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febrero 2018

La batalla de los Saboya para enterrar a sus bisabuelos con honores en Italia

Desde el regreso a Italia de los Saboya en 2002, tras la derogación de la ley que les impedía pisar suelo italiano, las turbulencias en la histórica familia real transalpina no han cesado. El pasado mes de diciembre los restos del penúltimo rey italiano, Víctor Manuel III, volvieron a su tierra natal sin ningún boato, casi en secreto y con medio país en contra. Los italianos nunca le han perdonado su complicidad con el fascismo y su cooperación en la persecución contra los judíos. Reposa desde hace dos meses en el mausoleo familiar en Vicoforte, cerca de Turín, lejos del decoro de los grandes monarcas, enterrados en el Panteón de la capital. Ahora su bisnieto Emanuele Filiberto de Saboya ha iniciado una contienda para devolverle el honor perdido. Pretende que su bisabuelo repose junto al resto de soberanos en el templo romano y apelará al Vaticano para conseguirlo, tal y como ha anunciado en una entrevista con la revista Vanity Fair. En enero, en una visita a Roma ya advirtió que pediría audiencia con el Papa para pedir su ayuda. “La estancia en el mausoleo familiar debe ser solo temporal”, afirmó.

Las autoridades italianas dieron el visto bueno “por razones humanitarias” a la repatriación de los restos del monarca, que murió en el exilio en Egipto en 1947 y los de su mujer, la reina Elena de Montenegro, que murió en 1952 en Francia, pero se negaron a que fueran enterrados con honores de Estado. Lo que levantó ampollas entre los Saboya. “No había nada que esconder. La reina fue un ejemplo de caridad, de humanidad […] hacerla volver ahora a escondidas, como si hubiera sido una terrorista, para nosotros es un insulto”, declaró en su momento al Corriere della Sera Emanuele Filiberto de Saboya, de 45 años, nieto de Humberto II, último monarca de Italia y que reinó solo durante un mes e hijo del polémico Víctor Manuel de Saboya.

Ahora continúa esta pugna en solitario. Los Saboya son expertos en no ponerse de acuerdo, sobre todo en cuestiones sucesorias. El año pasado, Maria Gabriela de Saboya, tía de Emanuele Filiberto, cerró el acuerdo con el Estado italiano para la repatriación de los restos de su abuelo. El resto de la estirpe se enteró por la prensa. “Mi padre, jefe de la Casa Saboya, ha quedado desconcertado por la iniciativa de su hermana, no fue concordado en familia y sobre todo por el modo en el que se han repatriado los restos”, explicó entonces Filiberto en una entrevista con Il Corriere della Sera. Su primo, el príncipe Serge de Yugoslavia también mostró su sorpresa: “Nadie estaba al corriente, estas decisiones se toman en familia. Tal vez Maria Gabriela quiso solo para ella el prestigio de haber hecho entrar de nuevo en Italia los restos de los reyes”, declaró y explicó que después de estas divisiones “debemos intentar coordinar los próximos movimientos”.

Emanuele Filiberto, que vive entre Mónaco y Estados Unidos con su esposa, la actriz francesa Clotilde Marie Pascale Courau y sus dos hijas, es popular en Italia por sus excentricidades y sus apariciones en televisión en un intento de ganarse la simpatía de los italianos. Sus bailes en la versión transalpina del programa ¡Mira quién baila!, del que resultó ganador en 2009 o sus gorgoritos en el famoso Festival de San Remo son ya parte de la historia de la televisión del país. “Dentro de poco cumpliré 50 años y no puedo seguir haciendo el payaso en televisión. Hay una edad para todo”, declaraba a Vanity Fair.

El heredero de los Saboya, que se hace llamar príncipe de Venecia, aunque este tipo de títulos no está reconocido en el país, se presenta así en su página web personal: “De la dote histórica y moral de la Familia, en particular del abuelo S.M. Rey Humberto II, a éxitos en el mundo del entretenimiento; de la experiencia en finanzas internacionales a los proyectos de beneficencia de su Fondo de Caridad: para todos, Emanuele Filiberto”. También se ha embarcado en diferentes y variopintos proyectos. Como diseñador de camisetas, escritor de novela histórica, político, productor de cine o empresario de la restauración en Los Ángeles con la pasta italiana por bandera.

En la foto: Víctor Manuel de Saboya y Marina con su hijo Emanuele Filiberto

Lorena Pacho (publicado en El País el 22.02.2018)

El laboratorio del doctor Grillo

La gente normal había conquistado Roma. Virginia Raggi una abogada de 38 años a la que no conocía nadie, arrasó con casi el 70% de los votos. Salió al balcón, como una persona cualquiera, y lloró de emoción. Luego intentó cambiar una ciudad que se acababa de cargar a un alcalde por fabricar facturas falsas y había descubierto que la mafia no era solo una historia del sur. Dos años después, es difícil llevar la cuenta de los asesores y directores generales cesados, la basura sigue en las calles y Raggi se encuentra a un paso de ser procesada por falso testimonio. Pero los efectos electorales, también a nivel nacional, son nulos. La respuesta siempre es la misma: sus predecesores fueron peores. El posfascista, el ladrón… Y el Movimiento 5 Estrellas, que iba a hacer de Roma una bandera, no se ha movido ni un milímetro en las encuestas. Hoy sigue liderando todos los sondeos (alrededor de un 29%) para ganar las elecciones del 4 de marzo.Roma aporta mucha información sobre este imparable fenómeno. El votante del M5S —fundado por el cómico Beppe Grillo y el ya fallecido empresario de comunicación, Gianroberto Casaleggio— no es impermeable a la realidad. Pero prefiere arriesgar que volver a lo de siempre. Por ejemplo, Andrea Natoli, 41 años, tiene una pequeña empresa. Desde el primer día miembro del blog del movimiento del que surgió el partido. “Es la última amenaza democrática. Quiero votar a alguien que, al menos, todavía no haya robado. Prefiero un incompetente que un ladrón. La política es hoy como un estadio, aquí solo hay hinchas de izquierda o de derecha. Falta una idea objetiva, más práctica”.

Pero el partido es también la probeta política que mejor explica el clima de descomposición política y hartazgo que recorre Italia en este momento. Su tirón electoral es poderosísimo —Renzi y Berlusconi pactaron una ley electoral diseñada para frenarles— y es a prueba de aciertos o errores. El politólogo y profesor de la LUISS, Giovanni Orsina, cree que sus votantes son impermeables porque “es una elección desesperada”. “Prevalece la idea de que por muy inexpertos que sean, siempre serán mejor que los otros. El punto de inflexión será cuando sus electores empiecen a pensar que son como los demás”.

