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junio 2020

La colectividad italiana y sus representantes

El cese forzado de actividades que implica esta época de cuarentena abre espacios de manera casi inconciente a momentos de reflexión, pensamientos y balances. En un silencio casi absoluto vuelven pensamientos y recuerdos  de otras épocas, cuando nuestra colectividad se caracterizaba por su efervescencia.

Siempre lo fue, ahora también se organizan actividades y se firman convenios, pero es inevitable pensar que actualmente nuestra comunidad parece la sombra de lo que fue hace no mucho tiempo, puede ser porque antes había muchas personas y hoy hay muchas menos, la operatividad se hacía más evidente. En los últimos años llegaron de Italia nuevos migrantes italianos, entre ellos muchas mujeres, pero ellas prefieren tener otros espacios de reunión en internet y en las redes sociales.

Por respeto a la historia hay que recordar que la colectividad organizada nació oficialmente en 1858, cuando 35 italianos fundaron la Unione e Benevolenza. Desde entonces nunca dejó de realizar actividades, aunque tuvo momentos de mayor o menor efervescencia. Alcanza con pensar cuando la colectividad juntó dos veces el dinero necesario para encomiendar al escultor Arnoldo Zocchi la realización del monumento a Cristoforo Colombo, que se inauguró en 1821 con la presencia del entonces presidente Hipolito Yrigoyen.

En el segundo posguerra mundial en una nueva oleada migratoria llegaron personas fuertes, determinadas con ideas claras en relación a los derechos de los italianos en el exterior. Sabían que un emigrante para el Estado Italiano era una persona muerta y ellos querían continuar siendo ciudadanos italianos. Entre tantos tenemos a Luigi Pallaro, Alfredo Maltinti, el Dr. Francesco Franco, Antonio Ambrosio, Mario Frizzera, Fernando Caretti, alpino y presidente de la Unione Ossolana, y muchos otros. Fueron ellos y muchos más los que lucharon para el reconocimiento del derecho de continuar a existir de los emigrantes italianos. Hay que recordar también a Antonio Macri, tío del ex Presidente Mauricio Macri y padre de Jorge Macri; Domenico Pugliese, Riccardo Laino, Franco Arena, Marcelo Pacifico. Muchos luchadores que libraron una verdadera guerra en pos de sus objetivos y lograron, gracias al diputado Mirko Tremaglia, una verdadera victoria: el reconocimiento del derecho al voto de los italianos en el exterior y la creación de la “circoscrizione estero” con la Ley 459/2001. 

Lamentablemente desde entonces nuestros directivos nos dejaron por razones naturales y son pocos los descendientes que siguen su legado, salvo contadas excepciones, fueron fagocitados por las exigencias de su cotidianidad, como nos cuenta la inmigrante triestina Eleonora Marí Smolensky es su libro “Colonizadores colonizados. Los italianos porteños“.

Edda Cinarelli

La Liga Solidaria de Mujeres Calabresas en Argentina

La “Liga Solidaria de Mujeres Calabreses en Argentina” está compuesta por un grupo de mujeres comprometidas en difundir el recuerdo de la inmigración calabresa y la cultura de Calabria, la preside la cavaliere Irma Rizzuti. Entre sus logros resalta la sanción de parte de la Región Calabria del Día Mundial del Emigrante Calabrés, mediante la Ley Regional del 6 de noviembre de 2012, Art. n.° 54. dispuesto el 2 de abril, en coincidencia con el día de San Francisco de Paola, patrono de Calabria. Esto fue posible gracias a un proyecto de la Asociación “Lega Donne Calabresi” y de la Federación de Asociaciones Calabresas en Argentinas. Desde entonces la celebración se realiza en todos los países que cuentan con una fuerte presencia de la colectividad calabresa, cuya asociaciones organizan los festejos con las autoridades de los gobiernos locales.

En Buenos Aires la celebración se desarrolla en la Av. De Mayo, con stands de todo tipo, música y espectáculos varios, con la presentación histórica de Cristina Borruto. Este año no tuvo lugar debido a la situación de alarma general y la cuarentena generada por el coronavirus. De esta manera, gracias a una idea de la Liga, Italia es el único país del mundo que en Buenos Aires festeja su cultura dos veces al año.

El Movimiento de Mujeres Calabresas a lo largo de estos años desarrolla muchas actividades, cuyo objetivo principal radica en la valorización y la transmisión de la Cultura de las Raíces, reconociendo el trabajo de otros miembros de la Colectividad a partir de manifestaciones y premios que ha instituido como el Premio a la Mujer Calabresa del Año en Argentina y en el Exterior, Miss Calabrisella, el diploma a Padres que Proyectaron las Raíces en sus Descendientes.

Siempre con el fin de promover la cultura calabresa y rendir homenaje a los inmigrantes de la región, ha realizado varios homenajes a la Mujer Inmigrante, actos solidarios, cursos, talleres y varios Congresos. Ha creado también redes con Mujeres Calabresas de distintos países, lo que hizo que se entrelazaran y potenciaran las relaciones de Mujeres Calabresas de todo el Mundo.

Cristina Borruto y Edda Cinarelli

Los 110 años de Alfa Romeo, el corazón deportivo que no deja de latir

1950-1951. En las dos primeras temporadas de la Fórmula 1, Alfa Romeo dominó el Mundial con “Nino” Farina y Juan Manuel Fangio

Lorenzo Ardizio es el curador del Museo Storico Alfa Romeo. ¿Puede existir un anfitrión mejor para que nos enseñe la historia de la marca de Milán, que el próximo miércoles cumplirá su 110° aniversario? Claro que no.

“Alfa Romeo tiene un ADN exclusivo y muchas historias que han forjado la pasión por nuestra marca. No solo coleccionamos autos, aquí en el museo de Arese está el legado de estos 110 años”, abre las puertas del paseo virtual, como exigen los tiempos, Ardizio, quien también dirige el Centro Documentazione Alfa Romeo (que guarda 6000 metros lineales de documentos y medio millón de imágenes) y el Centro Storico Fiat.

La historia de Alfa Romeo comienza así el 24 de junio de 1910. Un grupo de emprendedores italianos había comprado meses antes la filial de la fábrica francesa de automóviles Darracq, que tenía sus talleres en Portello, cerca de Milán. Así, fundaron la Anonima Lombarda Fabbrica Automobili (A.L.F.A.).

El primer modelo no se hizo esperar. El emprendimiento contrató a Giuseppe Merosi, un cotizado ingeniero especialista en motores de competición, que pronto tuvo listo el auto que inició la saga de Alfa: el 24 HP. Asimilable hoy a un sedán deportivo, tenía motor de 4.1 L y 42 HP de potencia, que le servía para alcanzar ¡100 km/h de velocidad! No fue la única contribución de Merosi, cuyos diseños forjaron buena parte de la fama inicial de Alfa Romeo: aportó el exquisito e inconfundible escudo que identifica a la marca.

La idea surgió de un amigo suyo mientras esperaba el tranvía frente al famoso Castello Sforzesco, uno de los símbolos de Milán. Allí parado, el diseñador Romano Cattaneo reparó en el “Biscione”, la serpiente que devora a un hombre, del escudo de armas de la familia Visconti, que rigió los destinos de la ciudad-estado durante la Edad Media y el Renacimiento. “A Merosi le gustó el símbolo, que combinaron con la cruz roja sobre fondo blanco, el emblema de la ciudad. Las siglas ALFA y dos nudos en honor de la familia real de Saboya, completaron el inconfundible logotipo”, rememora Aridizio.

El 24 HP era un éxito en 1913, con 200 unidades fabricadas en el año, pero la Primera Guerra Mundial cambió la ecuación y los bancos acreedores decidieron imponer al frente de la compañía al empresario y financista napolitano Nicola Romeo.

Tras la cruenta conflagración que duró cuatro años, Alfa dejó de ser una fábrica dedicada a la guerra, para volver a producir automóviles. No sin antes cambiar el nombre de la empresa por Alfa Romeo. Merosi volvió al tapete con el RL de 1922, modelo deportivo con motor de 6 cilindros con válvulas a la cabeza, que se fabricó en tres versiones: Normale, Turismo y Sport.

El legado de las pistas

En ese momento Nicola Romeo tomó una decisión que sería vital en la idiosincrasia de su compañía: participar en el creciente automovilismo deportivo, tanto para desarrollar presencia de marca como tecnología de punta. Una determinación que tendría un gran peso específico décadas más tarde en la Fórmula 1 y en la trayectoria de nuestro Juan Manuel Fangio.

