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agosto 2017

Hallan el vino más antiguo de Italia

Un grupo de arqueólogos ha encontrado un vino de 5.000 años de antigüedad. La expedición en el Monte Kronio (Sicilia), encabezada por los investigadores de la Universidad del Sur de Florida, ha descubierto los restos de vino más antiguos jamás encontrados en el país.

El equipo de científicos analizó los restos de una antigua pieza de cerámica italiana escondida en una cueva dentro del monte. El estudio muestra que se trata de un frasco de arcilla que utilizaron los italianos en la Edad del Cobrepara almacenar la bebida.

El hallazgo sugiere que los antiguos italianos comenzaron la vinificación mucho antes de lo que se creía. Hasta el momento se pensaba que los primeros procesos de fermentación de uva se dieron en la Edad de Bronce, pero, según han dicho los investigadores, el reciente hallazgo deja obsoletas las teorías que situaban la aparición del vino entre los años 1.300 y 1.100 a.C.

Los investigadores tienen una evidencia directa sobre la forma de vida de los prehistóricos italianos gracias a la identificación de los restos de plantas y animales intactos que encontraron durante las excavación.

La pieza de cerámica y los restos de vino dan pistas a los historiadores acerca de la forma de vida de los prehistóricos durante la Edad de Cobre, sobre cómo era la economía y la organización social. “Se puede obtener información acerca de las dietas de las sociedades primitivas, e indirectamente, de la evidencia cultural de los artefactos relacionados con la obtención, preparación y consumo de alimentos”, según lo que dice el estudio del Microchemical Journal.

Los restos que se han encontrado son de ácido tartárico, un ácido orgánico que se encuentra en muchas plantas pero que está vinculado a la uva porque es uno de los subproductos que se crean al fermentar. Los residuos demuestran que las jarras se utilizaban para guardar ese tipo de bebidas. “Uno de los objetivos era arrojar una nueva luz sobre el uso de ciertas formas de cerámica e inferir algunas hipótesis sobre los hábitos alimenticios antiguos”, dicen los investigadores en su estudio.

Aunque este vino sería la muestra italiana más antigua jamás encontrada pero no la más antigua del mundo. Los restos más antiguos del mundo tienen 7.000 años y se encontraron en Irán, en una botella de cerámica que se mantiene casi intacta.

Edurne Pujol (publicado en El Español el 29.08.2017)

Italia: el quinto país más visitado del mundo

La rica historia, tradiciones, cultura y belleza natural de Italia, junto con su increíble cocina, se han convertido en un imán para los visitantes de todo el mundo.

Según un informe de la organización turística italiana Touring Club, Italia fue el quinto destino más popular del mundo en el pasado 2016, manteniendo su posición por tercera vez consecutiva.

Cuando se trata de analizar las llegadas internacionales, Francia superó a todos, y a pesar de los desafíos y el reto del terrorismo, fue el país más visitado del mundo con un total de 84,5 millones de llegadas internacionales.

Francia fue seguida por los Estados Unidos, con 77,5 millones; luego España, con 68,2 millones y China, con 56,9 millones. Italia dio la bienvenida a un total de 50,7 millones de visitantes en 2016, contribuyendo a un sector turístico en auge que vale más de 70.000 millones de euros al año.

Sorprendentemente, el Véneto es la región más visitada de Italia, con más de 63 millones de visitantes en 2016. Este número es tres veces más que el de Campania (19 millones), y cuatro veces más que el de Sicilia, (15 millones).

En cuanto a los ‘gastos entrantes’, el Lazio ocupa el primer lugar con 6.400 millones de euros dejados por los visitantes extranjeros. El Lazio fue seguido de cerca por Lombardía, luego por el Véneto y la Toscana por 4.100 millones de euros. En este 2017 se espera que se desarrolle el mejor verano de la década en cuanto al turismo.

Hebe Costa

Se cumplieron 85 años del primer triunfo en Esperanza de Domingo Bucci

El 4 de Setiembre se cumplieron 85 años de la victoria más resonante de Domingo Bucci, conseguida en el circuito de Esperanza en 1927.