Hace dos semanas la prensa pensó que había llegado ese momento. Luigi di Maio, un candidato de 31 años con la única experiencia de la última legislatura en el Parlamento, palideció y paró la campaña. Una investigación del programa televisivo de Mediaset Le Iene (una suerte de Caiga quien caiga), desveló que hasta 12 parlamentarios del partido habían fingido devolver parte de su sueldo, como obliga su código. El agujero llegaba a 1,4 millones de euros. Un torpedo a la línea de flotación moral del partido. A sus votantes, dijeron los sondeos de nuevo, no les pareció grave.

El M5S ya no es un experimento. Hoy tiene 45 alcaldías, 15 parlamentarios europeos, 92 diputados, 36 senadores y 1.700 concejales. Su lógica funciona por otros cauces. Donde mayor es el hartazgo, y Roma es la quintaesencia de ese cabreo, más vibrante es su pulso electoral. Un tercio de sus votantes tiene menos de 35 años y su espectro ideológico se reparte casi simétricamente a derecha e izquierda, como señala el diputado de la formación, Luca Frusone, en una cafetería junto al Palacio de Montecitorio. “¿Populismo? Lo asocio a demagogia, y nuestras propuestas están argumentadas. Creo que esa definición está más cerca de La Liga”.

Italia, un país envejecido demográfica e institucionalmente, ha alimentado un virulento rechazo a la vieja política por parte de sus nuevos votantes. Azotado por un alto índice de desocupación juvenil (un 36%), un 30% de los primerizos reconoce que se inclinará por un partido que tiene el sello de la innovación en tantos aspectos. Fue el primero en nacer de un blog, el primero en Europa en estar desideologizado y el precursor en ganar unas elecciones —si no hubiera sido por el voto extranjero de 2013— siendo una formación recién nacida y surgida de una empresa privada como la Casaleggio Associati (que controla de facto la organización). Pero en eso, en realidad, sí hubo un precedente que aporta contexto.

En 1994 un empresario milanés que había hecho fortuna con un imperio mediático y había forjado su fama de ganador con un espectacular equipo de fútbol fundó Forza Italia, se presentó y ganó. Silvio Berlusconi surfeó también una enorme ola de descontento provocada por Tangentopoli, el mayor caso de corrupción de Italia. “Cuando llegó en 1994 parecía la apoteosis de la antipolítica. Un hombre sin cultura parlamentaria, que hablaba un lenguaje simplificado, empresarial. Hoy el M5S ha llevado la antipolítica berlusconiana a la perfección. Pero son una total incógnita y él parece más confiable”, señala Orsina.

Contra eso ha intentado vacunarse en los últimos meses di Maio, proclamado candidato con 30.936 votos de los 37.442 totales. Participó menos de un inscrito de cada cuatro. Pero con él llegó la emancipación de Grillo —desaparecido en campaña— y la tercera mutación. Se acercó a la patronal de empresas, al Vaticano, suavizó su discurso antieuropeo y optó por prorizar su relación con EEUU (hizo ahí su primer viaje) en lugar de seguir alentando el relato ruso. “Busca acreditarse y asegurar los mercados internacionales y los ambientes diplomáticos internacionales”, señala Ilario Lombardo, de La Stampa.

Pero Movimiento 5 Stelle tiene pocas posibilidades de gobernar Italia. Primero debería alcanzar más del 40% de los votos. Si no, debería renunciar a su promesa de no formar alianzas y encontrar a alguien dispuesto a salir en la misma foto. Llegado el caso, cree Orsina, faltará equipo. “Una clase dirigente es un organismo. Es exactamente lo que le pasó a Raggi. Cuando ganaron en Roma, una ciudad complejísima de administrar, tuvieron que buscar a 100 personas potentes, honestas y competentes con las que se entendiera la alcaldesa. Y Raggi no encontró a 100, pero tampoco a 10 ni a 3. El primer año lo pasó pensando a quién poner. Pero para gobernar un país se necesitan a 1000 personas. Y ellos no las tienen”. La pregunta, como siempre, es si las tienen los demás.

En la foto: Luigi Di Maio, actual líder del Movimiento 5 Estrellas

Daniel Verdú (publicado en El País el 22.02.2018)

El Gran Dragón “Made in Italy”

La máquina de coser nunca tiene sueño. El zumbido se oye de noche, de madrugada y despierta a los vecinos por la mañana. Mandan los pedidos, las necesidades de un patrón que nadie conoce ni quiere conocer. No hay descansos ni recesos para el almuerzo. Justo donde se cruzan la calle Nino Rota y la Pistoiese, en un sucio callejón del polígono Macrolotto de Prato, lleno de talleres y un Porsche 911 turbo aparcado en la acera, se cose a destajo y se rematan las prendas que llevarán el prestigio del made in Italy por el mundo. Una cuarentena de personas, alineadas bajo fluorescentes industriales y abrigadas con anoraks y bufandas, respiran un pesado olor a comida sin levantar la vista de la maquina. “¿Alguien habla italiano?”. Nadie responde.

La ciudad toscana de Prato (193.000 habitantes), gobernada por el Partido Democrático, fue la joya de la corona del poderoso textil italiano. Hoy su corazón industrial es un macrotaller chino de manufactura de moda low costque produce más de un millón de piezas al día. Mientras la crisis económica se llevó por delante la mitad de las 4.602 empresas italianas que había en 2006, los negocios de los recién llegados se duplicaron convirtiendo esta antigua ciudad medieval en el mayor centro de confección de Europa. Una enorme comunidad china (unas 40.000 personas y 18.000 trabajando en el sector) dispuesta a cabalgar la tormenta perfecta al precio que fuera.

En Prato, en el corazón de la marca Italia, encontraron una estructura urbanística tradicional de casas taller. Un modelo perfecto para su sistema de trabajo heredado de cuando cada familia tenía aquí una pequeña empresa en los bajos de la vivienda. Un cascarón vacío —algunos todavía con el nombre italiano del viejo propietario—que ocuparon rápidamente sin apenas tocar nada. Las empresas de confección de Prato, que mayoritariamente regentan ciudadanos chinos, pasaron de 2.807 en 2006 a 4.531. Los viejos empresarios, muchos de los que hoy se quejan, sobreviven como rentistas alquilándoles sus naves vacías. “Se pasan la vida criticando a los chinos, pero sin ellos ahora estarían arruinados”, explica uno de los pocos enlaces entre la comunidad asiática y las autoridades italianas.