Para empezar, Merosi diseñó el RL Targa Florio (1923), la versión “corsa”, liviana y corta, del modelo, con motor 3.0 L de 88 HP (en 1924, 3.6 L 125 HP), carburadores dobles. Además, reunió un equipo de ases del volante italianos: Ugo Sivocci, Giuseppe Campari, Antonio Ascari, Giulio Masetti y una joven promesa llamada Enzo Ferrari.

Con esta escuadra nace otro de los símbolos que distinguen a Alfa Romeo: el “quadrifoglio verde”, que identifica a los autos de competición y a las versiones más deportivas de cada modelo de serie. Antes de la Targa Florio (que se corrió por las rutas de Sicilia hasta la década del ’70) de 1923, Alfa no quería dejar nada librado al azar: por las dudas, pintaron en los capots de los autos un trébol de cuatro hojas verde con fondo blanco, a modo de amuleto de la suerte. El quadrifoglio probó su valía: Sivocci ganó, Ascari fue segundo y Masetti, cuarto. Un primer gran triunfo para la joven marca italiana.

Antes que terminara 1923, Merosi también diseñó y construyó el G.P.R (P1). Este “Grand Prix Romeo” tenía motor de 6 cilindros en línea 2.0 L de 95 HP. Sería su último aporte; antes de fin de año dejó su puesto de ingeniero en jefe de Alfa Romeo a Vittorio Jano, otra leyenda de la tecnología del automóvil. Dicen algunas lenguas, por la decisiva influencia de Enzo Ferrari.

La primera obra de competición de Jano fue el famoso biplaza Alfa Romeo P2, quizás el mejor auto de carrera de la década del ’20. Fue el primer Alfa con motor de 8 cilindros, en línea y de 1987 cc, sobrecargado (tecnología que siempre le rindió grandes frutos a la casa milanesa), que entregaba 140 CV en 1924, cuando debutó ganado a manos de Ascari en Cremona, y 155 CV en 1925, lo que le permitía al P2 llegar a los 205 km/h y ganar el primer Campeonato Mundial de Automóviles. Hasta 1930, el P2 ganó 14 Grand Prix y otras carreras famosas. “El P2 representa el punto de inflexión que crea el ADN de Alfa Romeo; ligero, ágil, esencial y victorioso”, reflexiona Ardizio.

En 1928 Alfa lanzó el 6C 1500 (por su motor de 6 cilindros), al que siguió el 6C 1750, tan exitosos en las pistas como en los concursos de elegancia. Para 1931, Jano volvió con su “monstruo”, el motor 8 cilindros supercargado, ahora de 2336 cc (mantuvo su vigencia hasta 1939), que era el corazón de 155 HP del primer Alfa Romeo 8C, el 2300. Este impulsor equipó además al primer monoplaza (es decir, un auto de carrera de un asiento) de la historia: el Monoposto Tipo B (P3), diseñado también por Jano.

El 8 en línea de Jano dejó su huella en la historia del automovilismo con 11 victorias en la Mille Miglia y cuatro consecutivas en las 24 Horas de Le Mans, amén de triunfos en la Targa Florio y varios GP en manos de nuevas estrellas peninsulares como Tazio Nuvolari y Achille Varzi. Cabe mencionar que en 1929 Enzo Ferrari había fundado su célebre Scuderia, utilizando autos Alfa Romeo. El propio Enzo corrió (con moderado suceso) hasta 1932, cuando nació su primogénito Dino.

Con problemas financieros desde el crack de 1929, en 1933 el régimen de Mussolini absorbió (e incluso militarizó) a Alfa Romeo, que abandonó toda participación oficial en las carreras. Este rol fue asumido por la Scuderia Ferrari, que incluso modifico y produjo autos de competición con el nombre de Alfa Romeo. Sin embargo, el ostensible dominio de Mercedes-Benz y Auto Union, subsidiadas por Hitler, decidió a los directivos de Alfa a retomar las riendas en las carreras creando Alfa Corse sobre la base de la Scuderia del furioso Commendatore, al que despidieron en 1939.

De esa época de colaboración entre Alfa y Ferrari quedó el Bimotore, auto experimental diseñado por Luigi Bazzi, que incluyó un segundo motor 8 en línea detrás del piloto. El auto era tan potente (270 HP cada propulsor) como inmanejable; sin embargo, el extraordinario Tazio Nuvolari alcanzó con él una velocidad de 337 km/h. Por su parte, Alfa desarrolló entre 1938 y 1940 los monopostos 308, 312 y 316 para enfrentar a los germanos. También de 1938 es el futuro famoso Tipo 158.

Entre los modelos de calle de esa época se destacan los 6C 2300 y 6C 2500, y los 8C 2300 y 8C 2900 de 1937, este último uno de los modelo preferidos del actual director de Diseño de FCA, Ralph Gilles. “El 8C 2900 1937 es un Alfa que ha ganado los más significativos concursos de elegancia alrededor del mundo y ha ayudado a establecer el lado superior del ADN de Alfa Romeo”.

Cambio de filosofía

“La planta de Portello fue devastada por los bombarderos aliados el 20 de octubre de 1944. No obstante, ni bien terminó la guerra en Europa, en abril de 1945, Alfa Romeo renació de sus cenizas con la presentación del 6C 2500 Freccia d’Oro (Flecha de Oro)”, explica Ardizio. Diseñado en Alfa y construido en Portello en 1947, este modelo dejó su traza en el diseño “alfista” con la parrilla vertical y casi triangular, incluyendo el escudo, unida a las tomas de aire horizontales laterales.

Pero Alfa no podía olvidar su ADN deportivo. La creación del Campeonato Mundial de Conductores, en 1950, la encontró en la cima del deporte motor con su impecable Tipo 158 “Alfetta” (ganó los 11 GG.PP. que disputó), que triunfó en la primera carrera de la historia de la F1 (GP de Gran Bretaña, Silverstone, 1950) y le permitió al italiano Giuseppe “Nino” Farina obtener el primer título mundial. Un año después, el Tipo 159, evolución del 158, con su motor de 1.5 L sobrecargado de 425 HP a 9300 rpm (el 158 rendía 350 HP a 8500), llevó al balcarceño Juan Manuel Fangio a su primera corona ecuménica (había que manejar semejante potencia, similar al de un F1 de los ’70, con esas ruedas angostas y sin alerones, ¡eh!). Un dominio arrasador en las dos primeras temporadas de la Fórmula 1.

Se sabe que las carreras dan más gastos que ganancias. Así, Alfa decidió cambiar drásticamente de rumbo: se retiró invicta de las competencias para relanzar sus modelos de calle y convertirse en un fabricante en gran escala de automóviles, utilitarios, motores navales e industriales. Presentado en París 1950, surge así el 1900 Berlina (“el sedán familiar para ganar carreras”), el primer Alfa producido en una línea de montaje y con volante a la izquierda, que se fabricó hasta 1958. En esa época también había concept cars y Alfa tuvo el suyo con el futurista y aerodinámico 1900 C52 “Disco Volante” (Plato volador) con carrocería desarrollada en el túnel de viento.

El modelo crucial en esta reconversión de Alfa Romeo en los ’50 fue la Giulietta Sprint, la hermosa coupé (1954) a la que siguieron en 1955 el sedán y el spider (fabricado por Pininfarina), que era la primera experiencia de Alfa con compactos de menos de 1300 cc y que apuntaba a un gran volumen de ventas. Lo hizo con su innovador motor 4 en línea de 1290 cc y 65 HP “biálbero” (doble árbol de levas a la cabeza) de aluminio y con una gran calidad. Se lo fabricó en varias versiones: Sprint Veloce, Sprint Speciale, TI y SZ de competición. El Giulietta fue un ícono del renacimiento automovilístico italiano de posguerra, en los años de la “Dolce Vita”.

Los chicos crecen

Ocho años después del impacto de la gama Giulietta, llegó el Giulia TI, que se presentó el 27 de junio de 1962 en Monza. El lugar perfecto para un modelo ágil y divertido de manejar, bien al estilo Alfa (ver contratapa). El auto era liviano (1000 kg), con un Cx superlativo (0,34) y un motor de 1570 cc, todo de aluminio, de 91 HP. Hubo luego versiones spider y berlina, incluso con el motor 1.3 L del Giulietta. El compacto Giulia también fue un gran éxito de ventas en toda Europa y llevó a Alfa Romeo a expandirse con la construcción de la fábrica de Arese, donde estableció su cuartel general hasta 1986. El Giulia tuvo una larga trayectoria y varios derivados, uno muy destacado: el deportivo Spider Duetto (1966), inmortalizado por Dustin Hoffman en la película El Graduado de 1967. El Alfa Spider 1600 se produjo hasta 1994.