Hombre de aquella vieja estirpe de mecánicos-experimentadores-pilotos, ganador del Gran Premio Nacional, las 500 Millas de Rafaela y dos veces en el circuito del Esperanza Automóvil Club, era de esta zona de la provincia de Santa Fe, pero su pasión por los autos y los motores lo fueron llevando lejos.

Nació en 1894 en San Carlos Centro, Santa Fe. Hijo de piemonteses y oriundo de una zona con fuerte presencia de italianos, seguramente había heredado su temperamento. Parte de su vida transcurrió en Morteros (Córdoba).

Como si no fuera suficiente, Mingo también vivió en Italia durante una etapa muy importante de su vida, colmada de sueños y experiencias, que marcaron su vida para siempre.

Desde bien chico se interesó por la mecánica. A los siete años ya ayudaba a su padre en el manejo de una trilladora (seguramente a vapor) que era el medio de vida de la familia. Anduvo por Clucellas y Zenón Pereyra, cerquita de los pagos de quien escribe.

A sus trece años entró a trabajar en un taller en el que componían bicicletas, máquinas de coser y armas de fuego, siendo ese su primer contacto directo con la mecánica. Allí conoció a Alfonso Cattini que lo llevó a trabajar a Villa María cuando tenía 17 años, donde empezó a ver pasar los primeros aeroplanos que lo atrajeron inmediatamente. Fue entonces cuando, seguramente, nació su anhelo por volar.

Cuando su padre debió cambiar de ocupación, para trabajar en una nueva actividad volvió a su lado y convirtieron un automóvil NSU en chatita para adaptarlo a la tarea que realizaban, pero parece que el afán de velocidad del hijo no se llevaba de acuerdo con las ideas del progenitor, por lo que la sociedad duró poco.

Por lo cual Domingo decidió iniciarse por su cuenta desempeñándose como Taxi y el auto fue devuelto al estado original para ir a trabajar a la ciudad de Santa Fe.

Después de un tiempo vendió ese auto, juntó lo recaudado y algunos ahorros marchándose a Europa a aprender a volar, donde fue discípulo de Roland Garros, posteriormente héroe de la aviación francesa.

En Italia obtuvo su brevet de piloto, a los 19 años. De vuelta, sin avión que volar, se enteró que cerca de sus pagos, en San Jerónimo Norte, un suizo de apellido Briggiler había construido uno, basado en planos de una revista de aviación.

Bucci con sus conocimientos recién adquiridos, sus deseos de volar, su coraje y entusiasmo decidió probar suerte con aquel aparato de hechura casera que jamás había tomado vuelo.

Con sus conocimientos aportó algunas modificaciones y, no obstante, aunque consiguieron despegar, no lograron que se elevara ni se mantuviera en vuelo.

Debió convencer al “inventor” que aquel aparato jamás volaría, entonces, conjuntamente viajaron a Buenos Aires donde compraron un Bleriot de 50 HP y 1.200 rpm por $ 7.000. A su vuelta fueron recibidos con todos los honores en un Festival en San Jerónimo, donde recaudaron $1.200. De allí fueron a Esperanza donde consiguieron $ 800 en otra exhibición.

No era muy rentable y, ante la perspectiva de casamiento, la futura esposa le habría sugerido una actividad menos riesgosa, por lo que Domingo se estableció con un taller mecánico.

Como era un tipo sumamente inquieto empezó a correr en auto, interviniendo en las carreras de la época. Debutó en 1920 en Morteros, con Overland. Luego con un Stoddard–Dayton, sin mayor suerte. Su primera victoria llegó en San Francisco (Córdoba) con un CASE, el 19 de junio de 1921.

Pero fue en Esperanza donde obtuvo, precisamente, su más resonante victoria, con Hudson, en 1927, en el circuito semipermanente del Esperanza Automóvil Club, en dura lucha con rivales de la talla del debutante Zatuszek con Mercedes Benz quien debió abandonar, Jorge Perín con Bugatti y Juan A. Malcom con Delage o Vittorio Rossa con Alfa Romeo.