El escritor Edoardo Nesi nació en una familia de industriales del textil de Prato que abandonó cuando llegó la crisis. Un día decidió contar aquel colapso a través de La historia de mi gente (Salamandra, 2011), que ganó el Strega, el premio literario más importante de Italia. En una cafetería de las afueras de la ciudad, desgrana un análisis apunta a un cambio de identidad: primero industrial y luego social. ¿El made in Italy? “Es una extraordinaria fábula según la cual el trabajo artesanal italiano se hacía de manera que se pareciese al arte. Era la belleza encarnada en los objetos y consumida por gente normal. Pero ahora los chinos de Prato se inscriben en la cámara de comercio, asumen trabajadores clandestinos, compran tejidos en China, los manufacturan y les ponen la etiqueta que certifica su procedencia. No los ha tocado ni una sola mano italiana. Pero para las leyes europeas se trata de made in Italy”, relata.

Esa parte es la que más duele. La pérdida de competitividad de muchas empresas italianas en los últimos años, la sensación de que otros países habían ganado terreno en la exportación, encendió el resquemor hacia las políticas económicas de la UE. Muchos empresarios ya no se esconden y hablan abiertamente de abandono de las instituciones, de falta de protección. Alimentada por partidos como la Liga y el Movimiento 5 Estrellas (suman casi el 40% de la intención de voto), ha aflorado estos años una cierta eurofobia que responsabiliza a Bruselas y a decisiones políticas como los embargos comerciales a Rusia de gran parte de los males de las medianas empresas que configuraban el ADN del producto italiano. En Prato hace tiempo que se oía ese runrún ignorado tanto tiempo en los salones romanos.

—Pensábamos que la globalización solucionaría todo. Pero no fue así. Fue un error mezclar las peras con las manzanas. Europa nos ha penalizado.

El padre de Ivo Vignali fundó la empresa de tejido para muebles en 1947 en esta ciudad medieval a 25 kilómetros al noroeste de Florencia. Desde entonces, las han visto de todos los colores. Primero fue en 2000, cuando se abrió el mercado y llegaron los tejidos chinos. Cayó la producción dos tercios, y la misma proporción de empresas se fueron al garete. “Meter en el Organización Mundial del Comercio a estados que no respetan ninguna regla laboral o de medioambiente nos ha dejado en una mala situación”. Pero invirtieron y apretaron los dientes. Resistieron especializándose en terciopelo de alta calidad para muebles de marcas extranjeras. La paradoja es que los únicos productos finales en Italia que salen de Prato son los chinos. “Pero, ¿sabe qué? Quizá sin ellos hubiera sido todavía peor”.

El made in Italy, como señala el profesor de Economía de la LUISS Matteo Caroli, se ha trasladado al sector del lujo y al segmento alto del mercado. Pero Andrea Cavicchi, exitoso empresario de la zona y presidente de la sección de moda de Confindustria, no lo ve tan negro. La economía en Prato está remontando —las exportaciones italianas también han repuntado, aunque políticamente algunos partidos sigan explotando lo contrario— y apunta algunas buenas señales en el último trimestre. Lo peor ya ha pasado. Pero admite que han fallado controles en aduanas, también en la inspección de talleres. “Los chinos aquí encontraron un territorio laboral fértil y la posibilidad de trabajar donde se buscaba mano de obra a bajo coste y poco exigente con ciertos derechos”, apunta Cavicchi en la sede de la patronal industrial.o que en 2013 se fue de madre y un incendio en un taller clandestino mató a siete personas. El suceso destapó las condiciones de esclavituden las que viven muchos de los nuevos hijos de la cultura del made in Italy. El papa Francisco fue hasta ahí para denunciar la situación y desde entonces, el Ayuntamiento ha intentado mejorar la situación, pero los problemas no han desaparecido completamente, admite el alcalde de la localidad, Matteo Biffoni. Hace solo un mes, la policía detuvo a 33 miembros de una mafia china “hegemónica” en el tráfico de mercancías en Europa que operaba desde Prato. No es la primera vez. El flujo de capitales de la prostitución y la manufactura ilegal en los talleres clandestinos de España, como se ha demostrado en varias operaciones policiales, conduce a menudo hasta la ciudad toscana. Y luego, como sucede con la denominación de origen de la ropa, se pierde siempre el rastro.

Daniel Verdú (publicado en El País el 21.02.2018)

¿Auf wiedersehen, Italia?

Bolzano es el único lugar de Italia donde conviven las pasiones identitarias germánicas con monumentos a mayor gloria de Mussolini. Los pretzels y las jarras de cerveza, con las pizzerías calabresas. Una población cuya región (Alto Adigio o Sur Tirol) habla mayoritariamente alemán y en la que una minoría continúa aferrada al idioma de su pasaporte (en la capital es al revés). Muchos de sus habitantes no se sienten ni italianos ni austriacos y su encaje nacional se sustenta en un sistema de abrumadora autonomía cultural y financiera que ha disparado el crecimiento de la zona —la más rica del país— y ha mantenido la estabilidad en el frágil equilibrio fronterizo en el que vive desde 1919. Pero el pasado diciembre, Austria ofreció a los ciudadanos de habla alemana el doble pasaporte e incendió un territorio que, bajo su apariencia tranquila, oculta las cicatrices de los grandes conflictos europeos. El escalofrío llegó hasta Roma.

Justo en los confines del norte de Italia, encajonada entre las Dolomitas, la ciudad de Bolzano (105.000 habitantes) es un impoluto lugar donde un frío domingo por la tarde se puede andar por el centro sin cruzarse con nadie. En las tres cervecerías abiertas, donde a veces algunos acuden todavía separados por grupos de habla alemana (el 75% de los habitantes de la región) o italiana, en cambio, no hay una mesa libre. Corre la cerveza y las tertulias sobre la cuestión nacional son frecuentes. Aquí el conflicto catalán, cuenta el abogado de 38 años Marco Manfrini, se ha seguido con atención y ha despertado algunas pulsiones adormecidas a pocos días de unas elecciones con escasas respuestas para la zona.

Los partidos nacionales no dan con la tecla exacta y mandan paracaidistas, como la controvertida subsecretaria de Estado Maria Elena Boschi (PD), nacida en la Toscana y que apenas sabe una palabra de alemán. En la región siempre ha gobernado el Südtiroler Volkspartei, alineado con los ciudadanos de habla alemana y ladina (la lengua retorrománica que habla menos del 5% de la población). Pero la identidad, especialmente aquí, es algo relativo y suele ir por barrios. Manfrini es muy claro al respecto. Él se siente mucho más austriaco que italiano. “¿Qué me une a un calabrés? Ambos vivimos en un el mismo periodo histórico…”, señala con una pinta en la mano y sin encontrar demasiadas coincidencias.