Sin abandonar el foco en los autos de serie, la sangre deportiva de la marca se reflejó en la creación de Autodelta, el departamento de carreras, en 1961. En principio, para apuntar a las categorías de Gran Turismo con el Giulia TZ (Tubulare Zagato), en 1963, y TZ 2, en 1965, y con el famoso Giulia GTA, con el que Alfa ganó 7 campeonatos europeos y se convirtió en un ícono de la marca. “Una victoria cada día con el automóvil de uso diario”, afirma Ardizio que decía el eslogan de este GTA.

Autodelta no se quedó solo con los autos de serie preparados. En 1967, con Carlo Chitti (ex Ferrari) a la cabeza, se volcó hacia el competitivo Campeonato Mundial de Marcas con el sport prototipo 33/2 de 1967 (V8 2.0 L 270 HP / 2.5 L 315 HP), la evolución 33/3, que corrió los puntuables 1000 km de Buenos Aires 1971 (V8 3.0 L 420 HP), para seguir con el 33 TT de 1971 y 1972 (V8) y el TT 12 (Bóxer 12 cilindros 470 HP) con el que Alfa ganó los Mundiales de Marcas de 1975 y 1977 (Prototipos). Este motor de cilindros opuestos lo usó el Brabham BT45 de Carlos Reutemann en algunos GG.PP. de 1976.

Este Alfa 33 SP inspiró a uno de los más bellos autos en la historia de la marca, el 33 Stradale, que significa Calle, en 1967 (ver contratapa). Por aquellos años, Alfa inauguró su famosa pista de pruebas de Balocco, en el Piamonte, que aún está en plena actividad.

En 1971, Alfa insistió con los autos pequeños. Esta vez con el súper compacto Alfasud con motor 1.2 L de 4 cilindros opuestos (tendencia por aquellos años) y tracción delantera. Con versiones de 3, 4 y 5 puertas y otras mecánicas, además del Sprint, se fabricó hasta 1984. Para cubrir más segmentos, le siguió el sedán Alfetta (1972) con impulsor 4 en línea 1.8 L de 122 HP (luego también 2.0 y numerosas versiones), tracción trasera y eje De Dion, que se produjo hasta 1984. En 1970 Alfa lanzó además la deportiva coupé 2+2 Montreal, diseñada por Marcello Gandini en Bertone, cuyo primer motor fue el V8 2.0 L del primer 33/2 SP de competición, con 200 HP. Como no podía estar lejos de las carreras, Alfa Romeo volvió a la Fórmula en 1981 con el 179 (con Mario Andretti y Bruno Giacomelli) y el 182 T de 1982, aunque sin mayor suceso.

El paso al Grupo Fiat

Cuatro años después, en 1986, Alfa Romeo seguía perteneciendo (¡desde 1933!) al Estado italiano que, por su delicada situación financiera, decidió venderla al Grupo Fiat. El primer modelo de la nueva sociedad fue el sedán 164 (Frankfurt 1987), diseñado por Pininfarina y con motores naftero 2.0 L Twin Spark (doble bujía) de hasta 145 CV y turbodiésel 2.5 L de 114 HP. También tuvo versiones con propulsores nafteros con turbo y V6 (3.0 L 24v de hasta 231 HP).

Tras los modelos 155, 145, GTV, Spider y 146, llegó el concept Nuvola, que dictó un nuevo lenguaje de diseño para Alfa Romeo, que pronto se vio reflejado en el siguiente hito: el 156 (ver contratapa), que fue Auto del Año 1998. Dicho sea de paso, la versión de competición D2, con 310 HP, caja secuencial de sexta y 975 kg, ganó 13 campeonatos entre Italia y Europa.

Otro Auto del Año fue el 147, lanzado en 2000 primero con 3 puertas y luego con 5. La versión GTA (2003-2007), con impulsor V6 3.2 L de 240 HP se transformó en uno de los más veloces Hot Hatch de la época. Por entonces llegó otra joya: la coupé 2+2 Brera, diseñada por Giugiaro, cuyo concept fue presentado en Ginebra 2002. Exquisita y sensual, primero se lanzó con el motor JTD 4 en línea 2.2 L de 185 HP(2005) y luego fue equipada con el 2.4 L 5 cilindros 20v de 200 HP (2006) y caja automática Q-Tronic de 6 marchas (2008). Contemporánea a la Brera fue la coupé GT (2003), producto del lápiz de Bertone, con claras reminiscencias de la famosa Giulietta Sprint de los años ’50.

Claramente orientada como marca premium, los últimos modelos de Alfa Romeo son tan deportivos como exclusivos, comenzando por el 8C Competizione (ver contratapa), donde el 8C responde a la arquitectura del motor (como en los ’30) y el término Competizione remite otra vez a la mítica figura de Juan Manuel Fangio, que utilizó un 6C 2500 Competizione Coupé (que alcanzaba los 300 km/h) en la Mille Miglia de 1950.

El resto es más conocido y vigente. MiTo (2008), la nueva Giulietta para festejar el centenario de la marca (2010), el pequeño y poderoso 4C (2013), y los recientes Giulia y Stelvio, el primer SUV de Alfa, para cerrar con el concept Tonale. Además, en 2019, Alfa Romeo volvió a la Fórmula 1 al asociarse con Sauber, para que una vez más, el ADN del Cuore Sportivo viva en las calles y las pistas.

Fuente https://www.lanacion.com.ar/autos/alfa-romeo-corazon-deportivo-no-deja-latir-nid2382211

Uno de los mayores expertos italianos en coronavirus: “Hay que reabrir, o las personas morirán de pobreza y conflictos sociales”

Cuando el coronavirus llegó a Europa, a Bérgamo le decían “la Wuhan de Italia”. Esta ciudad de la Lombardía era el epicentro de la pandemia en su país. Fue la zona más castigada. Una de las postales más dramáticas se vio allí en marzo, cuando un desfile de camiones del Ejército transportó 65 féretros con muertos a distintos crematorios del centro de Italia, porque el de Bérgamo no daba abasto. El sistema de salud estaba saturado, y su personal estaba en su gran mayoría infectado o exhausto. Ya en el mes de junio su alcalde, Giorgio Gori, calculó que los muertos en la provincia homónima habían sido unos 6000, y no 2800, como apuntaban los datos oficiales. Y todo este caos sanitario lo vio Giuseppe Remuzzi en primera línea.

Remuzzi es médico nefrólogo y director del Departamento de Inmunología y Trasplante Clínico de los Hospitales Reunidos de Bérgamo, en Italia, y director de la División de Nefrología y Diálisis del mismo hospital. También dirige los Laboratorios Negri Bérgamo del Instituto de Investigación Farmacológica “Mario Negri”. Un profesional de renombre en su país y en el mundo -es autor y coautor de más de 1440 artículos científicos, reviews y monografías, 16 libros, y colaborador en el Corriere della Sera-, en Argentina su voz comenzó a hacerse eco luego de que declarara que el coronavirus hoy es mucho menos agresivo de cuando comenzó a circular.

-En declaraciones a diversos medios usted dijo que el coronavirus ya no es el mismo. ¿Cómo se manifiesta este cambio?

-La enfermedad es diferente, pero el virus no ha cambiado. Es cierto que nos enfrentamos a una enfermedad que se manifiesta de una manera mucho más leve, como si fuera otra. En el departamento de emergencias de nuestros hospitales, los pacientes con crisis respiratorias ya no llegan como en los últimos meses. Algo está cambiando. Una hipótesis es que la concentración del virus en el tracto respiratorio superior (carga viral) es mucho menos significativa que la que vimos en pacientes hace dos o tres meses. La segunda explicación es que en algún momento las epidemias se agotan. El COVID-19 también lo hará, aunque no sea en poco tiempo…

-¿Este cambio se ve en todo el mundo? ¿Está relacionado a las diferentes mutaciones?

-Durante más de un mes hemos observado que no hay más personas gravemente enfermas en los hospitales, a pesar de que hay personas que dan positivo; ya no llegan personas con crisis respiratorias a la sala de emergencias. Aún así, muchos estudios parecen mostrar que el virus no ha mutado.

