La pandemia ha golpeado las residencias de mayores de toda Europa. El balance será de decenas de miles de fallecimientos, aunque será difícil determinarlo con exactitud, por la ausencia de test. Las cifras que trascienden revelan que España no es una excepción. Un informe publicado el jueves por el Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades reconoce que un alto número de estos centros se ha visto afectado y que los fallecimientos suponen más de la mitad de todos los casos en países como Noruega o Bélgica.
“Gran parte de la mortalidad de la covid-19 tiene que ver con lo que ocurre en las residencias”, apunta Joseba Zalakain, director del Centro de Documentación y Estudios SiiS y experto en servicios sociales, que monitorea desde hace semanas junto a Adelina Comas-Herrera y otros investigadores europeos las cifras sobre mortalidad en estos centros. “Hay diferencias en las formas de medir los datos en toda Europa y no se pueden comparar aún. La mejor forma será calcular la sobremortalidad y a partir de ahí estudiar variables como tamaño de los centros, edad y patologías de los fallecidos, número de trabajadores, medidas adoptadas… y poder ver qué factores han influido”, apunta. “Hay estudios en Estados Unidos y en Bélgica que permiten concluir que en centros que registran casos hay un importante número de asintomáticos. Es imprescindible hacer pruebas tanto a quienes tienen síntomas como a quienes no para contener la expansión del virus”, afirma.
“Se trata de población mayor de 80 años, un grupo muy expuesto a desarrollar cuadros graves, y en las residencias se convive, se comparten espacios, se come en común, se tiene un contacto estrecho con cuidadores que pasan de estar con un residente a estar con otro”, sostiene Zalakain. “Además, hay tres elementos a tener en cuenta: el tamaño y diseño arquitectónico de la residencia, si tenía habitaciones individuales o compartidas, si se podía sectorizar…; la calidad de la atención, que tiene que ver con los recursos, como ratio de profesionales, formación o remuneración; y qué medidas se adoptaron una vez se inició la epidemia. En distinta forma, los tres influyen en toda Europa”, añade. “Aunque los modelos son muy diferentes. En los países nórdicos, más cercanos a la idea de hogar, con más inversión pública. El modelo español, con muchos centros acogiendo a más de 100 personas y diseños muy institucionales, es más parecido al francés o al italiano”, explica.
España
Las residencias son uno de los grandes focos de esta pandemia. El goteo de casos es diario. El Gobierno continúa sin informar del número de fallecimientos en estos centros, asegura que está analizando los datos de las comunidades, competentes en este ámbito. Pero son millares. Cada autonomía recopila las cifras e informa de ellas como considera. Según un recuento de este diario con datos de las comunidades del jueves, más de 15.300 personas han muerto en residencias de servicios sociales con la confirmación de coronavirus o síntomas compatibles. Imposible saber con certeza cuántas de ellas en centros de mayores, pero la mayoría. Este lunes la cifra oficial de fallecidos en España se situó en 23.521. No se puede comparar ambas cifras dado que el Ministerio de Sanidad solo contabiliza las muertes de las personas a quienes se había realizado un test y en residencias una parte importante de los fallecidos no fueron sometidos a ninguna prueba.
“En España hay muchos centros sin un solo caso. Pero una vez que entra el virus, es fácil que se expanda”, afirma Zalakain. Se desconoce cuántas de las 5.417 residencias de España, con cerca de 373.000 plazas, tienen casos. El Ejército ha desinfectado más de 4.000 centros. UGT reclamó el domingo una auditoría a las residencias, más inspecciones y aseguró que los equipos de protección continúan sin llegar a todas, igual que los test. El Defensor del Pueblo pidió el viernes que se refuerce la atención sanitaria en los centros durante esta crisis. La Fiscalía tiene abiertas al menos 86 investigaciones penales en residencias donde ha habido fallecimientos.
Bélgica
Las residencias de mayores son el epicentro del seísmo causado por la covid-19 en Bélgica. De los 7.207 muertos que se contabilizaban este lunes, el 53% vivían en estas instalaciones. Los números han causado críticas y conmoción en el país. Pero el Gobierno insiste en que la explicación está en el sistema de recuento: Bélgica incluye los casos sospechosos en la estadística aunque no se les haya efectuado test, un método que ningún otro país comparte. Este hecho no es insignificante: mientras que el 100% de los muertos en hospital son casos confirmados, solo el 10% de los fallecidos en residencias tenían ese diagnóstico. El resto se añaden directamente a la lista de muertos con coronavirus por presentar síntomas compatibles que los convierten en sospechosos, sin mediar prueba.