La propuesta del doble pasaporte, que incomoda sobremanera al Gobierno de Italia, llegó a finales de diciembre desde el otro lado del Tirol, impulsada por la ultraderecha del FPÖ, socio indispensable para el Gobierno conservador. Una idea sin definición clara que plantea más interrogantes que respuestas: sobre el servicio militar (en Austria sigue siendo obligatorio), los impuestos o incluso el voto. De momento, solo un efectivo elemento de confrontación para el que se ha creado una comisión de estudio. Pero Austria podría tomar la decisión unilateralmente y algo bulle ya en una región donde las inclinaciones secesionistas llegaron a producir más de 300 atentados, con una veintena de muertos.

Alto Adigio, la zona más pobre del país tras la Segunda Guerra Mundial, fue anexionada a Italia en 1918 como trofeo por los servicios prestados. Sus habitantes, sin embargo, persistieron en la extraña manía de seguir siendo ellos mismos. De modo que el Duce decidió italianizarlos facilitando la llegada de miles de inmigrantes del sur e imponiendo las costumbres mediterráneas y otras tantas fascistas, que todavía se manifiestan a través del partido CasaPound, con 3 concejales.

Pero aquello también despertó el sentimiento contrario y la integración en Italia no empezó a fluir hasta que el 5 de septiembre de 1946, cuando el primer ministro Alcide de Gasperi y su homólogo austriaco Karl Gruber acordaron la autonomía de la región, que iría evolucionando hasta el elevado nivel actual. La cultura austriaca se mantuvo (la bandera tiene un águila imperial), los alumnos se segregaron en colegios de habla alemana e italiana —también la vida social— y las plazas de funcionarios se repartieron equitativamente por bloques étnicos. Más allá de turbulencias, el invento funcionó. Hoy tiene una renta media de 41.100 euros, más alta que la alemana y el triple que la calabresa.

Pero para entender el Sur Tirol, un lugar que roza el pleno empleo y la esperanza de vida es cuatro años mayor que en el sur, siempre conviene visitar la montaña y pisar la nieve. Reinhold Messner, primer alpinista en subir las 14 cimas de más de 8.000 metros sin oxígeno ni ayuda tecnológica, es un símbolo cultural y político de la región. Ha rehabilitado seis castillos y los ha convertido en museos que, como su propia presencia, dan fe la tensión entre el hombre y la naturaleza. En el de Firmiano, justo donde en 1957 se congregaron 35.000 personas para pedir más independencia, Messner recibe a EL PAÍS y analiza la identidad de su pueblo. “Aquí la gente tiene dos culturas. Somos creativos como los italianos, pero tenemos un orden como los alemanes. Estoy orgulloso de ambas, pero no soy austriaco, ni alemán ni italiano. Yo soy surtirolés y europeo. Y esto tiene que crecer en nosotros, tenemos que tender a Europa”, señala. Para Messner, nadie que tenga “algo en el cerebro” puede querer la independencia de la región. “El nacionalismo es un peligro”, concluye en el último piso del torreón de su castillo.

Pero los matices aportan las claves más interesantes en estos conflictos. Y pocas figuras ejercen mejor el papel de bisagra de este universo bipolar que el exsenador y jefe de investigaciones sobre federalismo del instituto Eurac, Francesco Palermo. La descentralización de Italia es una necesidad de primer orden, considera, que solo traería mejoras a la integración. Pero observa con extrema preocupación la propuesta austriaca de conceder la doble nacionalidad a los habitantes de la región de habla alemana. “Sería como meter a un elefante en una cacharrería. Este sistema de convivencia es muy frágil y hay cosas que solo funcionan si se hacen juntos y hay cooperación. Sería muy peligroso por las posibles consecuencias que tendría en el territorio. Se formarían dos clases de ciudadanos… No veo ventajas, no cambiaría nada estando en la UE”. Otra cosa es lo que piensen mañana los italianos sobre el club de los 27.

Daniel Verdú (publicado en El País el 20.02.2018)

La ‘ndrangheta desangra Calabria

La noche del 12 de abril de 2013, un coche paró frente a la empresa de Nino De Masi. Un tipo abrió la puerta del acompañante, sacó un AK 47 yugoslavo y descerrajó una ráfaga de 44 disparos contra la verja. Luego, cuidadosamente, dejó tres balas en la entrada. El pecado del empresario fue negarse a pagar el pizzo al capo de la ‘Ndrangheta que se había presentado en su despacho días antes. Decidió no arrodillarse, pero el precio final fue mucho más alto. Hoy su familia vive en el norte y él pasa las 24 horas del día con una escolta de 4 carabinieri y un retén militar con tanqueta en la puerta de su empresa, situada en el centro neurálgico de la distribución de cocaína en Italia: el puerto de Gioia Tauro. “Esto es una cárcel, no la Europa del año 2018”.

En la puerta de su despacho, dos escoltas matan las horas recordando viejas anécdotas de jueces y capos. Acompañaron a fiscales y políticos, también en los tiempos más duros de la Cosa Nostra. A pocos empresarios. Ninguno se rebela aquí, masculla uno mientras vigila la calle por la ventana. Pero Masi ya había pasado por eso. Fue en 1987, cuando le disputó un negocio de contenedores en el puerto a la ‘Ndrangheta. Recibió amenazas y se convirtió en el primero en Calabria que denunciaba a la organización. Aquella vez hizo cálculos, decidió marcharse y perdió toda posibilidad de prosperar con su empresa. Ese sapo costó tragárselo, y ahora no piensa rendirse. “Sé que acabarán matándome. La ‘Ndrangheta no puede consentir que alguien se rebele y deje de pagar. Se terminaría el negocio. Me da igual. ¿Cómo se puede conjugar esta situación con el futuro, la modernidad, la evolución o la democracia?”.

Italia es el país de la Unión Europea con la brecha más salvaje entre norte y sur. La herida meridional, abierta desde finales del siglo XIX, ha desangrado al país creando dos realidades sociales y económicas equiparables a Albania y Alemania. El norte cortó el cordón umbilical y Roma transigió con tal de salir en la foto. Se negaron las grandes infraestructuras, los trenes de alta velocidad se diseñaron con parada final en Nápoles. Más allá de esa frontera, la realidad es difusa. Uno de cada tres habitantes vive en el umbral de la pobreza y la renta per cápita (16.500 euros), la más baja de Italia, es casi tres veces menor a la de Bolzano (41.100), la provincia más rica. Si uno nace aquí, tiene una expectativa de vida 4 años menor que en el norte.

El puerto de Gioia Tauro, cuyo ayuntamiento lleva dos años disuelto por infiltraciones mafiosas (como otros 457 municipios en Italia desde 1991), es la mejor expresión de este bloqueo al que ni un solo político ha hecho referencia en esta campaña. Inaugurado en 1995, iba a ser el motor de una nueva Calabria. Se diseñó en un punto estratégico acompañado de la reconversión industrial de 700 hectáreas de suelo agrícola. Arrasaron los campos de naranjos, se urbanizó el terreno y decenas de empresarios recibieron alrededor de 1.200 millones de euros de ayudas con fondos europeos. El dinero y los vampiros se esfumaron. Hoy el puerto, que acaba de despedir a 400 trabajadores, es un hub para el 40% de la distribución de la cocaína de la ‘Ndrangheta.

