El impacto fue mayor. No solo para nosotros sino para 1600 millones de creyentes y el resto del mundo. El Papa era un argentino y peronista. Desde aquel día fue atacado por cada bendición que envió, por cada rosario que regaló, por cada visita que recibió.
¿Cómo va a ser Papa, si es hincha de San Lorenzo, nació en Flores, toma mate amargo? ¿Cómo va a ser Papa, si es argentino?
En esa constancia que solemos tener en autodestruirnos, cuestionamos si viene, o si no viene, si le sonrió a Macri o lo atendió serio, o como si cree el aturdido caza-peronistas, Fernando Iglesias, no viene porque lo atacan en las redes sociales. A este diputado le sobra el apellido. Todos vimos pasar de los ataques originales de Verbitsky y del kirchnerismo en el primer momento, hasta una encantada mandataria que pretendía enseñarle a tomar mate en Roma.
Pero al Papa, que es jesuita, y que tuvo una militancia en el peronismo, el diario de la masonería, La Nación, no lo puede perdonar. Tampoco se quedó afuera Clarín, molesto con el discurso antisistema del Papa de los pobres. Y esta vez se le sumó el Grupo América de Vila – Manzano, tratando de destacar en sus medios los atentados a las iglesias en Chile, y haciendo que reporteros de los canales del grupo presentaran a turistas argentinos que viajaban no a ver al Papa sino a hacer compras.
Hasta el pobre Julio Bazan tuvo que hacer para el grupo de la corneta un triste papel que sabemos que él no siente, el de tratar de mostrar lo marginal en Chile y hablar de temas pautados desde Buenos Aires. Por supuesto que hay libertad para que todo el mundo se exprese, y usando esa misma libertad, con más de 50 años de profesión, quiero que razonen qué importancia tenía mostrar el traslado de Omar Suarez al hospital de Ezeiza en el medio de que casi en cadena los canales de noticias transmitían los movimientos del Papa recién llegado a Chile.
Si bien era una disposición judicial, el horario lo pone el Servicio Penitenciario dependiente del Ministerio de Justicia, es decir, el Ejecutivo trató de instalar otro tema.
También se criticó los 16 millones de dólares que el gobierno de Chile destinó para la seguridad del Papa y su comitiva, cuando en realidad, en Colombia se gastaron 6 millones en un país con 40 años de guerrilla. Habrá que preguntarle a Bachelet si algún servicio de inteligencia del país estuvo vinculado a los ataques a las iglesias, para justificar el gasto desmesurado en el final del gobierno socialista.
Mientras tanto, en Concepción, Carabineros detuvo a 30 personas que protestaban no contra el Papa, sino con la miseria que el gobierno trasandino escondió la visita del Sumo Pontífice. Pero en Buenos Aires se pretendió presentar esto como una protesta contra Francisco.
También se criticaron a los movimientos sociales, preguntando quién pagaba la movilización de 500 personas a Chile. La prensa comprometida en la campaña antipapa trató de marcar que la popularidad de la Iglesia Católica en Chile, debido a los casos de pedofilia, había caído notablemente. Bergoglio pidió perdón, y dijo sentir vergüenza en nombre de la Iglesia en la misa que dio en el Parque O’Higgins para cerca de 500.000 peregrinos.
Pero en realidad, lo que molesta, es que el Papa no aprueba la política de ajuste del modelo liberal, respaldada por estos medios. Por eso resultó más objetiva la CNN en la información, que los medios argentinos. Esta cadena norteamericana es considerada de centro izquierda en aquel país.
¿Qué les molesta de Bergoglio?: el reproche permanente al capitalismo salvaje, deshumanizante e indigno; el apoyo a los desvalidos, a los que luchan por tierra, techo y trabajo, el que esté contra los fabricantes de armas, y contra los narco-políticos. Les molesta que Bergoglio no apruebe la flexibilización laboral. Y entonces critican que no haya pasado por la Argentina en lugar de fijarse que es el argentino más trascendente de la historia y que él no tiene la culpa de ser peronista, porque el peronismo es una respuesta a los patrones del maltrato, a los explotadores de los humildes, y porque el Padre Jorge fue contemporáneo de los diez años más felices de los argentinos, los de Perón y Evita.
No le perdonan que reciba y le de más tiempo a Evo Morales que a Trump. O que Putin le dijera que hablara con el patriarca ortodoxo para una visita no de jefe de estado, sino de la fe cristiana.
Somos así. Destruimos lo que tenemos cerca. Y mientras una chilena por televisión decía sonriente “gracias a Francisco que nos eligió; le vamos a pedir que también los visite a ustedes”, el cronista no sabía cómo
seguir.
Los que querían que le sonriera a Macri se olvidaron que cuando era Jefe del Gobierno de la Ciudad, el cardenal primado Jorge Bergoglio le pidió que evitara los casamientos entre personas del mismo sexo, y Macri ni
siquiera lo atendió.
Tampoco la ex presidenta iba a los tedeums para las fechas patrias, y terminó yendo hasta Brasil para verlo por tercera o cuarta vez. Lo que pasa es que el Papa Francisco también es el Padre Jorge, también es el Bergoglio que viajaba en subte, y al que no lo atendían ni en la Casa Rosada ni en el Gobierno de la Ciudad.
Un párrafo final para el Grupo América, donde últimamente aparecieron tres programas macristas, haciendo justicia a uno de los dueños, a José Luis Manzano, presidente del bloque y Ministro del Interior durante el gobierno de Menem, cuando se sacó la reforma del Estado, invento de Cavallo, del que Cambiemos termina de copiar gran parte en el famoso decretazo.
Por más que el Santo Padre pida que recemos por él, no olvidemos de rezar por la Argentina, porque los argentinos la destruimos cada día un poco más. El título de mañana debería ser: una multitud acompañó al Papa en Chile, pero seguramente la prensa canalla encontrará algo que satisfaga la campaña en contra de Bergoglio.
Miguel Angel de Renzis