Un trabajo reciente del University College London afirma que la composición genética de la población viral no ha cambiado sustancialmente. Los investigadores escriben que “no hay evidencia de que el Sars-CoV-2 se haya vuelto más o menos virulento y transmisible. La composición genética de la población viral no ha cambiado mucho desde que surgió”. Incluso, según lo que afirman desde St. George’s of London , la comunidad científica por ahora está de acuerdo en que “aunque los genomas muestran algunos cambios, no hay evidencia de que las características del virus hayan aumentado o disminuido, como su transmisibilidad y la gravedad de la enfermedad”. Además, de las cientos de mutaciones encontradas, sólo dos parecen ser positivas para el huésped, es decir, para nosotros, mientras que las otras son neutrales o perjudiciales, en el sentido de que hacen que el virus sea más agresivo.

-¿Por qué ocurre esta disminución en la carga viral?

Su carga viral ha disminuido también debido al aislamiento: si estamos a distancia, nos lavamos las manos y nos ponemos la máscara, es evidente que llegan menos partículas virales.

En el hospital de Brescia, vieron que las últimas muestras mostraron una cantidad mucho menor de ARN viral que unas semanas antes. Y en el único test donde la carga viral era alta, al virus le resultaba difícil matar las células: después de aproximadamente seis días, algunas de ellas murieron, mientras que antes todas las células expuestas a una carga viral comparable morían en 48 horas.

-¿Terminará la pandemia antes de que aparezca la vacuna?

-En mi opinión, el virus continuará propagándose, infectando a la mayoría de la población mundial, durante un período de entre 1 y 2 años y se adaptará a los humanos, causando infecciones leves del tracto respiratorio superior. Habrá una vacuna, pero probablemente cuando esté disponible para todos, si las cosas van como están ahora, el virus desaparecerá. Pero será útil para la próxima vez o para otros virus. El problema con la vacuna es que empacar, distribuir y administrar la vacuna a toda la población mundial tomará al menos 2 años, mucho dinero y acuerdos internacionales entre los Estados.

-¿Por qué cree que los tests masivos son una estrategia inútil?

-No podemos hacérselos a 60 millones de italianos, no tenemos los medios, recursos ni reactivos. Además, un resultado negativo hoy no excluye la infección mañana. Tienen sentido en categorías bien seleccionadas: trabajadores de salud en hospitales y residencias de asistencia médica (residencias para ancianos), todos los trabajadores en contacto con el público y la red de contactos de casos positivos.

-¿Cuáles son los medicamentos más prometedores para el tratamiento del coronavirus?

Al principio, todos los pacientes fueron tratados con medicamentos que habían funcionado contra el SIDA, Lopinavir y Ritonavir, y había grandes esperanzas. “Esta combinación funciona para el VIH, ¿por qué no debería funcionar para este otro virus?”, se pensaba. Pero las malas noticias provinieron del New England Journal of Medicine el 19 de marzo: estos medicamentos, al menos en la etapa avanzada de la enfermedad (es decir, cuando serían necesarios), no funcionaban. Mientras tanto, otra noticia llegaba de Japón: “Tenemos Favipiravir (AVIGAN), se lo dimos a algunos pacientes y funciona, aquellos que tenían este antiviral empezaron a dar negativo después de un promedio de cuatro días”.

Italia se movilizó. AIFA (la Agencia italiana del Medicamento) comenzó los ensayos, pero la verdad es que no teníamos suficientes datos hasta ese momento para saber si podía funcionar o no; mientras tanto, Japón daba a conocer que no estaban del todo seguros de que este medicamento pudiese ayudar a aquellos que estaban enfermos con COVID-19, por lo que AIFA detiene los ensayos..

Gilead Sciences comenzó a usar Remdesivir, un fármaco experimental que es capaz de prevenir enfermedades en macacos expuestos al virus SARS y MERS. Había mucha esperanza de que Tociluzumab y Sarilumab, anticuerpos monoclonales ya utilizados en el tratamiento de la artritis reumatoide, trataran a pacientes con una forma grave de la enfermedad, pero un ensayo que acaba de concluir en 400 pacientes hospitalizados con síntomas respiratorios graves no ha dado resultados alentadores como se esperaba. El ensayo continúa, pero con menos entusiasmo que antes .

Un camino prometedor podría ser el uso en pacientes de plasma de personas que han tenido COVID-19 y se han recuperado por completo. De hecho, estas personas han desarrollado anticuerpos contra el nuevo coronavirus que pueden usar aquellos que están enfermos para combatir la infección. Se han iniciado experimentos en algunas ciudades del norte de Italia, como Mantua, Padua, Lodi y Pavía, pero aún es pronto para tener una idea de los resultados.

Mientras tanto, en Bérgamo, se está trabajando en un protocolo que tiene como objetivo evaluar si los anticuerpos anti-coronavirus -siempre obtenidos del plasma de pacientes curados- pueden usarse para tratar pacientes críticos con neumonía por COVID-19.

Con el uso de filtros especiales, los anticuerpos de los sujetos curados, que se supone que neutralizan el virus, se aíslan del plasma y se administran a pacientes gravemente enfermos. Este método permite obtener los anticuerpos pero sin tener pérdida de líquidos y sin eliminar la albúmina y los factores de coagulación del donante, como sucede con la recolección de plasma completo. Además, la infusión de plasma aumenta el riesgo de inestabilidad cardíaca, peligroso en una situación crítica como la de la neumonía por COVID-19, y además aumenta la probabilidad de infecciones, reacciones alérgicas e hipocalcemia por citrato, además de ser muy costosa.

-En Buenos Aires ya estamos cerca de los 100 días de cuarentena. ¿Qué piensa al respecto?

-Eso debería bastar. En algún momento, la vida debe reanudarse para que puedan reanudar el trabajo. Por supuesto que requiere mucha atención.

-¿Cree que es seguro reabrir todo y reactivar la economía?

-Es correcto reabrir, de hecho, es un deber, de lo contrario las personas morirán de pobreza y conflictos sociales. Es necesario reactivar la economía, o las consecuencias serán aún peores que las causadas por el virus. Entonces, sí a la reapertura, con las precauciones adecuadas: distanciamiento, mascarilla, higiene de manos.

Martina Putruele (publicado por Infobae.com el 22/06/2020)

Fuente https://www.infobae.com/salud/2020/06/22/uno-de-los-mayores-expertos-italianos-en-coronavirus-hay-que-reabrir-o-las-personas-moriran-de-pobreza-y-conflictos-sociales/

El Monza, el último juguete de Silvio Berlusconi

El club se asomaba a la desaparición, el estadio era una ruina y él estaba aburrido en su mansión en Arcore, un pequeño pueblecito lombardo, a solo tres kilómetros de Monza, después de haber vendido el AC Milan a un empresario chino. Su buen amigo y mano derecha en todas las aventuras futbolísticas, Adriano Galliani, ya había sido en los años setenta propietario del club que ahora se ponía de nuevo a tiro. Fue fácil convencerle. Silvio Berlusconi, a sus 83 años, añoraba el olor del césped mojado, bajar al vestuario a bromear con los jugadores y esa extraña adrenalina que le acompañó siempre cuando empezaba un proyecto de cero. “Esto es algo puramente romántico. Este club, fundado en 1912, nunca ha estado en la Serie A. Y el objetivo era lograrlo en 24 meses”, explica Galliani al teléfono. Los plazos se han cumplido ya en el primer año.

El Monza, comprado por Fininvest, el conglomerado de empresas propiedad de Berlusconi, en septiembre de 2018 al empresario Nicola Colombo por 3 millones de euros -su presidente es ahora Paolo Berlusconi, hijo del magnate-, era el líder en solitario del grupo A de la Serie C, la tercera categoría italiana, cuando los campeonatos fueron interrumpidos a principios de marzo por la progresión de la pandemia del nuevo coronavirus. El equipo, entrenado por un ex del Milan, Cristian Brochi, llevaba 15 puntos de ventaja al segundo y la Federación italiana de Fútbol confirmó los ascensos a la Serie B de los líderes de los tres grupos. Faltó la esperada foto del Cavaliere levantando la copa en el centro del campo con sus jugadores.

El olfato de Galliani va acompañado, como en los viejos tiempos, de la chequera de Berlusconi. El club lleva invertidos unos 14 millones de euros (ninguna entidad en esa categoría lo había hecho jamás) y piensan volver a sacar el talonario de nuevo este verano para firmar unos siete un ocho nombres que garanticen el ascenso a la Serie A. “No tenemos miedo de declarar los objetivos de ascenso. Ya ha pasado con otros equipos. Sucede a menudo que el empuje de la victoria en Serie C te puede terminar impulsando a la Serie A. Fíjese en el Spal, el Crottone, el Parma, el Novara o el Frosinone. No sería la primera vez. Y esperamos que se pueda repetir”.