En el lugar donde los saqueadores prometieron un complejo industrial quedan un par de naves vacías y uno de los asentamientos ilegales de temporeros africanos más grandes de Europa. 3.000 personas hacinadas en tiendas de campaña y barracas de hojalata durante la temporada de recogida de la naranja. Dentro hay ratas, prostitución, tráfico de drogas y unas condiciones de higiene y seguridad que la semana pasada se cobraron la vida de una mujer en un incendio intencionado. La media de edad de la tendopoli es de 30 años. La triste ironía señala que son los únicos jóvenes que permanecen en una Calabria donde incluso los enfermos emigran al norte en busca de una sanidad mejor.

Michele Albanese, uno de los 17 reporteros italianos que llevan escolta por amenazas mafiosas, relata frente al asentamiento los males de esta tierra. La policía encontró en el registro en una de las casas de los clanes de la zona un plan para matarlo, cuenta mientras enciende un cigarrillo. “Este lugar explica lo que podría haber sido Calabria y nunca será. Una región con dos mares, montaña… es un punto estratégico rico en muchísimos sentidos. Pero la ‘Ndrangheta impide el desarrollo y genera pobreza imponiendo su monopolio. Es la organización empresarial más grande de Calabria y una de las más importantes de Italia. Aquí no deja nada”.

La organización factura unos 60.000 millones de euros al año, según informes judiciales, y lo invierte todo en el norte y en otros países. La matanza de Duisburgo (Alemania) en 2007 -una sangrienta reyerta entre clanes de la organización, la primera fuera de Italia, que terminó con seis muertos- fue el primer aviso de su internacionalización. Durante años, mientras los jueces y la policía combatían a la Cosa Nostra y la Camorra, la ‘Ndrangheta, convertida hoy en la mafia más poderosa de Italia, se infiltró silenciosamente en las instituciones del sur. Pero hasta 2015 no existió judicialmente.

Hoy en el área de Gioia Tauro, casi todos los ayuntamientos han sido disueltos por mafia, recuerda el magistrado Ottavio Sferlazza en su despacho, el único cuya luz sigue encendida a última hora de la tarde en la fiscalía de Palmi, a pocos kilómetros de Reggio Calabria. Este fiscal siciliano, gran conocedor de los mecanismos biológicos de las mafias, considera que la lucha debe llevarse también al terreno cultural. A la propia familia, pero sigue siendo enormemente complicado. “La implantación en el tejido social es más fuerte que el de la Cosa Nostra. En Sicilia hubo un cambio de paradigma en 1991 con los atentados contra los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino [una foto de ambos preside el despacho]. La gente rechazó públicamente a los matones. Aquí no ha sucedido todavía. No hay ninguna colaboración de la sociedad civil”.

La omertà en los pueblos solo es comparable al nivel de pobreza. Rosarno, en la cima de una pequeña colina desde donde se ven las grúas del puerto, despide cada año a decenas de jóvenes que no volverán. Las casas están a medio hacer y la basura se acumula en las aceras. Pero a cada rato cruza un Porsche Cayenne o un BMW y la gente vuelve la mirada al otro lado: es un feudo de la ‘Ndrangheta. Giuseppe Idà, su alcalde, hace lo que puede. Nadie se ha presentado nunca en su despacho para pedirle nada, señala. Pero su predecesora, Elisabetta Tripodi, todavía va con escolta y cree que Calabria es una olla a presión que el gobierno ha dejado calentar. “Esto era un territorio fértil. Producía mucha riqueza con la producción de naranjas. Tenía una de las mayores rentas de Calabria. Pero todo eso ya no existe. Los gobiernos de los últimos 20 años han preferido no hacer nada y las desigualdades han aumentado”. Vistos los programas políticos, nada hace pensar que el próximo 4 marzo vaya a cambiar algo.

Daniel Verdú (publicado en El País el 19.02.2018)

Un pueblo sin sueños asiste a una campaña electoral sin ideas

Cuando faltan dos semanas a las elecciones generales en Italia, el pueblo ya cansando por una continua campaña electoral, sigue el debate politico sin gran esperanza, con miedo, incertidumbre y dividido entre elección de abstención, voto de protesta y impulsos racistas y radicales.

El 3 de marzo Italia eligerá su nuevo Parlamento en un escenario tematico dominado particularmente por los temas de la seguridad y de la inmigración, mientras que empleo, economia y relacciones exteriores se reducen en propuestas radicales y masivas muy dificil de realizar a luz de los acuerdon con Unión Europea y de la deuda publica siempre más alta.

El pueblo ya no tiene deseos y cree que la mayoría de las iniciativas economicas serán imposibles y atribuye la responsabilidad a los politicos, los mismos de los ultimos 20 años excluidos el Movimiento Cinco Estrellas que sufre las consecuencias de su revolución interna, de la retirada de Beppe Grillo y la crisis en la Capital donde su alcaldesa está administrando entre escandalos y ineficacia.

Una parte de la población acusó a la inmigración por la falta de seguridad, los homicidios y los femicidios (que sin embargo son disminuidos en el ultimo año) que fueron al centro de la crónica, creando un conflicto social y el simbolo de esto desastre ha sido el drama de Macerata donde una jovencitua fue asesinada y brutalizada en sue cuerpo fracionados en trozos por dos inmigrados irregulares y luego un neofascista golpeó a seis inmigrados por la calle por “venganza”.

Ningún debate sobre los transportes que viven un momento muy critico por el desgaste de las lineas ferroviarias regionales (en las cuales un mes hace sucedió un grave accidente cerca de Milán, que provocó tre muertos y decenas de heridos), ní propuestas sobre la crisis inminente de la salud publica, donde los servicios de urgencias carecen de recursos humanos, la espera para pruebas clinicas y intervenciones quirúrgicas llega a un año de retraso y los gastos aumentan.

El centroderecha unido anuncia la expulsión de más de 600.000 inmigrados, la abolición de la reforma de las jubilaciones y la ruptura con Europa sobre el Pacto de estabilidad del 3% y tiene el 38% en los ultimos sondeos. Los otros siguen las mismas propuestas con otros numeros y con menor advantaje (M5S es el primer partido con el 28% pero sin coalición posible, el Partido Democratico de Renzi y sus aliados se quedan al 27% y la izquierda disidente está bloqueada al 5%).

