funcional. Su uso ofrece un compendio de estímulos para los sentidos, que comienza con el característico sonido de borboteo que anuncia la salida del líquido y sigue con el aroma que de inmediato extiende a su alrededor. Frente a esto palidece el zumbido de las máquinas de cápsulas, que sin embargo han supuesto una amenaza para la tradicional cafetera italiana. Nolo Botana, fundador de los establecimientos de café de especialidad de Hola Coffee y Misión Café, prefiere la moka por diversas razones: “Es cierto que las cápsulas son un producto de uso fácil y que no ensucia, pero tienen su punto menos sostenible. Además, la moka posibilita comprar el café que tú quieres, con la información de trazabilidad hasta el productor, y puedes molerlo en el momento, con lo que siempre obtendrás un gran café”.

Sin embargo, la capacidad de la Nespresso para producir un café de una calidad en teoría similar pero tan rápido como el instantáneo, junto con un posicionamiento cercano al del mercado del lujo y la popularidad que le proporcionó la contratación de George Clooney como reclamo publicitario, contribuyeron a su rápida expansión a partir de los dosmiles (si bien la patente de Nestlé data de 1976). Esto perjudicó las ventas de la moka, de las que dependía la empresa Bialetti, que en 2017 quedó al borde de la insolvencia con una deuda financiera de casi 80 millones de euros y pérdidas de 5 millones. No fue esta su única crisis financiera: en realidad, desde los años setenta la marca ha atravesado dificultades que han tratado de resolverse mediante fusiones y compras de capital por otras compañías y la diversificación del producto. Sin embargo, los cambios de consumo generados tras la pandemia han favorecido una nueva popularidad de la cafetera tradicional, que ha escalado tanto en la apreciación del público como en niveles de ventas.

Moreno Faina, director de la Università del Caffè de Illycaffè, considera que la celebración del 90º aniversario de la moka original es un claro ejemplo del éxito tecnológico de esta cafetera: “La moka ha representado y sigue representando un modelo virtuoso y sostenible en la preparación del café”, afirma. “En comparación con las preparaciones de café de filtración por gravedad, como el café de filtro, chemex, V60, etcétera, la preparación de café con una moka, una filtración a presión, permite extraer más sustancias del polvo en un tiempo más corto y con mayor intensidad aromática y gustativa si se usa un café de alta calidad”.

Moreno Faina proporciona algunos consejos para optimizar el resultado: “Las acciones empiezan con la elección del café, siendo ideal un blend de los mejores de la variedad Arábica, y su adecuada molienda. Después, no se debe exagerar con la dosis indicada ni compactar el café en polvo en el filtro; hay que mantener la fuente de energía a baja intensidad durante todo el proceso de extracción, con la llama de la cocina entre mínima y media, y detener el proceso con las primeras gotas de café, justo antes de que el flujo comience a burbujear y el riesgo de quemarlo sea muy alto. Remueva bien todo el café así obtenido y sírvalo en una taza”.

Pero preparar café no es el único uso posible para una cafetera italiana. Cuando en 2016 falleció Renato Bialetti, se difundieron unas pintorescas imágenes del funeral religioso donde el sacerdote oficiaba frente a una enorme moka que albergaba las cenizas del difunto. Poco podía hacerse ya por este contenido; al continente, en cambio, aún se le augura larga vida pasados los noventa.

Ianko López (publicado por El País el 29/04/2023)

Fuente: Práctica, indestructible e inspirada en una lavadora: así entró la cafetera italiana en el 90% de los hogares | ICON Design | EL PAÍS (elpais.com)

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