Berlusconi, que ahora se encuentra en Niza refugiado de la pandemia de la covid-19, está encantado. En la última cena de Navidad con los jugadores desempolvó su arsenal de chistes sobre sus hazañas de alcoba micrófono en mano. En el Milan, donde se convirtió en el presidente de un club de fútbol más laureado de la historia, ya le gustaba sugerir sus tácticas a los entrenadores. Y antes de que comenzase el encierro se divertía de nuevo dando consejos y yendo al estadio de vez en cuando, cuenta su amigo Galliani. “En los vestuarios antes del primer partido dijo: “Quien cree, combate; quien cree, supera los obstáculos; quien cree, gana. Esa frase se ha convertido en el lema del vestuario”.

El sueño, claro, es repetir una gesta como la que llevó a cabo en el AC Milan, que llevaba tiempo hundido cuando lo compró. Aquel mismo verano sacó la chequera y trajo al equipo rossonero a jugadores como Roberto Donadoni, Daniele Massaro, Dario Bonetti y Giovanni Galli. Aquel recuerdo lo impregna todo y, en un primer momento, Berlusconi ofreció sin éxito el mando del Monza a Arrigo Sacchi, su entrenador fetiche en las grandes noches de San Siro. Pero no habrá más conexiones con aquella época y, de momento, no llegará ningún nombre vinculado a aquel periodo. Lo único que está claro es que, si se siguen los criterios estéticos impuestos a los futbolistas por Berlusconi, tampoco podría hacerlo ninguno de los grandes del mercado actual.

Los integrantes de la plantilla del Monza, advirtió a su llegada, tendrían un único patrón: la ejemplaridad en la vestimenta, la imagen y la conducta. La primera frontera para jugar en el equipo era ser italiano y joven. Pero además, pensaba exigirles ir bien arreglados, empresa para la que él mismo pensaba proporcionar un peluquero gratis a todos los jugadores. “Lo tendrán para lucir un peinado clásico, no podrán llevar barba ni tatuajes y su uniforme o vestimenta tendrá un corte sobrio”. Il Cavaliere quería también que ese grupo ejemplar de italianos se dirigiesen a los árbitros “como caballeros”. Todo será relativo cuando lleguen los títulos. Hoy los tatuajes siguen en sus brazos, pero han logrado el primer objetivo.

Daniel Verdú (publicado por El País el 21/06/2020)

Fuente https://elpais.com/deportes/2020-06-21/el-monza-el-ultimo-juguete-de-berlusconi.html

Aurora: el himno a la bandera tiene una historia tan italiana como la bandera misma

Durante generaciones, los argentinitos del turno mañana nos hemos congelado marciales y almidonados en el patio escolar de lunes a viernes del “año lectivo” –así se dice– cantando entredormidos los extraños versos de “Aurora”. Ya es un lugar común burlarse de la hermética letra de la canción –los famosos “asulunala”, “elalaespaño” y, sobre todo, “eláureorrostroimita” son modelos recurrentes a la hora de graficar sus vericuetos semánticos– pero no siempre se sabe por qué hemos terminado cantando una hermosa canción –me encanta la melodía– que se entiende tan poco y que ni siquiera se llama así. La cuestión básica es que Aurora es una traducción, no un texto original castellano. Y que la versión que nos ha llegado es una verdadera chantada.

Todo empezó hace precisamente cien años. En el mes de septiembre de 1908, coincidiendo con la inauguración del edificio del actual Teatro Colón de Buenos Aires, se estrenó mundialmente Aurora, ópera compuesta –según encargo expreso del gobierno nacional– por el talentoso músico italoargentino Héctor Panizza (1875-1967), becario formado en el conservatorio Giuseppe Verdi de Milán, hombre de dos orillas, precoz director de orquesta y autor de varias obras del repertorio lírico. La idea era plasmar una pieza que exaltara los ideales patrióticos en vísperas de la celebración del Centenario y una ópera pareció, para el gobierno de Figueroa Alcorta y el concepto cultural de la época, una de las formas más elevadas de trascendencia artística.

El libreto de la pieza –parece cosa de nuevos ricos– se le encargó a un profesional del género, autor de obras líricas consagrado universalmente, el italiano Luigi Illica, responsable nada menos que de los textos de Tosca, Madama Butterfly y La bohème de Puccini y de Andrea Chenier, de Giordano. Es decir: fueron a buscar al mejor, como cuando contrataban arquitectos franceses para sus mansiones. Para acompañar al italiano y suministrarle la información histórica y el contexto nacional que debía dar sentido y referencia al argumento necesariamente romántico-patriótico que tendría la pieza, se sumó como argumentista el argentino Héctor Cipriano Quesada, autor de algunas obras de carácter histórico de volátil memoria, como Barranca Yaco y El alcalde De Alzaga.

La obra se estrenó tal cual queda dicho en 1908 en el flamante Colón y fue un éxito. El título coincide con el nombre de la heroica y trágica protagonista –algo frecuente en la tradición del género– y simultáneamente remite en forma metafórica a la alborada de la Independencia nacional, ya que la acción transcurre durante los sucesos de mayo de 1810 en la provincia de Córdoba y no faltan los personajes históricos puntuales como Liniers y Güemes. La pareja romántica son el joven patriota Mariano y la bella Aurora que, como en todo melodrama que se precie, es la hija del jefe de las fuerzas españolas en la plaza mediterránea… Las tribulaciones de los amantes se recortan contra el telón de fondo patriótico de la lucha por la Independencia.

Se trata de una excelente muestra de ópera italiana postverdiana en tres actos, con una línea musical absolutamente propia de esa tradición –sin atisbo alguno de aires criollos o americanos– y, lógicamente, cantada en italiano, ya que ésa era la lengua en que había sido escrita y concebida, y de esa nacionalidad eran los únicos intérpretes aptos para ponerla en escena: el género venía con el idioma incorporado…

Lo notable fue el éxito que tuvo –ya en esa primera representación– un aria que cantaba el tenor Amadeo Bassi (Mariano) al final del segundo acto, en un “intermedio épico” en que, ante el amanecer, “descubría” en la figura de un águila que planeaba en lo alto la imagen de la bandera nacional y le cantaba. Parece ser que el aria –identificada como “canción a la bandera”– tuvo tanto éxito y emocionó de tal modo a los espectadores que debió ser repetida en el mismo momento por Bassi, y que así sucedió en las sucesivas representaciones. Ese segmento, esa aria de Aurora –algo más de tres minutos– es, como es sabido e histórico, la famosa canción que se independizó para triunfar en los patios de escuela de toda la Argentina.

Pero para que eso sucediera fue necesario que la ópera toda tuviese una versión en castellano. Es probable que haya sido el gobierno emergente de la Revolución de ’43, con su obsesión por la pureza del idioma –metió mano en los tangos lunfardos y los “adecentó”– el que insinuó la necesidad de “nacionalizar” la ópera. Y así se encargó al todo terreno Josué Quesada –hijo del Quesada anterior, autor de novelitas y folletines populares, charlista radial, hombre de cine que hizo un Martín Fierro mudo en 1923– traducir el libreto junto a un ignoto Angel Petitta. Esa versión en castellano se estrenó otra vez en el Colón el 9 de julio de 1945 ante -entre otros– el presidente Farrell y el entonces coronel Perón. De nuevo el éxito de la ópera y sobre todo del aria consabida fueron tumultuosos y no tardó en producirse el decreto oficial que convirtió a la bellísima Canción a la bandera (que nunca dejaría de ser Aurora) en desayuno patriótico obligatorio para los escolares argentinos. Lamentablemente, a nadie se le ocurrió revisar un poquito la letra antes de firmar la resolución. Quedó así.