Los partners internacionales miran con miedo a una victoria de Liga o Movimiento Cinco Estrellas tan que impulsan un acuerdo de unidad nacional entre el Partido Democratico y Fuerza Italia de Berlusconi que no podrá ser elegible con Paolo Gentiloni, Antonio Tajani, actual presidente del Parlamento Europeo y Gianni Letta, hombres indicados como jefe de gobierno…Sim embargo todo esto no llama el interés de los italianos y la asbtención queda cerca del 35%.

Angelo Maria D’Addesio (publicado en Perfil Italiano el 18.02.2018)

El síndrome de Lampedusa

Nadie ha nacido en Lampedusa en cuatro décadas. Podría ser el argumento de una nueva serie o el efecto de una maldición, pero aquí los problemas tienen un origen más prosaico. La isla que ha visto llegar en los últimos 25 años a decenas de miles de inmigrantes no tiene hospital. Las mujeres embarazadas se marchan a Palermo un mes antes de dar a luz. El Ayuntamiento, lamenta su alcalde, tiene que buscar a sus propias vecinas un apartamento a 200 kilómetros de casa mientras su población envejece y los inmigrantes pasan. Una ironía demográfica como tantas en la última frontera de Italia con África, un lugar que ayuda a descifrar lo que sucederá en el resto del país cuando cambia de dirección el viento en el Mediterráneo. Hace poco volvió a suceder.

Giovanni, un viejo pescador de 94 años, tocado con una gorra de cuero y un bigote blanco a lo Rainiero, lamenta que 200 inmigrantes tunecinos pasen el día vagando por la isla. Roban, se emborrachan, no tienen donde darla, gruñe exagerando el malestar. “El África negra no robaba”, masculla mientras construye cuidadosamente barcos de madera en su taller y observa, rodeado de redes de pesca, cómo se transforma la isla.

—Antes pescábamos atunes, aquí estábamos en primera línea… Ahora sacamos tunecinos. Nos estamos devorando, como los pulpos cuando se comen sus propios tentáculos. Europa desaparecerá.

El viento cambió aquí primero. Pero no tardó en llegar a Roma la brisa del miedo y el olor a rechazo que ha marcado una campaña electoral de tintes lepenistas. La estrategia de la tensión, cuidadosamente diseñada por un centroderecha sin demasiados argumentos políticos, ha borrado del mapa cualquier propuesta para una Italia que ha recibido en los últimos cinco años 600.000 migrantes. La falta de respuestas claras en la Unión Europea y una caótica gestión en la acogida —en muchos casos en manos del crimen organizado— han convertido la cuestión en el eje central de las elecciones del 4 de marzo. El 31% de los italianos cree que es el principal problema del país y el 64% opina que se ha gestionado pésimamente la crisis migratoria. Quien evite el tema no recibirá ni un voto.

Los áridos 20 kilómetros cuadrados de Lampedusa, una isla de 5.800 habitantes a 205 kilómetros de Sicilia y solo 113 de Túnez, explican con crudeza una cierta idea de Italia. En invierno, cuando se marchan los turistas, los vecinos sobreviven con el botín del verano. Quedan también 300 pescadores. Muchos han recogido los cadáveres de los más de 25.000 migrantes ahogados en el canal de Sicilia en los últimos 25 años. Aquí no hay agua potable, llega en barco y nadie se la bebe. Todo es más caro y hay poco trabajo, como puede apreciarse en los bares a media tarde. En temporada baja el avión de pasajeros es el que usa el correo postal, como la diligencia del Far WestPietro Bartolo, protagonista del documental Fuocoammare, es el único doctor con plaza fija y en los últimos 30 años ha visto más cadáveres que un enterrador. Nunca fue fácil.

Pero hubo un punto de inflexión. El 3 de octubre de 2013, un pesquero que había zarpado de Libia pocas horas antes con 518 personas a bordo naufragó a pocas millas de la isla. Fue un caos, hubo negligencias en el rescate. Murieron 366 personas y la isla se volcó en la ayuda a los supervivientes. El mundo asistió conmovido a la entereza de un lugar cuya alcaldesa, Giusi Nicolini, exportó un emocionante mensaje de acogida en plena crisis de refugiados que replicaron tantos ayuntamientos en Europa. La regidora recibió al Papa, viajó a la Casa Blanca a entrevistarse con Barack Obama y fue aspirante al Nobel de la Paz. Había nacido una estrella.

Pero sus habitantes guardaban silencio mientras la isla se convirtió en el principal puerto de desembarcos de Italia en 2015 (hoy es el cuarto). Naufragaron decenas de miles más y el mar trajo a la orilla centenares de cadáveres. Queda de aquello un cementerio de cruces de madera sin nombre y un devastador descampado, en uno de los extremos de la carretera de 10 kilómetros que atraviesa la isla, donde se amontonan como cadáveres las barcazas de madera rescatadas. Hay restos de chalecos, botellas de agua con etiquetas escritas en árabe y trozos de ropa de miles de migrantes que siguieron llegando mientras la Unión Europea miraba hacia otro lado. Y entonces Lampedusa, desde el centro del Mediterráneo mandó otro aviso a Roma.

El año pasado Nicolini perdió estrepitosamente las elecciones frente a un candidato con un discurso mucho más duro contra la inmigración ilegal. Lo vivió con extrema amargura y se fue seis meses de la isla para evitar el rencor, recuerda sentada en un bar de la avenida Roma, recién llegada de un viaje por Uganda para estudiar modelos de acogida. “No perdí por la inmigración, fue una excusa para echarme. No les gustaba que hubiera normas, la legalidad que había traído”, señala en referencia a los presuntos chanchullos que había en la alcaldía de su predecesor. Fue una bandera del PD de Matteo Renzi, pero ahora el noqueado secretario general del partido no ha querido ni llevarla en las listas. ¿Qué ha sucedido entre medio?

—Mire, es más fácil entregar premios, que resolver problemas.

Salvatore Martello, su nuevo alcalde, recibe a EL PAÍS en su despacho, rodeado de todos los galardones humanitarios que consagraron al municipio durante aquel periodo. Los mantiene ahí, pero cree que forman parte de una imagen irreal que se transmitió al mundo. Pescador y empresario turístico, sostiene que los vecinos le han elegido para poner orden. “Tenemos peleas, borrachos cada noche, cuchilladas entre ellos. Si no se respetan las reglas se genera miedo. Y eso termina en rechazo. Nos han elegido para resolver los problemas de los ciudadanos, no para diseñar la política exterior de Italia”. Decenas de entrevistados para este reportaje le dan la razón.