Volvió al circuito esperancino en 1928, de nuevo con Hudson, y otra vez ganó, derrotando a Méstola, Desideri, Perín, Riganti y Zatuszek. Ese auto ha sido reconstruído y suele exhibirse. Bucci lo había apodado “Bestiún” término del dialecto piamontés para significar rudo, tosco, grande y es el seudónimo con que esa máquina entró en la historia grande de nuestro automovilismo, hasta que a alguien se lo ocurrió por desconocimiento rebautizarlo “Béstium” o porque tal vez suena más fino…

En 1925 y 1926 había ganado la copa KADE con otro Hudson facilitado por Tomás Roatta. Mientras que el 25 de marzo de 1925 ganó una competencia organizada por el Automóvil Club de Santa Fe, siempre con los mismos motores seis cilindros de misma marca norteamericana que, lógicamente, él mismo preparaba.

En 1926 ganó la primera parte de las primeras 500 Millas Argentinas de Rafaela, esas polémicas que debieron suspenderse por lluvia, con Hudson. Allí, salió segundo en 1927 y 1928, consiguió el triunfo total en 1929 a 145,661 km/h de promedio, siempre con Hudson, oportunidad en que Carlos Zatuszek (nada menos) fue segundo con Mercedes Benz.

En 1928, siempre con la misma marca, fue ganador del Gran Premio Argentino organizado por el A.C.A. y segundo en la misma prueba, pero con DeSoto, en 1932.

Tiempo después, lamentablemente, lo esperaba a Mingo otra bandera a cuadros, la que marcaría el final de su carrera en este mundo, en un accidente fatal, corriendo en Arrecifes provincia de Buenos Aires, el 5 de marzo de 1933 con un DeSoto (que él bautizó La Chancha), donde también falleció su acompañante, Arturo Forasieppi, al embestir a la máquina de Victorio Zini que estaba detenida cambiando una cubierta, oculta por la polvareda.

Como dato accesorio, cabe citar que el Museo de la Colonización de Esperanza alberga partes del avión construido por Briggiler, ése que intentara volar Bucci, como así también el raro motor Bertin 4 cilindros y la hélice.

Mingo Bucci tuvo dos hijos: Rolando (en homenaje al héroe de la aviación francesa, Roland Garrós, fallecido en acción sobre el final de la primera Guerra Mundial) y Clemar. Este último, también piloto de nuestro automovilismo, intervino en Mecánica Nacional e, incluso, llegó a viajar a Europa para representar a nuestro país internacionalmente, donde intentó en cinco oportunidades con Simca-Gordini sin obtener clasificaciones.

Bocha Balboni

La historia del argentino que diseña los autos más caros del mundo

Horacio Pagani ya conocía su destino desde los 12 años cuando diseñaba autos con motores traseros en madera balsa y latidas de cacao. Hoy  es el diseñador de los vehículos deportivos más caros del mundo: Zonda y Huayra, cuyos valores rondan los 2 millones de euros y se estacionan en los palacios de jeques árabes y en las mansiones de celebridades.

Desde que creó Pagani Automobili, puso su firma en sólo 192 obras, a pesar de que, anualmente, rechaza el triple de pedidos de los que produce. En 1999, revolucionó el mercado automotor con el primer coche deportivo realizado sobre fibra de carbono, tecnología de la que fue pionero. Hoy, factura alrededor de 24 millones de euros por año –en 2013, vendió 30 unidades– y comercializa sus autos en Europa, Asia y los Estados Unidos. Desde Módena, Italia, donde lidera la innovación automotriz mundial, accedió a contar su historia.

En Casilda, a los 14, ya realizaba sus primeras presentaciones ante amigos. “Este auto es para el salón de Torino. Éste, para el de Milán”. El, ahora, adolescente tenía planes más específicos. “Me voy a ir a Módena, Italia. Ahí, voy a construir mi primer auto”, le contaba a su madre.

En 1999, creó el Zonda, primer auto hecho en fibra de carbono y cuyo peso era 700 kilos menor que el de sus competidores. Pero no dejó al Arte de lado: ninguno de los autos Pagani es igual a otro, ya sea por su interior o por sus especificaciones técnicas, que varían a partir de lo que pida el cliente. Tal es el nivel de detalle que los aproximadamente 1400 tornillos de sus coches son todos diferentes, llevan la firma del diseñador y cuestan cerca de 60 euros, varias veces más que los de un vehículo tradicional. 