El sistema no convence a una parte de los expertos, que cree que están engrosando la lista cientos de fallecidos por otras causas. “Es estúpido”, llegó a calificar el virólogo de la Universidad Católica de Lovaina Marc Van Ranst. El Ejecutivo cree en cambio que es la mejor forma de acercarse a la cifra real de fallecidos, aunque eso suponga situar ahora a Bélgica a la cabeza de muertos por millón de habitantes en todo el mundo. Según datos de la federación de residencias, el 12% del personal y el 19% de los residentes han dado positivo en los casi 20.000 tests realizados hasta ahora. La falta de pruebas y mascarillas han sido la principal queja desde que empezó la crisis sanitaria. El Ejército se está implicando en la ayuda médica y logística a estos centros, con más de 150.000 plazas, pero su situación es todavía preocupante. La primera ministra, Sophie Wilmès, autorizó la visita de una familiar a los ancianos para paliar la enorme soledad con la que conviven estos días, pero la gestión de las residencias es competencia de las regiones, y sus responsables han echado atrás la medida por ahora ante el elevado riesgo de contagio si se permiten los contactos.
Reino Unido
La situación crítica por la que están atravesando las residencias de ancianos en el Reino Unido, azotadas por el coronavirus, ha puesto contra las cuerdas a un Gobierno que todavía lucha por rebajar el estrés y las carencias de los centros hospitalarios. Cerca de 400.000 personas mayores viven en esas instalaciones, y los últimos informes sugieren que dos terceras partes de ellas tendrían la infección dentro. “Ya hemos comenzado a realizar tests a los trabajadores de las residencias, y procuraremos cubrir todo el país en los próximos días”, ha dicho el ministro de Sanidad, Matt Hancock. “Se harán las pruebas a todos los que viven en ellas y muestren síntomas de la enfermedad, y a aquellos que regresen después de haber recibido el alta hospitalaria”.
Las siete grandes empresas que gestionan gran parte del sector de asistencia social han acusado al Ejecutivo de Johnson de no prestar la atención necesaria a un reducto de especial vulnerabilidad. Las cifras oficiales de fallecidos no han tenido en cuenta, hasta que no comenzó a incorporarlos la Oficina Nacional de Estadística, los decesos en estas residencias (aunque mezclados con los fallecidos en su domicilio). A la mayoría no se les realizó el test, pero su fallecimiento está claramente relacionado con el virus. Los cálculos aproximados hablan de más de 4.000 muertes en estas circunstancias. “La retórica del Gobierno en torno a las residencias debe comenzar a incorporar con urgencia la realidad sobre el terreno”, ha denunciado Sarah Monaghan, la presidenta de MHA (Asociación de Residencias Metodistas, en sus siglas en inglés). “Y eso debe incluir cifras exactas y actualizadas de todas las personas que, desgraciadamente, están falleciendo en ellas”. El pasado miércoles, el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, reclamó al Gobierno el número exacto de fallecidos por coronavirus en los centros de asistencia a personas mayores. Dominic Raab, el ministro de Exteriores y sustituto de Boris Johnson durante su convalecencia, admitió que el Ejecutivo no disponía aún del dato.
Francia
Cuando al fin llegaron, las cifras confirmaron los peores temores. Las residencias de ancianos se han convertido en Francia en uno de los focos más importantes de coronavirus del país: más de un tercio de las personas que han fallecido a causa de la covid-19 —8.796 de un total de 23.293, con cifras de este lunes— lo han hecho en un centro de la tercera edad. Y los datos no son aún definitivos, puesto que todavía no han llegado las cifras de todas las 7.400 residencias que hay en todo el país, donde residen unos 700.000 ancianos. Francia solo contabiliza desde comienzos de abril los casos de coronavirus en las residencias, puesto que hasta entonces no disponía de un sistema centralizado para recopilar los datos de estos centros. Los casos en residencias de covid-19 confirmados y de “posibles” (cuando los primeros dos o tres pacientes dan positivo en el test, todos los demás con síntomas similares a los del coronavirus son considerados como tales) suponen alrededor de la mitad del total de más de 120.000 reconocidos en todo el país, aunque en vista de que solo se ha sometido a pruebas a una ínfima parte de la población, esta cifra es poco fiable.