El cambio de rumbo de Lampedusa anticipó otros gestos en Italia. Roma retiró el cartel de bienvenida a los refugiados y comenzó a desalojarlos de sus campamentos sin tener donde llevarlos. El rechazo, alimentado por partidos como la xenófoba Liga Norte o el ambiguo Movimiento 5 Estrellas, caló en los ciudadanos y en todos los partidos. Prendió el miedo y resucitaron movimientos fascistas en todo el país. Hubo agresiones en centros de acogida, desalojos propagandísticos. El Ministerio del Interior, con la vista puesta en las elecciones, firmó a mediados de 2017 unos acuerdos con Libia tan opacos como fructíferos que redujeron los desembarcos en casi un 40%: de 181.436 en 2016 a 119.369 en 2017. Era el camino.

Pero todo el plan se fue el garete cuando Luca Traini, un excandidato de la Liga Norte de 28 años, se subió a su coche el domingo 4 de febrero y disparó a 6 nigerianos porque le pareció que eran igual de negros que el supuesto asesino de una toxicómana blanca. Nadie del Gobierno fue a interesarse por las víctimas, cuyo nombre apenas trascendió. El partido fascista CasaPound, en cambio, desplazó ahí a su líder, Simone Di Stefano, para hacer un mitin contra la inmigración. Ganaron algo más de terreno. Salvini, un oportunista político que antes clamaba contra Roma y ahora contra los migrantes, se creció en campaña y Berlusconi puso sobre la mesa la expulsión de 600.000 inmigrantes. La cuestión se ha convertido, irremediablemente, en el eje central del discurso político. Para el 71% de los italianos, según el sondeo de La Repubblica tras el suceso, la presencia de extranjeros es demasiado elevada.

En las ONG que trabajan en Lampedusa creen que ni antes era todo tan bonito, ni ahora ha pasado a ser tan terrible. Alberto Mallardo, de Mediterranean Hope sostiene que algo sí ha cambiado en la isla. Tras los acuerdos firmados con Libia solo llegan tunecinos, a quienes es más fácil repatriar y no conviene tener desperdigados por Italia. Lo hacen directamente en pequeñas embarcaciones sin mediar ningún rescate marítimo. Ahora hay 200, pero el campo de la Cruz Roja, encajonado entre dos colinas, ha llegado a alojar a más de un millar. La retórica legal de la acogida impide que se les deje salir, pero también retenerles. De modo que se escurren por un agujero en la verja del campo bajo la mirada de la policía y de los responsables del centro.

Sami, Fahami, Nithal y Said pasan el rato en el banco de piedra junto a la iglesia. Desde ahí cazan el wifi de la parroquia. Ninguno tiene más de 25 años. Llegaron hace 20 días en un barquito de madera y el viaje quedó grabado en sus móviles, que agitan para demostrarlo. Están desesperados. “Esto es como Guantánamo. Nos tratan mal, siempre es la misma comida, nos echan somníferos en la bebida”, protesta Fahmi. La directora del centro, Camilla Giorgio, desmiente ese extremo y explica que el centro, pensado para estancias mucho más cortas que las actuales, asiste en todo lo que puede los recién llegados. Hace una semana una veintena de tunecinos se cosió la boca y se plantó delante de la parroquia para protestar.

El centro, al que no pueden entrar los periodistas, no gusta ni a las asociaciones que trabajan en la zona ni a Don Carmelo, el párroco de Lampedusa, de 37 años. Hombre de confianza del obispo de Agrigento, muy alineado con la idea del Papa sobre la migración, muestra en la parroquia el altar hecho con los restos de un naufragio sobre el que Francisco dijo misa cuando visitó en 2013 la isla. Como sucede en Ventimiglia, el extremo norte del embudo en el que se ha convertido Italia para los inmigrantes, su parroquia se ha volcado en ayudarles. “El Ayuntamiento ve el campo como una fuente de ingresos. Hay militares, policías, bomberos. Todo un negocio de la acogida que el Ayuntamiento no quiere perder. Pero el campo se ha convertido en un lager. Si tratas a la gente como animales, se comportarán como animales”. Una receta que servirá también para la Italia que llegará el 5 de marzo.

Daniel Verdú (publicado en El País el 18.02.2018)

Un anciano se va de Erasmus a Italia a los 80 años

Miguel Castillo tiene 80 años, estudia el título oficial de Historia y el lunes que viene se va de Erasmus a Italia. Notario, jubilado, con esposa, tres hijas y seis nietos, Castillo se ha convertido en una especie de celebridad en su facultad de la Universidad de Valencia. Los conserjes le indican en qué aula puede atender a los periodistas, que piden turno para hablar con él. Los profesores se paran a saludarlo. Y sus compañeros le felicitan en el bar de la facultad por haber conseguido una beca Erasmus para irse a Verona.

Un compañero de curso también jubilado lo aborda en el pasillo. “¿Cómo te has lanzado? Yo lo pensé y ¿sabes por qué no lo hice? Porque me dio vergüenza ir a secretaria a preguntar”, comenta. Castillo se despide educado. A él no le da ninguna vergüenza.

El anciano pidió la beca, que permite cursar parte de la carrera en otra universidad europea, animado por un profesor. Lo hizo por el mismo motivo por el que años después de jubilarse, tras sufrir un infarto por el que tuvieron que implantarle un cuádruple bypass, decidió volver a estudiar. “Al poco de recuperarme, me dije: ‘Me gustaría hacer algo que no fuera lo clásico del jubilado de sestear. La Historia siempre me ha llamado la atención, me interesa toda la materia, aunque sobre todo la contemporánea”. Ahora se considera un alumno más. Asiste a clase, se intercambia apuntes con los compañeros, pide ayuda y la ofrece. “El trato que recibo es excelente, la edad no es un problema”, asegura.

Castillo aprueba casi todas las asignaturas. “No todas porque mi edad y mis obligaciones familiares no me permiten seguir el ritmo normal”. Por obligaciones se refiere a los nietos. “Me van a echar en falta, pero al mismo tiempo se están alegrando de ver que su abuelo tiene afán de superación y de estudio”. La familia ya ha empezado a planear cuándo ir a visitarle a Italia.

El octogenario es consciente de la fama de cierto desenfreno que rodea la beca Erasmus y bromea al respecto: “Procuraré, dentro de mis limitaciones, seguir la trayectoria de quienes me han precedido. Pero hay que tener en cuenta que me acompaña mi esposa y por esa razón viviremos en un apartamento. Compartir la fiesta del pijama en el colegio mayor sería un poco raro a nuestra edad”.

Castillo nació en 1937 en Llíria, en una familia humilde de agricultores. Cada mañana acudía en tren al instituto Lluís Vives de Valencia, donde fue un buen alumno de Bachillerato. Al empezar Derecho, sin embargo, se confió y suspendió todo. Dejó la carrera, pasó un año trabajando en el campo con su padre y comprobó que el trabajo agrícola era mucho más duro que estudiar, así que hizo la maleta y se fue a Barcelona a retomar Derecho.