Con 15 años, el diseñador fue más allá de las maquetas y creó su primera moto. Cinco años después, empezó a trabajar en el diseño de un coche para Fórmula 2, utilizado, luego, por Renault en carreras oficiales.

Luego se mudó a La Plata, para estudiar Bellas Artes y cursar, al mismo tiempo, algunas materias de Ingeniería. Pero el Gobierno militar cerró la Facultad y Pagani volvió a Casilda, donde construyó su propio taller. En ese tiempo, todos los días, se paraba en la banquina de la ruta 33 para hacer dedo y recorrer los 50 kilómetros que lo separaban de Rosario, donde cursaba Ingeniera Mecánica. Cuando volvía, se encerraba en el taller, a crear todo tipo de cosas para la gente de la ciudad: casas rodantes, campers y hasta rugosímetros (instrumento que se usa para medir la rugosidad de una superficie).

En Casilda, a los 14, ya realizaba sus primeras presentaciones ante amigos.

Seis años pasaron y el diseñador seguía en su ciudad, lejos de Módena y su auto, aunque no de su sueño. Oreste Berta –santafecino, uno de los preparadores de autos de carrera más reconocidos a nivel mundial e ídolo de Pagani– sería el encargado de abrirle la primera puerta y conseguirle una entrevista con Juan Manuel Fangio, entonces, presidente de Mercedes-Benz Argentina, para que el diseñador pudiera mostrarle sus trabajos.

“Tengo el placer de presentarle al joven señor Horacio Pagani, diseñador y constructor con deseos de progresar allí y a quien me permito recomendarle. Vería con agrado que le dieran una mano y, desde ya, le agradezco lo que puedan hacer en su favor”. Así comenzaban las cinco cartas que Fangio escribió y firmó el 15 de octubre de 1982 y que Pagani apretaba, bien fuerte, en el aeropuerto de Malpensa (Milán), a donde había llegado para visitar a los directores de las automotrices más importantes. Tras escuchar propuestas, le dijo “sí” a Lamborghini, que le ofreció trabajar en el desarrollo experimental de autos deportivos.

“Volví a Casilda con una valija llena de sueños.. A los pocos meses, me llegó una carta del director de la automotriz, en la que decía que, por la crisis, no me podía dar el trabajo”, cuenta. Meses después, no dudó en tomar, de nuevo, un avión rumbo a Italia. “¿Qué hace acá? ¿No recibió mi carta?”, le dijo el ingeniero Giulio Alfieri, director de Lamborghini, con las manos en la cabeza. “La recibí, ingeniero. Hágame barrer los pisos. Pero recuerde que vine a hacer el mejor y más lindo auto del mundo”, le contestó Pagani, en ese entonces, de 26 años.

Sin trabajo en Italia, comenzó a cultivar plantas en un vivero y, de vez en cuando, un camión lo cargaba para realizar trabajos como soldador. Tampoco tenía dónde vivir. Hasta que alquiló una carpa en la que estuvo algunos meses junto a su esposa. Tiempo después, volvió a Lamborghini para hablar con Alfieri, quien le dio la posibilidad de empezar como obrero del tercer nivel. “El de segundo nivel barría el piso”, se ríe.

Un año después, era el responsable de toda la parte de carrocería en la automotriz, que empezaba a hacer algunas pruebas en fibra de carbono. “Trabajé día y noche para demostrarles que eso era el futuro. Pero, como no creían en la tecnología, no me querían comprar una autoclave para lograr calidad en la pieza”, agrega. Una autoclave es un recipiente metálico, que permite trabajar a altos niveles de presión y temperatura para crear materiales, a partir de sus reacciones. El director, cansado de los pedidos, lo confrontó: “Si Ferrari no tiene, ¿por qué nosotros sí?”. Ese mismo día, Pagani fue al banco, pidió un préstamo y compró la autoclave, con la que comenzó en un galpón particular a ser uno de los pioneros en fibra de carbono, tecnología de la cual, aun hoy, tiene patentes a su nombre. “La mayor parte de los materiales que utiliza la industria aeronáutica nacieron en mi taller hace 20 años. Todas las empresas me los traían para testearlos. Era exagerado lo que ganaba porque era el único que lo hacía”, cuenta.