Lo notable es el punto de partida: en Italia hay águilas pero en la Argentina no. Illica le hace ver a Mariano, alta, en el amanecer, un “aquila guerriera” –no la yanqui, calva, cabeza blanca americana, sino la europea águila real de plumas pardo-doradas en cuello y cabeza– que al ser iluminada por los rayos del sol sufre una rara transformación, toma la apariencia, se le revela como la bandera del “paese”: un ala “azurra” (azul) “como il mare” y la otra también “azurra”, como el cielo. Hasta ahí, más allá de la aberración de que acá no hay águilas, y de que el color es celeste y no azul, vaya y pase…

Lo notable es el desastre que se produce al intentar traducir, además de las alas, los otros términos de la alegoría que propuso el jugado Illica. En el original italiano, no hay “aurora irradial” (no existe en castellano) sino “aureola irradiale”, es decir: la aureola de rayos del amanecer que, como la que ilumina la cabeza de los santos, ilumina al águila, Pero eso no es lo peor: se traduce el verso “il rostro d’or punta de freccia appare” como “punta de flecha el áureo rostro imita”, cuando “rostro” es “pico” en italiano: es decir que el pico del águila, iluminado, parece una punta de flecha, el extremo metálico del asta. Y a continuación, lo peor: el verso “Y forma estela al purpurado cuello” es un delirio por “porpora il teso collo e forma stello”, que quiere decir -creo yo, en mi elemental italiano al paso– que enrojecen (los rayos del sol) el tenso, alargado cuello (del águila) y forman el tallo (“stelo”, no es “estela”), el asta de la bandera. Y así se completa la alegoría, ya que, es cierto, “el ala es paño” (“drappo”) y –aunque acá de estos bichos no haya– “l’aquila é bandiera”.

Finalmente: más allá de los prodigios cromáticos que el italiano Luigi Illica le hizo hacer al sol naciente y a Dios con un águila que no estaba acá, lo peor fue lo que hicieron unos chantas traductores apresurados con una hermosa canción.

Juan Sasturain (publicado por Página/12 el 10/11/2008)

Fuente https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-114784-2008-11-10.html?fbclid=IwAR1DoQYMtycfNC3vYLCBvxXi9Ri17GGG84EZbg5EdzyxITH23iC2MjQRxvQ

Las raíces negras olvidadas de los argentinos

En los albores de la Argentina, más de la mitad de la población era negra. Estos datos los refiere el censo de 1778 ordenado por el rey Carlos III. En la Madre de Ciudades, Santiago del Estero, el 54% de la población era negra en la época del Virreinato del Río de la Plata. También en Catamarca y Salta, más de la mitad de la población era africana.

Si nos trasladamos a la ciudad de Buenos Aires, que en aquella época contaba con 24.205 habitantes, el censo refleja que el 30% eran negros africanos. La condición negra de la población quedó ausente en las mediciones hasta el año 2010, cuando se volvió a incorporar la categoría de afrodescendientes; el dato que emerge es muy llamativo, ya que solo el 0,37% se percibe como afrodescendiente. La pregunta sin respuesta es cómo fue desapareciendo esa población negra.

Estos datos nos hacen cuestionar una gran omisión en la historia argentina: sus raíces negras. También nos permite replantearnos acerca de la típica idea de que la mayoría de los argentinos desciende de los barcos europeos. Siempre estuvieron los negros, pero desde el Estado, y algunos intelectuales, se quiso crear la ilusión de una nación blanca y europea, ocultando en la oscuridad la realidad de las raíces negras.

Juan Bautista Cabral, representado en las pinturas como blanco, era hijo de un indio guaraní y una esclava de Angola que servía a Luis Cabral. En aquel entonces, la descendencia de los esclavos pertenecía a su amo y por eso llevaba el apellido de quien lo había comprado. En el discurso histórico, Cabral fue bautizado como “soldado heroico” por haber sacrificado su vida al anteponer su cuerpo ante el general San Martín, en la célebre batalla de San Lorenzo.

Sin llegar a cuestionar la heroicidad de Cabral, es evidente que se quiso construir un mito en torno a él con un fino trabajo de maquillaje. Si bien distintos pintores lo inmortalizaron con una tez blanca, en algunos casos, se respetó su color de piel negra pero se le añadieron rasgos occidentales, con la intención de ocultar sus raíces guaraníes y africanas. Pero ¿por qué se buscaba blanquear los rasgos de aquellas personas que hicieron grande la Argentina? Porque las historiografía liberal apelaba a la construcción del mito de la nación blanca y occidental.

Otro protagonista negro de la historia argentina fue Bernardo de Monteagudo, quien había nacido en Tucumán, en 1789. Su padre era español, pero no hay certeza sobre si la madre era una nativa tucumana o una esclava. Se lo recuerda en la historia por haber participado en los procesos independentistas en el Río de la Plata, Chile y Perú. Fue uno de los primeros en promover la independencia de Hispanoamérica. Entre las distintas gestas políticas y revolucionarias en las que participó, actuó como auditor del Ejército de los Andes y, por ello, lo acompañó al general San Martín; también estuvo secundando la emancipación del Cono Sur junto a Simón Bolívar.

Algunos biógrafos destacan que era un gran seductor de mujeres; parece ser que no solo las encantaba con su porte y su elegancia, sino que las atraía con sus ideas e incitaba a las “señoras americanas” a comprometerse con la militancia. Por otra parte, fue uno de los pioneros en impulsar la libertad de vientres y la abolición de la Inquisición. Sus detractores trataron de discriminarlo por su origen africano o indígena y, para descalificarlo, lo tildaban de mulato o zambo cuando se referían a él. Investigando sobre su imagen, encontramos que no hay una uniformidad en sus retratos, ya que en algunos aparece con una tez blanca y, en otros, negra; siempre con la reconocida elegancia que lo distinguía.

Los caminos contradictorios hicieron que el 28 de enero de 1825 Monteagudo fuera asesinado en Lima por el negro Candelario Espinoza, y así su muerte quedó envuelta en un enigma que hasta ahora sigue siendo indescifrable.

La prócer parda olvidada por la historia

Parda según el sistema colonial de castas, María Remedios del Valle fue una heroína invisibilizada, omitida en la historia argentina. Aunque no existe el femenino de este término, fue una verdadera prócer. Formó parte de la defensa de la ciudad de Buenos Aires en la Segunda Invasión Inglesa y también fue miembro del Ejército del Norte durante la Guerra de la Independencia, donde el campo de batalla se cobró la vida de su marido e hijos. Mientras se iba gestando la batalla del Tucumán, María Remedios, que ya tenía en su haber otros enfrentamientos bélicos, se alistó para la primera expedición del Alto Perú y se acercó a Manuel Belgrano para poder enfilarse en su ejército. La primera reacción del general fue el rechazo; sin embargo, María Remedios no claudicó, sino que fue al frente y asistió a los soldados como una efectiva enfermera. Fue bautizada con el título simbólico de “Madre de la Patria”. Tras el éxito en esa batalla, Manuel Belgrano la distinguió como “Capitana” de su ejército.

Esta valiente mujer siguió fiel a la lucha. Durante la batalla de Ayohúma, fue blanco de las balas y hasta fue sometida a nueve días de azotes por colaborar en la huida de los soldados de sus filas.

Tanta entrega solo le dejó cicatrices imborrables en su cuerpo. A pesar de las distinciones recibidas, terminó mendigando en la icónica Plaza de Mayo, despojada de todos los honores propios del Ejército y sin percibir lo que correspondía por su aporte a la defensa de la patria. Recién en 2013 recibió un homenaje póstumo cuando se estableció el 8 de diciembre, fecha de su muerte, como “Día Nacional de los/as afroargentinos/as y de la cultura afro”.

¿Cómo llegaron los esclavos al territorio argentino?

En la época de la Colonia, los esclavos eran considerados cosas y no personas. Los jesuitas poseían la mayor cantidad de esclavos en Santiago del Estero, la Madre de Ciudades: contaban con 300 esclavos, cifra que representaba la mitad del total de los existentes en la zona. Las órdenes religiosas de la época no cuestionaban la institución de la esclavitud. En el territorio argentino fue muy importante el negocio de negros, tanto que llegó a significar casi la mitad del total de los productos comercializados en el siglo XVIII.

Los famosos barcos negreros llegaban, desde la costa atlántica africana, atiborrados de esclavos que enfrentaban un penoso viaje de 90 días, atados con argollas en el cuello e inmovilizados con dos grillos en los pies. Solo recibían una ración diaria de harina de maíz o mijo crudo. El ambiente insalubre de la bodega hacía que se infectaran; además sufrían las mordeduras de los roedores, y tenían escaras en la piel y hasta los dedos necrosados. Transitaban el viaje en un ambiente nauseabundo, provocado por los tanques de excrementos que los rodeaba. Solo salían a la superficie los hombres más fuertes, quienes debían arrojar al mar los cadáveres.