Pese a la alta mortalidad en las residencias, las autoridades aceptaron esta semana relajar levemente las draconianas condiciones de confinamiento en las residencias —los ancianos no pueden salir de sus habitaciones y desde mediados de marzo las visitas estaban totalmente prohibidas— en vista de los estragos que está causando también el férreo aislamiento en los mayores. Desde el pasado lunes, se ha restablecido de forma “extremadamente limitada” el derecho a visitas, aunque se restringen a solo dos personas por familia y no al mismo tiempo y está totalmente prohibido tocarse. “Habrá imposibilidad de contacto físico, pero sí habrá contacto visual, pueden pasar muchas cosas con la mirada e imagino el alivio de muchas familias que podrán volver a visitar a sus cercanos, sobre todo a personas que han perdido la autonomía y a veces están desorientadas, pero que conocen el valor de una mirada”, dijo el ministro de Sanidad, Olivier Véran, al anunciar la medida.
Italia
La situación en las residencias de mayores de Italia ha estado fuera de control durante las primeras semanas de crisis de la covid-19. El Instituto Superior de Sanidad informó de que más de 6.000 ancianos han muerto en estos centros (con más de 340.000 plazas) por cualquier causa desde el 1 de febrero: el 40% presentaba síntomas como fiebre y tos, aunque a menos de 1.000 de ellos se les había realizado la prueba para ver si eran positivos en coronavirus. Las cifras indican que podrían rondar las 5.000 víctimas, entre quienes presentaban indicios y eran asintomáticos, pero no se sabe con precisión y hasta ahora no ha habido una contabilización separada.
Graziano Onder, responsable del Instituto Superior de Sanidad, explicó que “gran parte de las muertes se contabilizaron en la segunda mitad de marzo, durante el pico de la infección” en Italia. El instituto sigue recabando información, preguntando a las residencias de todo el país, pero la Fiscalía ya ha abierto una investigación para tratar de aclarar lo sucedido, que el director general adjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el italiano Ranieri Guerra, calificó como una “masacre”.
Las autoridades italianas investigan más de 600 residencias de todo el territorio y han observado que el 17% de ellas presenta irregularidades. Una de ellas es la Pio Albergo Trivulzio, en Milán (Lombardía, norte), donde murieron 150 ancianos con coronavirus, de un total de 1.000 residentes. El director de la institución, Giuseppe Calucchio, había ocultado un alto número de los fallecidos y se enfrenta ahora a un presunto delito de homicidio involuntario. Algunos testimonios aseguraron en su momento que se dejaron pacientes positivos en la misma habitación donde había pacientes sanos.
La investigación también apunta a uno de los principales errores que cometió Lombardía, la región más golpeada por la epidemia. Según reconoció el propio Gobierno, se permitió que los pacientes que mejoraban en los hospitales fueran trasladados a residencias, en un ala distinta que los ancianos, para liberar espacio en los centros sanitarios.
Alemania
El Instituto Robert Koch reconoció el pasado miércoles que al menos 1.491 personas había fallecido en residencias de ancianos y otras instalaciones de cuidados para mayores, alrededor de un tercio de todas las muertes reportadas ese día (la cifra global asciende este lunes a 5.750). Sin embargo, Eulen Brysch, presidente de la Fundación Alemana de Protección del Paciente, asegura que “el número real de fallecimientos” en estos centros, que cuentan con más de 830.000 plazas, “no está aún registrado”, dado que “no hay una revisión sistemática de los casos”. “La infección fue detectada en Alemania por primera vez a finales de enero. Pero solo el 24 de marzo el Instituto Robert Koch recomendó que las enfermeras geriátricas con síntomas similares a la gripe se hicieran la prueba”, apunta Brysch. “Hace mucho tiempo que las autoridades federales, estatales y locales deberían recopilar sistemáticamente las cifras y adoptar medidas para proporcionar protección básica en estos centros”. En estas instalaciones, 5.832 empleados se han infectado con el virus y 19 de ellos han muerto.
Hasta ahora, la residencia Hanns-Lilje de Wolfsburg y la de San Nicolás, en Würzburg, han sido las más afectadas por la pandemia en el país, según un artículo de la revista Der Spiegel. Al menos 65 residentes de ambos centros han muerto. Brysch hace un llamamiento a las autoridades: “Las personas que necesitan cuidados, sus familiares y el personal de enfermería son olvidados por los políticos. Son los perdedores cuando se trata de la distribución de desinfectantes, mascarillas, guantes y gafas protectoras”.
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