En 1991, la Guerra del Golfo dejó a Pagani afuera de Lamborghini. “Afectó mucho a la industria de autos y aviones. Igual, había empezado una nueva fábrica en mi galpón, donde hoy está la automotriz. Me tuve que reinventar y empecé a trabajar para empresas de diferentes sectores. Inclusive, para automotrices, como Ferrari y Renault”, recuerda. Después de largas charlas con Fangio, el “Quíntuple” lo convenció de ponerse a trabajar en su auto propio: “Hace años que me estás hablando de esto. Un proyecto tiene validez cuando uno deja de hablar de él y lo transforma en realidad”. Durante dos años, de día, trabajaba con la fibra de carbono y, de noche, dibujaba, borraba y volvía a esbozar el diseño. En 1993, comenzó el proceso de producción y, seis años después, en la muestra de Ginebra, Pagani presentaba el Zonda, su primer auto. Como en Casilda, ante sus amigos.

Trabajé día y noche para demostrarles que eso era el futuro. Pero, como no creían en la tecnología, no me querían comprar una autoclave para lograr calidad en la pieza

El Zonda fue un golpe en el estómago del mundo automovilístico. Además de los innovadores materiales, como la fibra de carbono, el auto rompió records apenas salió a pista. El año en que el auto salió al mercado, Pagani Automobili vendió seis unidades. En 2013, comercializó 30. Para este año, planea entregar 40. “Los autos de Ferrari, que fabrica 7000 por año, cuestan la mitad que un Pagani. Los nuestros son como un vestido hecho a medida. Encontramos nuestro nicho. Prefiero ser cabeza de ratón que cola de león”, explica. Gracias a gestiones de Fangio, el Zonda fue, y es, el único vehículo no perteneciente a Mercedes-Benz que posee un motor de la firma. El otro que cuenta con 750 caballos de un motor Mercedes es Huayra, modelo que el casildense lanzó en 2011 y que puede alcanzar los 380 kilómetros por hora. Con este último fue más lejos: unió el hilo de titanio al carbono y creó un material más resistente al impacto, único en el mercado.

Hoy Pagani,  dueño del 90 por ciento de la empresa (el otro 10 pertenece a un socio estadounidense, quien se encargó de la llegada de Pagani a ese país, en enero) planea  destinar  12 millones de euros para terminar la segunda parte de una nueva fábrica. Además de desarrollar de motores y cajas que le demandarán  9 millones de euros anuales en gastos.

Cuando prometió que se iría a Módena a construir su primer auto, no dijo que volvería a Casilda con una escuela de diseño: inaugurada en 2012, funciona en la Universidad de Veterinaria de la ciudad, donde los estudiantes aprenden a diseñar desde ropa o muebles hasta máquinas agrícolas. “Aunque no pagan US$ 50.000 para estudiar, como en los Estados Unidos, y, además, trabajen, puedo asegurar que lo que hacen los chicos de primer año son iguales a los de estudiantes de tercer año en Europa”, cuenta, ya con la voz algo quebrada. En Casilda, no estudian como en las grandes escuelas del Viejo Continente del país de América del Norte. En Santa Fe, estudian Diseño según la escuela de Leonardo da Vinci: Arte y Ciencia. La escuela que Horacio Pagani descubrió a los 14 años.

La amatriciana se postula a patrimonio Unesco

El 29 de julio se inauguró en Amatrice la aldea del Food, sobre un proyecto del estudio Stefano Boeri Architetto, formado por un grupo de restaurantes en madera. Durante la inauguración la ministro de Políticas Agrícolas Maurizio Martina anunció la postulación de la Amatriciana a patrimonio de la Unesco.

“Hoy – dijo la ministro Martina – es importante estar en Amatrice, para agradecer ante todo a los ciudadanos que dieron su aporte y para seguir dando una mano a la contrucción paso a paso del futuro de estas comunidades y de estas extraordinarias tierras”.