En el instituto había jugado en las categorías inferiores del Valencia CF. En la ciudad catalana fichó por el CD Fabra i Coats, uno de los equipos que acabarían convergiendo en el Barça B. Con el dinero que le pagaban como futbolista y el que conseguía dando clases particulares acabó la carrera. Antes de convertirse en notario fue profesor de la Universidad de Barcelona e hizo dos estancias de un mes en Italia, en Roma y Bolonia. De ahí procede su base de italiano, que ha tenido que ampliar a marchas forzadas para su nuevo destino.

Melómano, abonado al Palau de la Música y al Palau de les Arts de Valencia, en Verona también estuvo hace 40 años escuchando a Maria Callas. Un hotel de la ciudad donde Shakespeare ambientó Romeo y Julieta le espera ahora junto a su mujer, María Luisa Alamá, una enfermera jubilada con quien se casó en segundas nupcias hace cinco años. Ahí estarán una semana: ya tienen casi cerrado el alquiler del apartamento en el que vivirán el segundo cuatrimestre.

Ignacio Zafra (publicado en El País el 13.02.2018)

Llegan obras de Leonardo Da Vinci, Rafael, Rubens y El Greco al Museo de Bellas Artes

Los amantes del arte deben marcar a marzo en sus calendarios. En ese mes arrancarán las muestras internacionales en el Museo Nacional de Bellas Artes con la exhibición “Maestros antiguos del Renacimiento y del Barroco”, la cual estará integrada por la escultura de bronce, Guerrero a Caballo, de Leonardo da Vinci y otras obras de Rafael, Rubens, Tiziano, El Greco, Lorenzo Lotto, Lucas Cranach, Tiziano, Vasari, Van Dyck y Guido Reni, entre otros. La muestra llegará directo desde Hungría, ya que pertenecen al Museo de Bellas Artes de Budapest y a la Galería Nacional de ese país.

Por otro lado, en mayo, el MNBA exhibirá el histórico tapiz de San Martín realizado por la Manufactura Real de los Gobelinos de París que Francia le regaló (y recientemente restauró) a Argentina en 1917. “Es una obra con manufactura gobelina, fue un regalo oficial del que hace poco se cumplieron 100 años”, comentó el director del museo, Andrés Duprat, quien también agregó

“El tapiz fue retirado de la Casa Rosada, en donde estaba, y actualmente lo están restaurando en Francia. Cuando vuelva a la Argentina se incluirá en una muestra de tapices antiguos y modernos, nacionales e internacionales, en la que habrá también tapices de artistas como Louise Bourgeois, Henri Matisse, Joan Miró o Alicia Penalba”.

En el mes de junio, el museo ubicado en Av. del Libertador 1473 (CABA) presentará una muestra sobre Nicolás García Uriburu que se realizará junto a la Casa de la Cultura Popular de Barracas y rendirá homenaje a los 50 años de la performance del 19 de junio de 1968 en la que el artista tiñó de verde el Gran Canal de Venecia. Luego de esto, habrá “una pequeña exposición de Guillermo Roux con lo último de sus trabajos: dibujos picarescos, realizados con humor sobre cuadernos”, según cuenta Duprat.

Por último, ya en el segundo semestre del año, el Bellas Artes realizará una gran exposición de 60 acuarelas del pintor inglés William Turner, las cuales muestran las diferentes etapas de su trayectoria creativa. Estas obras pertenecen a la colección de la Tate Gallery de Londres, una de las más grandes del mundo dedicada a Turner.

Maximiliano Rivarola (publicado el 06.02.2018 en indiehoy.com)

¡Trae tu máscara! Viareggio es Carnaval

En la localidad de Viareggio, en Toscana, de 145 años se realiza el Carnaval más grande de Europa con sus 15 carrozas con movimientos y una participación de un millón de personas que llegan de cada rincón de Italia y del mundo.

En la Passeggiata (Costanera) se realiza el clásico desfile que, además de las carrozas, suma una convocatoria de bandas, artistas, máscaras y celebridades para festejar junto a una multitud de colores, alegría y música.

El origen del Carnaval se remonta al año 1873, cuando algunos jóvenes burgueses decidieron armar algunas carrozas de flores para manifestarse en contra de los altos impuestos que la ciudad de Lucca rentaba a Viareggio; de allí, año tras año, se sumo la participación ciudadana y el ingenio de los constructores que, gracias a los maestros calafati (de los astilleros náuticos), pudieron lograr realizar carrozas más grandes y, en los años 20, con los primeros movimientos.

Con el pasar del tiempo la manifestación se hizo cada vez mas grande, tanto que fue elegida por la televisión Italiana RAI para hacer la primera directa externa de la historia en el año 1954; el Carnaval y Viareggio llegaron en todas las casas de  Italia y de Europa generando un interés internacional también de otros carnavales del mundo.

En el año 1960 se introdujeron en las carrozas motivos y temáticas de sátira política y sociales haciendo que este evento se transformara en un verdadero fenómeno social Italiano. Desde entonces Viareggio ha sido nombrada como la ciudad del Carnaval de Italia y de Europa.

En la ciudad se respira aire de Carnaval en todos rincones, en las plazas, en los bares, en la alegría de la gente que participa ya sea adornando el balcón de su casa hasta disfrazar  su perro, pero lo mas caracteristico son las carrozas de papel maché que hacen único este evento.

Para realizar una carroza se necesitan 6 meses y un costo de 2 millones de pesos; cada constructor a cargo de la obra se ocupa del boceto y de la construcción con un equipo de 4 ó 5 personas; son 9 carrozas grandes, 5 carrozas pequeñas, 10 máscaras grupales y 6 máscaras simples. Cada edición, jurados populares elegidos por la Fondazione Carnevale (el ente a cargo de la manifestación), realiza una clasificación oficial en base a la temática, el color, la modelacion etc… cada tres años los mejores posicionados suben de categoría, mientras que lo peores bajan de categoría.

Actualmente el récord lo tiene el mago della cartapesta (así se llaman los constructores) Arnaldo Galli con 20 victorias desde los años 60.

Cuando hablamos de Viareggio no podemos olvidar a Burlamacco, la máscara oficial, inventada por Uberto Bonetti en el año 1931 y tampoco a las canciones que desde los años ’20, del 900, son los himnos del Carnaval y que hoy son las segundas canciones populares italianas más escuchadas después de las canciones napolitanas.

“Questa e’  Viareggio”, una ciudad que “freme e palpita perche’ e’ giunto il Carnevale” donde la musica, la fiesta, la alegria son de casa, donde il “sole splende color di miele”; questa e’ Viareggio, qui felicita’!

Gabriele Giusti

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