Los registros dan fe de que en Montevideo desembarcaron 100.000 africanos. Una vez en el puerto Oriental, se les exigía lavarse con agua de mar, lo que les provocaba un gran dolor por las llagas en el cuerpo. Luego los negreros los exhibían a los compradores; entre los mismos, algunos esperaban las piezas que ya habían reservado con anterioridad. Las mujeres y las niñas, que eran exhibidas con sus pechos desnudos, valían según su edad, y si se habían reproducido o traían niños con ellas. Las jóvenes y vírgenes eran las que mejor se cotizaban y, a su vez, las que más rápido se vendían, pues cumplían con la función de satisfacer sexualmente al amo y a sus hijos varones.

¿Cuánto costaba un esclavo en el año 1700?

En aquella época, se pagaba hasta 400 pesos por la mejor “mercadería”. Con esa suma de dinero, se podía costear un entierro, que incluía el cajón, la mortaja, las velas y todas las misas que se estilaba realizar para honrar al difunto. Era usual la práctica de vender a un esclavo para pagar el funeral del amo.

Finalizada la transacción de la venta, llegaba la hora de la carimba: los propietarios marcaban a fuego la cara, el brazo y el pecho de los esclavos con un sello que duraba toda la vida; este se sumaba al primero que habían recibido en África por los avanzadotes, los cazadores de esclavos.

Luego llegaba el momento de la cuarentena. Como ocurre en la actualidad, la cuarentena servía para impedir los contagios. En el siglo XVIII, se recurría a ella para evitar la viruela y las fiebres africanas, entre otras pestes. Durante esos 40 días, los esclavos se curaban las sarnas y las llagas, y recibían una comida más sustanciosa para recomponer el cuerpo. Los que estaban sanos solo eran aislados por diez días en las barracas y después eran entregados a sus nuevos amos.

En la capital porteña, en el actual barrio de Barracas, que en aquella época era una zona baja y pantanosa, se encontraban unos depósitos de cuero y carne salada donde permanecían allí los esclavos recién llegados. En las inmediaciones del Riachuelo, en el barrio de la Boca, también vivían negros. En los barrios de Monserrat y San Nicolás, habitaban los mulatos.

Por la libertad de los esclavos

En la Buenos Aires colonial, vivió Mama Antula, una mujer laica que fundó, en Avenida Independencia 1190, la Casa de Ejercicios Espirituales, el monumento histórico más antiguo que sigue en pie en la ciudad. Había llegado caminando desde Santiago del Estero, descalza. Pionera en la defensa de la libertad y el bienestar de los esclavos, el día anterior a su muerte escribió su testamento, en el que establecía que sus tres esclavos viejitos e inútiles llamados Simón, Domingo y María se mantuvieran en su casa con el sustento hasta su muerte; mientras que a un negro mozo, llamado Pascual, le concedía la libertad a cambio de que el resto de sus días colaborara en su casa.

Mama Antula, realmente una precursora en la defensa de los derechos humanos, siempre se ocupó de los más desamparados, pobres y últimos, y pronto será la primera santa mujer argentina.

Si bien constitucionalmente se abolió la esclavitud en 1853, el estigma de tener la piel negra u oscura sigue como una llaga entre los argentinos. Quedaron borradas de la memoria y de la historia sus raíces negras. El olvido silenció una realidad: cuando se gestó la patria argentina, casi la mitad de la población era negra.

Nunzia Locatelli y Cintia Suarez (publicado por Infobae.com el 20/06/2020)

Fuente https://www.infobae.com/sociedad/2020/06/20/las-raices-negras-olvidadas-de-los-argentinos/

Un estudio de aguas residuales confirma que la covid-19 ya estaba en Italia en diciembre

Los médicos y los virólogos hace tiempo que no tienen ninguna duda de que la covid-19 llevaba en Italia mucho antes de la detección oficial del primer caso el 20 de febrero. Ese día, un paciente de 37 años ingresó en el hospital de Codogno (Lombardía) en estado grave y por la noche dio positivo al test. Sin embargo, a las urgencias de algunos hospitales y a las consultas de los médicos de cabecera de algunas regiones hacía tiempo que llegaban pacientes con cuadros de extrañas pulmonías con una resistencia insólita a los tratamientos habituales. Un estudio publicado por el Instituto Superior de Sanidad italiano demuestra ahora que el virus ya había llegado a Italia a mediados de diciembre.

El informe ha detectado restos del virus en las aguas residuales italianas en 14 de las 40 muestras recolectadas de diciembre a febrero en varias ciudades como Turín, Milán o Bolonia. El resultado parece fuera de duda, ya que lo han confirmado dos laboratorios diferentes con distintos métodos de análisis, y prueba la presencia de coronavirus en Milán y Turín el 18 de diciembre y en Bolonia el 29 de enero. En las mismas ciudades, también se encontraron muestras positivas en los siguientes meses de enero y febrero de 2020, mientras que las muestras de octubre y noviembre de 2019 dieron resultados negativos.

Los datos, justamente, apuntan hacia las zonas más golpeadas de Italia, potencial puerta de entrada de la covid-19. Además de Milán, Turín se convirtió rápidamente en uno de los epicentros de la pandemia y los resultados explicarían cómo estuvo difundiéndose sin control durante, al menos, dos meses. El director del departamento de Calidad del Agua y Salud del ISS, Luca Lucentini, ha resaltado que el estudio confirma que el seguimiento y la toma de muestras de aguas residuales puede ayudar a “localizar precozmente y controlar la circulación del virus”.

Esta teoría explica también el nivel de propagación que el virus tuvo en zonas como Bérgamo, la región del mundo con una mayor tasa de mortalidad debido a la covid-19. Esta provincia de Lombardía se mantuvo abierta pese a que lugares cercanos ya habían diagnosticado decenas de pacientes. La detección del virus a través de este método será usado este verano en otras ciudades italianas. De hecho, otros estudios a pequeña escala llevados a cabo por equipos científicos en Países Bajos, Francia, Australia y otros lugares del mundo han confirmado que el virus que causa la covid-19 puede ser detectado en las aguas residuales.

Daniel Verdú (publicado por El País el 20/06/2020)

Fuente https://elpais.com/sociedad/2020-06-19/un-estudio-de-aguas-residuales-confirma-que-la-covid-19-ya-estaba-en-italia-en-diciembre.html

Cooperación Italia – Argentina: la comunidad italiana se enfoca en los jóvenes

La capacidad de las generaciones más jóvenes para establecer contactos y crear nuevas formas de agregación es un recurso único para fortalecer el papel y los lazos con Italia de la comunidad italiana en Argentina que hoy cuenta con más de un millón de residentes, siendo la comunidad italiana más grande del mundo. Por esta razón, por iniciativa del Consejo General de Italianos en el Extranjero (CGIE), de los Comités para los Italianos en el Extranjero (Intercomites) y con el apoyo de la Embajada de Italia en Buenos Aires, tuvo lugar el miércoles 17 de junnio, en modo virtual, una asamblea de jóvenes representantes de las diversas comunidades y asociaciones regionales presentes en Argentina.

Los principales resultados de la reunión fueron: una jornada nacional de voluntariado ítalo-argentino que se celebrará al final de la cuarentena aún vigente, nuevos programas sobre prevención de la violencia de género y proyectos de desarrollo para fomentar el turismo de raíces. De esta manera, los 78 participantes dieron una continuidad concreta a la Conferencia de Palermo (www.seminariodipalermo.it) que en abril de 2019 había reunido, con el apoyo de Farnesina, a 115 jóvenes representantes de las comunidades italianas de todo el mundo, entre los cuales 20 provenían de la Argentina. “El contexto global en el que se lleva a cabo, hace que esta asamblea sea especial”, dijo el embajador italiano en Argentina, Giuseppe Manzo, inaugurando la reunión. “Estos niños y niñas – continuó – superan distancias, reafirman las raíces italianas y promueven el futuro del patrimonio de la italianidad con iniciativas concretas en diferentes sectores: desde cuestiones de género hasta el turismo y el voluntariado”.

La reunión, a la que asistieron los cónsules italianos en Argentina, fue presentada por el subsecretario de la CGIE, Mariano Gazzola, y el presidente de Intercomites, Dario Signorini, quien expresó su satisfacción por la prioridad que la comunidad argentina atribuye al papel de la Gente joven.

También fueron valientes: italianos audaces de la II Guerra Mundial

Uno de los mitos de la II Guerra Mundial es el de que los soldados italianos eran unos cobardes, poco proclives al combate. Ese estereotipo negativo, muy conveniente políticamente para disculpar el que Italia, luego aliada, luchara en el bando del Eje hasta 1943 (pelearon en el lado de los malos, sí, se admitía, pero a desgana), ha sido desmontado por los historiadores militares. Cierto, los italianos podían estar a menudo mal mandados y mal equipados, e importarles una higa la mística imperial fascista y la faccetta nera, bell’Abissina, pero hay muchos episodios que demuestran que sabían luchar y que podían ser tan fieros y marciales -y brutales- como cualesquiera otros combatientes. Unidades como la división blindada Ariete, que le salvó los muebles más de una vez a Rommel en África, despertaron la admiración de amigos y enemigos.