“Completamos los pagos de las ayudas directas a más de 3800 agricultores y criadores de las tierras afectadas (por el terremoto del 24 de agosto de 2016), por un compromiso total de 28 millones de euros. Simultaneamente – agregó – estamos en el proyecto del reconocimiento de la amatriciana como especialidad tradicional protegida (Stg) y hoy también podemos afirmar que nuestra tradición es candidar la tradición amatriciana a patrimonio Unesco dentro de los objetivos del 2018, año que como gobierno le queremos dedicar a la cocina italiana”.

A la noticia del terremoto de Amatrice, los italianos en Argentina, se activaron para ayudar a sus connacionales afectados por el sismo. El Consulado General de Italia en Buenos Aires organizó en el Teatro Coliseo de Buenos Aires la manifestación cultural “Aiutare mi aiuta”, la Agencia Consular de Italia en lomas de Zamora organizó la representación de La Traviata y la Associazione Calabrese un festival musical.

Los fondos recaudades con estas iniciativas fueron destinados a las personas afectadas por el terremoto.

Mensaje del canciller Alfano en ocasión del 61° aniversario de la tragedia de Marcinelle (8 de agosto de 2017)

Queridos Connacionales,

quisiera expresarles mi más sentida emoción por el aniversario de la tragedia de Marcinele del 8 de agosto de 1956. Desde el 2001 esta recirrencia fue proclamada “Dá nacional del sacrificio del trabajo italiano en el mundo”. Cada año nuestros pensamientos se orientan a todos los italianos caídos en el trabajo. Queremos honrar su memoria.

El mundo de las migraciones, a través del corage, el ingenio, el sacrificio, hizo posible en los años el encuentro de personas, culturas, profesiones y naciones, como las europeas, que hoy comparten el proyecto común de la integración de Europa.

Esa tragedia que le costó la vida a 262 mineros entre los que había 136 italianos, contribuyó de manera determinante a la formación de una conciencia europea. Eso sucedía sólo un año antes de la firma de los Tratados fundacinoales de las Comunidades Europeas, de los que festejamos su 60° aniversario.

Esta Europa unida cumplió el entonces inimaginable objetivo de mantener la paz en el continente por más de medio siglo, promovió el desarrollo de todos los países miembros, y hoy permite a nuestros hijos de viajar y vivir en todo el territorio del continente en condiciones muy distintas de los mineros de Marcinelle.

La tragedia de Marcinelle nos brinda aun hoy la fuerza de trabajar para una Europa más sólida y solidaria, como la habían imaginado sus padres fundadores. Una Europa que se nutre y origina del genuino espíritu de hermandad de sus pueblos. Una Europa que sepa dar una respuesta compartida, unitaria y útil a las grandes emergencias actuales. Me refiero particularmente al flujo contínuo de migrantes desesperados que cobra sus víctimas hoy como entonces.

La tragedia de Marcinelle nos lleva a pensar sobre el tema del trabajo en el perfil de su dimensión humana y social. No debemos olvidar que el trabajo sin reglamentación mata donde tiene lugar en lugares que deberían ser menos peligrosos que las vísceras de la tierra. Hay que defenderlo porque el trabajo es sinónimo de esperanza y de futuro. Es una condición necesaria para el nacimiento de una familia y para el crecimiento inividual de cada uno en relación con la comunidad.

Queridos connacionales, nuestro pensamiento se dirige a los pioneros de nuestra emigración, a sus descendientes, pero igualmente a sus nuevos migrantes, que hoy expatrian en condiciones diferentes aunque a muchos de ellos los mueves los mismos deseos y esperanzas. Como Fabrizia, Marco y Gloria, que perdimos en Berlín y Londres, la primera fue víctima de un vil ataque terrorista y los segundos de una fatalidad que se pudo haber evitado.

Nuestra cercanía también se dirige a los italianos que viven en el exterior en situaciones particularmente difíciles, como en Venezuela, que seguimos con atención para facilitar la adopción de soluciones para el éxito pacífico de las crisis que atraviezan.

Estamos orgullosos del atributo aportado por todos ustedes, Italianos en el mundo, a nuestro país. Quien ha dejado y aún hoy deja Italia contribuye, de distinta manera, al diálogo y a la consolidación de las relaciones con los países de destino, dando lustro a los valores más profundos y positivos de la italianidad. Y en varias formas contribuyen al crecimiento de Italia.

Con esta certeza les envío mi más sincero agradecimiento.

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