Visintini (véase Italiani nelle guerre D’Africa, de Orazio Ferrara, IBN, 2012) es uno de mis aviadores favoritos, de manera especial por inspirar a Hugo Pratt (En un cielo lejano, Norma, 2000), que ya es destino. Luchó en las filas de la Aviazione Legionaria en España -en el grupo La Cucaracha-, y logró un derribo de un Polikarpov I-16, un Mosca. Pero fue en África del Este, en los cielos eritreos, etíopes y sudaneses de Asmara, de Massawa, de Gura, de Metemma, de Jartum, donde se convirtió en un mito abatiendo aviones de la RAF (Blenheims, Wellesleys, Gloster Gladiators y hasta un Hurricane) en ese escenario tan exótico de la II Guerra Mundial. A los mandos de su Fiat CR 42 fue el as de los biplanos en la contienda, con 16 victorias y el apodo -otro más- de Il cacciatore scientifico. Se mató a los 27 años estrellándose contra el monte Bizèn, en Nefasit, mientras buscaba con mal tiempo a un compañero caído.

Si el capitán Visintini volaba con la insignia del cavallino rampante del as de la I Guerra Mundial Francesco Baracca (el emblema de Ferrari), Amedeo Guillet, el Lawrence de Arabia italiano, vivió sus aventuras bélicas a lomos de caballos de verdad, especialmente un semental blanco llamado Sandor. Guillet (Amedeo, Sebastian O’Kelly, Harper Collins, 2002) comandó una fuerza de caballería nativa amhara y con sus épicas cargas sable en mano tuvo en jaque en 1941-42 a los británicos que invadieron la Eritrea italiana desde Sudán. Con Amedeo estamos en los predios de Salgari: un auténtico espahí de Libia de bella figura que aprendió a montar con los húsares húngaros en Orkenyi -además de enamorarse de una de las hijas gemelas de un ministro de Horthy y conocer a Lászlo Almásy, el personaje de El paciente inglés (era amigo de su hermano Janos) -, y tiene entre sus aventuras -no sé dónde lo he leído- haberse empeñado en la búsqueda de la corona perdida del Negus, tomada (tras llevársela de Etiopía Mussolini) por los partisanos comunistas de la Brigada Garibaldi. Como se ve hay episodios en la II Guerra Mundial más allá de la Blitzkrieg, Stalingrado o la batalla del Mar del Coral.

Guillet, que se enorgullecía más que de sus medallas (ha sido el italiano más condecorado de la historia) de no haber sido nunca traicionado por sus tropas nativas, vivió hasta los 101 años, lo que tiene especial mérito si te has dedicado a atacar a caballo fuerzas blindadas como él hizo en Keru en 1941. Tras la derrota italiana en África Oriental, nuestro hombre -que también había luchado en la Guerra Civil en España, integrado en la división Fiamme Nere- se caracterizó de árabe y logró llegar al Yemen donde formó a la caballería del sultán. Aristócrata fiel toda la vida a la casa de Saboya, Guillet se dedicó tras la guerra a la antropología y ocupó cargos diplomáticos.

El tercer italiano es un tipo más controvertido que los otros dos, un pedazo de fascista impenitente y contumaz, héroe de la extrema derecha, al que cuesta acercarse sin taparse la nariz, pero al que, sin embargo, no se le puede negar haber vivido aventuras sin cuento y ser valiente. Junio Valerio Borghese es el hombre que vino a simbolizar durante la II Guerra Mundial los grandes éxitos de la famosa unidad naval de la X Flottiglia MAS, la Decima Mas, de la que formaban parte los arrojados hombres rana que atacaron los puertos británicos en el Mediterráneo a lomos de sus maiale, los torpedos tripulados. Esa fuerza, que incluía también submarinos, buzos de combate y lanchas explosivas (Motoscafo turismo silurante marino, MTSM, y que viva la capacidad semántica de los italianos) que iban a empotrarse en los barcos enemigos, escribió algunas de las páginas más asombrosas de la contienda y sirvió de inspiración a otros ejércitos: los Navy Seals, nada menos, le deben mucho.

Borghese, el príncipe negro de los comandos de la marina (véase The black prince and the sea devils, de Greene y Massignani, Da Capo, 2004), era de verdad un príncipe que tenía entre sus antecesores a Camillo Borghese -el papa Pablo V-, y al marido de Paulina Bonaparte. Casado con una condesa, Daria Wassiliewria Olsonfieff, tan facha como él, el tipo empezó su carrera en submarinos, a bordo de los cuales luchó en la Guerra Civil española. Ya en la II Guerra Mundial, se unió con su submarino Scirè a la Decima MAS (el acrónimo de las lanchas rápidas italianas Motoscafi anti sommergibile) cuyo motto (que no moto) era Memento audere semper, recuerda siempre atreverte. En el grupo, con un conglomerado de armas y técnicas secretas, estaba gente audaz como Teseo Tesei, Luigi Durand de la Penne, Luigi Ferraro, Spartaco Schergat (sería por nombre), Girolamo Marisco (!) o el hermano del aviador Visintini, Lisio, que también palmó durante la guerra (apúntense todos esos nombres los que duden del valor de los italianos en la guerra mundial). Había desde luego que tener coraje para subirse a un torpedo y meterse con él entre los barcos enemigos para hundirlos con su cabeza explosiva de 230 kilos.

Los nuotatori d‘assalto atacaron Gibraltar varias veces y lograron un éxito sin precedentes en Alejandría, adonde los condujo Borghese a bordo del Scirè. El propio Churchill les rindió tributo a los italianos, preguntando a sus subordinados cómo era posible que les hubieran pasado por delante. Lo de Decima Fottiglia MAS lo conservaron un poco como hizo el SAS (el servicio especial aéreo) británico para despistar y esconder su actividad real de comandos. Borghese se fue haciendo con el control de la unidad hasta convertirla casi en un ejército privado. Llegó a discutir con el almirante Doenitz un plan ¡para atacar Nueva York! Cuando Italia se pasó en 1943 al bando de los Aliados, Borghese y la Decima Mas permanecieron al lado de los alemanes y la unidad, a la que nunca faltaron voluntarios con ganas de marcha, se diversificó para acometer tareas sucias de contrainsurgencia y lucha contra los partisanos. Tras la liberación de Mussolini por Otto Skorzeny -con el que Borghese guarda muchos parecidos- el grupo se puso en la órbita de la República de Saló, aunque no prestaron juramento de lealtad, izaron su propia bandera y el nuevo gobierno de Mussolini llegó a arrestar a su jefe.

En medio de lo que fue una verdadera guerra civil italiana, la unidad, además de luchar en Anzio y contra los yugoeslavos, se involucró en varias atrocidades (Borgo y Castelletto Ticino) ganándose, fuera del agua, una fama siniestra. Cercada por los Aliados fue una de las últimas fuerzas de la república fascista en rendirse y disolverse. Cómo consiguió librarse Borghese de que lo ejecutaran al final de la guerra es un misterio. Se dice que por el interés de los servicios secretos Aliados en sus técnicas de combate marino y también por la amistad personal con Pablo VI. No se le consideró criminal de guerra.

Las aventuras de Borghese no acaban ahí. Se puso a la cabeza de varios partidos neofascistas y se le relaciona con el hundimiento en 1955 del acorazado Giulio Cesare llevado a Sebastopol como reparación de guerra y rebautizado Novorossiyks. Vinculado a la red Gladio, y relacionado según algunas fuentes con la CIA y la Ndrangheta, en 1970 participó en el golpe de Estado de extrema derecha de la Noche de la Madonna y hubo de salir por piernas hacia la España de Franco, donde encontró asilo. Murió en Cádiz en 1974, al parecer -a mí me suena demasiado bonito para ser verdad- en brazos de una mujer, una princesa romana, y habiendo tenido tiempo de vaciar dos copas de Don Perignon, una muerte húmeda digna, sin duda, del jefe de los buceadores.

Jacinton Antón (publicado por El País el 09/05/2020)

Fuente https://elpais.com/cultura/2020-05-19/tambien-fueron-valientes-italianos-audaces-de-la-ii-guerra-mundial.html

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